Gerardo Fernández Casanova
“Que el fraude electoral jamás se olvide”
¡Háganle como quieran! Sólo hay de una sopa, la de fideos ya se acabó. Los trogloditas, con su garrote al hombro, aplican al ciudadano su receta de agua y ajo… aguantarse y a joderse. La razón es vicio a combatir y la justicia es costumbre de mal gusto.
Las instituciones sólo existen si sirven para solapar los caprichos de los poderosos y el estado de derecho se asemeja al estado de ebriedad. Los que dicen gobernar lo hacen con las patas y van a Sudáfrica a competir por el honor nacional. El entrenador de la selección futbolera deviene en ideólogo y el país entero queda a merced de las patadas y las zancadillas. El aula y la plaza pública adquieren la modalidad democrática de garantizar la oportuna información sobre el acontecer de la gestión patriótica de nuestros héroes de pantalón corto. Los mineros y los electricistas, los maestros y los campesinos, los que resisten en San Juan Copala y tantos otros agraviados luchadores sólo son traidores que pretenden distraer la atención, para que la gente se mantenga en la oscuridad e ignore la lucha de nuestra insigne selección nacional de futbol, digna actriz en la puesta en escena que conmemora el bicentenario de la independencia y el centenario de la revolución.
La emblemática mina de Cananea volvió a ser el escenario de la aplicación de la violencia como instrumento del estado en obsequio a los caprichos del poderoso dueño y patrón. En domingo, por la noche y en vísperas del esperado partido inaugural de la contienda futbolera, la fuerza pública se apoderó de la mina resguardada por los trabajadores en huelga. Tres años de conflicto y de oídos sordos. Ni un ápice de voluntad para atender las demandas de los trabajadores reclamantes de condiciones mínimas de seguridad. Designio absoluto para destruir la organización sindical independiente; persecución judicial contra dirigentes incómodos. La ley del garrote en su apogeo.
Pocos días antes, la misma historia registraron los electricistas de Cuernavaca, cuya única misión era el resguardo de los equipos y materiales de las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro, estando en litigio la legalidad del decreto de extinción. La heroica huelga de hambre de casi un centenar de hombres y mujeres del Sindicato Mexicano de Electricistas no merece mayor atención por la autoridad, la que invita a dialogar siempre y cuando no implique negociar: te oigo pero no te atiendo, es la respuesta. Demandas judiciales contra los dirigentes acusados de provocar los accidentes que, por la obsolescencia de las instalaciones y la impericia de los esquiroles improvisados para operarlas, se registran en el servicio eléctrico de la zona central del país. Háganle como quieran. Palo dado ni Dios lo quita.
¿Qué pretenden? Cuesta trabajo aceptarlo, pero todo indica que la intención del régimen es orillar a la población a desesperarse y abandonar la vía pacífica que ha caracterizado a sus reclamos. Al no dejar otra salida a las demandas, empujan hacia la violencia para justificar la represión masiva y la instauración de un régimen de facto. No sería extraño que el espurio Calderón, ante la certeza de perder todas las elecciones de este año y las por venir, decida seguir imponiéndose por la fuerza, tal como lo hizo desde el principio de su fraudulenta toma del poder. Imponer el miedo y gobernar por decreto son secuencia de la misma película, por cierto, ya muy vista en el mundo, pero que resulta estreno para los mexicanos. Ni en los más oscuros episodios de la historia priísta se vivió tal grado de violencia institucional. El crimen organizado no está en la calle sino en palacio. Desde ahí se provoca y desde ahí se reprime. Ya no puede explicarse lo que sucede con el simple expediente de la estupidez de Calderón, sería demasiado; sólo cabe la suposición de la perversidad en el designio de quien, a la mala, juró cumplir con la Constitución.
Me queda claro que, aún en las condiciones de cerrazón imperantes, la violencia no puede ser nuestra respuesta ciudadana, por más que se antoje. No tenemos más instrumento que lograr que sea insoportable la presión de la movilización popular y, para ello, habrá que combatir la desinformación y el control mediático de las mentes. Concientizar y organizar son nuestros únicos instrumentos. No caben la contemporización ni la negociación, los hechos lo están demostrando. ¿De qué le ha servido a la llamada izquierda moderna su talante negociador? Entregaron la dignidad y sólo migajas reciben a cambio; el caso del candidato a gobernador de Quintana Roo es ejemplar: pueden participar en el ejercicio de gobernar, pero sólo en tanto que sea para acompañar al régimen en sus imposiciones legislativas. Nada de gobiernos perredistas, ni aunque sean de mentiritas.
Yo sigo esperanzado en lo que pueda suceder en Europa, aunque también observo la misma táctica de los oídos sordos y del tolete enhiesto. Todos aspiran al paro nacional para detener las perversas medidas económicas que se les imponen a los países endeudados, que no significan otra cosa que quitarles a los trabajadores parte significativa de su ingreso para pagar la deuda de los ricos. Sin embargo, pasan los días y nada sucede todavía. Me temo que se pueda desinflar y no les quede de otra que apechugar. Ojalá me equivoque.
Los trogloditas están en el poder, a no dudarlo. La humanidad tendrá que derrocarlos. Así sea.
“Que el fraude electoral jamás se olvide”
¡Háganle como quieran! Sólo hay de una sopa, la de fideos ya se acabó. Los trogloditas, con su garrote al hombro, aplican al ciudadano su receta de agua y ajo… aguantarse y a joderse. La razón es vicio a combatir y la justicia es costumbre de mal gusto.
Las instituciones sólo existen si sirven para solapar los caprichos de los poderosos y el estado de derecho se asemeja al estado de ebriedad. Los que dicen gobernar lo hacen con las patas y van a Sudáfrica a competir por el honor nacional. El entrenador de la selección futbolera deviene en ideólogo y el país entero queda a merced de las patadas y las zancadillas. El aula y la plaza pública adquieren la modalidad democrática de garantizar la oportuna información sobre el acontecer de la gestión patriótica de nuestros héroes de pantalón corto. Los mineros y los electricistas, los maestros y los campesinos, los que resisten en San Juan Copala y tantos otros agraviados luchadores sólo son traidores que pretenden distraer la atención, para que la gente se mantenga en la oscuridad e ignore la lucha de nuestra insigne selección nacional de futbol, digna actriz en la puesta en escena que conmemora el bicentenario de la independencia y el centenario de la revolución.
La emblemática mina de Cananea volvió a ser el escenario de la aplicación de la violencia como instrumento del estado en obsequio a los caprichos del poderoso dueño y patrón. En domingo, por la noche y en vísperas del esperado partido inaugural de la contienda futbolera, la fuerza pública se apoderó de la mina resguardada por los trabajadores en huelga. Tres años de conflicto y de oídos sordos. Ni un ápice de voluntad para atender las demandas de los trabajadores reclamantes de condiciones mínimas de seguridad. Designio absoluto para destruir la organización sindical independiente; persecución judicial contra dirigentes incómodos. La ley del garrote en su apogeo.
Pocos días antes, la misma historia registraron los electricistas de Cuernavaca, cuya única misión era el resguardo de los equipos y materiales de las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro, estando en litigio la legalidad del decreto de extinción. La heroica huelga de hambre de casi un centenar de hombres y mujeres del Sindicato Mexicano de Electricistas no merece mayor atención por la autoridad, la que invita a dialogar siempre y cuando no implique negociar: te oigo pero no te atiendo, es la respuesta. Demandas judiciales contra los dirigentes acusados de provocar los accidentes que, por la obsolescencia de las instalaciones y la impericia de los esquiroles improvisados para operarlas, se registran en el servicio eléctrico de la zona central del país. Háganle como quieran. Palo dado ni Dios lo quita.
¿Qué pretenden? Cuesta trabajo aceptarlo, pero todo indica que la intención del régimen es orillar a la población a desesperarse y abandonar la vía pacífica que ha caracterizado a sus reclamos. Al no dejar otra salida a las demandas, empujan hacia la violencia para justificar la represión masiva y la instauración de un régimen de facto. No sería extraño que el espurio Calderón, ante la certeza de perder todas las elecciones de este año y las por venir, decida seguir imponiéndose por la fuerza, tal como lo hizo desde el principio de su fraudulenta toma del poder. Imponer el miedo y gobernar por decreto son secuencia de la misma película, por cierto, ya muy vista en el mundo, pero que resulta estreno para los mexicanos. Ni en los más oscuros episodios de la historia priísta se vivió tal grado de violencia institucional. El crimen organizado no está en la calle sino en palacio. Desde ahí se provoca y desde ahí se reprime. Ya no puede explicarse lo que sucede con el simple expediente de la estupidez de Calderón, sería demasiado; sólo cabe la suposición de la perversidad en el designio de quien, a la mala, juró cumplir con la Constitución.
Me queda claro que, aún en las condiciones de cerrazón imperantes, la violencia no puede ser nuestra respuesta ciudadana, por más que se antoje. No tenemos más instrumento que lograr que sea insoportable la presión de la movilización popular y, para ello, habrá que combatir la desinformación y el control mediático de las mentes. Concientizar y organizar son nuestros únicos instrumentos. No caben la contemporización ni la negociación, los hechos lo están demostrando. ¿De qué le ha servido a la llamada izquierda moderna su talante negociador? Entregaron la dignidad y sólo migajas reciben a cambio; el caso del candidato a gobernador de Quintana Roo es ejemplar: pueden participar en el ejercicio de gobernar, pero sólo en tanto que sea para acompañar al régimen en sus imposiciones legislativas. Nada de gobiernos perredistas, ni aunque sean de mentiritas.
Yo sigo esperanzado en lo que pueda suceder en Europa, aunque también observo la misma táctica de los oídos sordos y del tolete enhiesto. Todos aspiran al paro nacional para detener las perversas medidas económicas que se les imponen a los países endeudados, que no significan otra cosa que quitarles a los trabajadores parte significativa de su ingreso para pagar la deuda de los ricos. Sin embargo, pasan los días y nada sucede todavía. Me temo que se pueda desinflar y no les quede de otra que apechugar. Ojalá me equivoque.
Los trogloditas están en el poder, a no dudarlo. La humanidad tendrá que derrocarlos. Así sea.
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