Víctor Flores Olea
Ahora no está ya Carlos presente, pero sí su ironía, su agudeza e inteligencia crítica, que nos acompañarán siempre y siempre nos harán falta. ¿Quién será ahora el cronista de la vida pública (y privada) de México? ¿Quién será el ácido narrador de la estupidez? Nadie, porque es imposible llenar esa función. En cierta manera, México se ha quedado en la orfandad, sin un guía intelectual del pensamiento laico, de la seriedad y de la liviandad. Ése fue Carlos Monsiváis, el Voltaire de nuestro tiempo y lugar. Se ha ido, es verdad, pero queda su obra, como el viernes se fue José Saramago y hace apenas unos días más Bolívar Echeverría, que tampoco están pero cuya obra permanece. Estamos de luto que también es un luto festivo por la fortuna de haber vivido en su(s) momento(s), la felicidad retrospectiva de haber gozado de su inteligencia y saber. Pero, ¿por qué se han ido como en parvada?
En sus reflexiones del 16 de junio Fidel Castro combina algunos comentarios sobre el Mundial de Futbol con acontecimientos de política internacional de la mayor gravedad. Me atrevo a seguir el mismo procedimiento, pero refiriéndome a una variedad de escandalosos hechos mexicanos que se acumulan escandalosamente.
Difiero a medias del gran revolucionario y estadista en su pronóstico sobre el resultado final de la Copa: creo que no estarán en la pelea Inglaterra y Alemania (las viejas potencias se marchitan), aunque sí Argentina, Brasil, Holanda y muy probablemente España. ¿El mejor? Hasta hoy Argentina, por un buen trecho, pero recordemos que el balón es redondo y que en este campo no valen las profecías, aunque sí decir que, en general, el "nuevo mundo" latinoamericano se muestra en la cancha más dinámico y promisorio que los equipos de otras regiones y continentes. Más creativo y determinado, lo cual pienso que refleja la voluntad transformadora del continente. ¿Al final de cuentas el resultado de la Copa Mundial de Sudáfrica traducirá esta situación? (No tan novedosa puesto que ya en Sudamérica se sitúan los mayores triunfadores históricos: cinco veces Brasil, dos Argentina, dos Uruguay).
Es verdad, torneos como éste resultan "opios del pueblo". Sin embargo, la Copa Mundial de Sudáfrica, a querer o no, nos induce a pensar en los rezagos abismales de ese continente y en sus avances, precarios, que sin embargo despiertan solidaridad con los sufrimientos de sus mayorías, tan lejanas y cercanas a nosotros.
Pero para quien escucha, por arriba de la fiesta (alienada) del balompié, está presente también en México el traqueteo de las ametralladoras que nos recuerda dramáticamente la fragilidad de la vida en nuestro país, con abundantes asesinatos en que han caído pandilleros y mafiosos, agentes de la seguridad y abundantes "daños colaterales", entre los más terribles la muerte de niños incluso a manos de patrulleros fronterizos que disparan a territorio mexicano. Sin ahorrar a luchadores por los derechos humanos, que también han caído asesinados y cuyos responsables ¿permanecerán? en la oscuridad. Sin olvidar que en esta "administración" culmina la destrucción del derecho de huelga (Arnaldo Córdova dixit).
¿Respuestas? Idéntica letanía oficial sobre la necesidad de la guerra contra el crimen organizado, con la novedad de que en su largo "manifiesto" publicado el domingo 13 de junio Felipe Calderón, a diferencia de lo que él mismo ha repetido mil y una veces, propone llamar "lucha por la seguridad pública".
Sí, aquí y allá algunos mínimos trazos de enmienda, de corrección técnica y organizativa dentro de las policías y del Ministerio Público, en que apenas se roza el tema central de la corrupción, y planes para ahondar la prevención del delito. Pero sin aludir a medidas de fondo para encontrar y evitar el lavado de dinero: claro, en este campo está vedado lo que huela a mayor control fiscal porque se pisarían callos de interés intocable. Escrito presidencial sin trascendencia porque es mayúsculo el escepticismo ciudadano sobre las palabras y acciones oficiales. Escrito, además, que hubiera tenido más sentido al inicio de la guerra, cuando Felipe Calderón sacó de los cuarteles al Ejército, que en este cuarto año de gobierno.
Sin contar con que su "administración" rompe el récord de reclamos sobre violación de derechos humanos, sin impulsar el Ejecutivo las iniciativas presentadas ya en el Legislativo. Y no sólo ausencia de impulsos sino congelamiento de iniciativas respetables, como las que se presentaron en materia de medios de comunicación, frenadas por instrucción de Los Pinos (¿o del duopolio televisivo?). ¿Se percibe por qué la ausencia de credibilidad, que llega hasta la deslegitimación del poder público?
Podría continuarse la enumeración de las carencias gubernamentales que convierten a este sexenio, como a varios anteriores, en un tiempo perdido para el bienestar de la mayoría de mexicanos. Tiempo perdido por la ausencia de visión gubernamental sobre el futuro de México y sus necesidades inaplazables: trabajo, educación, salud, vivienda.
Ausencia de claridad que nos hace pensar en la necesaria transformación del país en el horizonte de 2012. Necesaria transformación que apenas nubla provisionalmente la justa del mundo redondo pero que no borra el hecho de que está compuesto de infinidad de estratos y condiciones, de insoportable desigualdad, injusticia y crímenes, como lo pensaron y dijeron Carlos Monsiváis, José Saramago, Bolívar Echeverría. Aunque también pensaron y dijeron que había salidas y soluciones.
Ahora no está ya Carlos presente, pero sí su ironía, su agudeza e inteligencia crítica, que nos acompañarán siempre y siempre nos harán falta. ¿Quién será ahora el cronista de la vida pública (y privada) de México? ¿Quién será el ácido narrador de la estupidez? Nadie, porque es imposible llenar esa función. En cierta manera, México se ha quedado en la orfandad, sin un guía intelectual del pensamiento laico, de la seriedad y de la liviandad. Ése fue Carlos Monsiváis, el Voltaire de nuestro tiempo y lugar. Se ha ido, es verdad, pero queda su obra, como el viernes se fue José Saramago y hace apenas unos días más Bolívar Echeverría, que tampoco están pero cuya obra permanece. Estamos de luto que también es un luto festivo por la fortuna de haber vivido en su(s) momento(s), la felicidad retrospectiva de haber gozado de su inteligencia y saber. Pero, ¿por qué se han ido como en parvada?
En sus reflexiones del 16 de junio Fidel Castro combina algunos comentarios sobre el Mundial de Futbol con acontecimientos de política internacional de la mayor gravedad. Me atrevo a seguir el mismo procedimiento, pero refiriéndome a una variedad de escandalosos hechos mexicanos que se acumulan escandalosamente.
Difiero a medias del gran revolucionario y estadista en su pronóstico sobre el resultado final de la Copa: creo que no estarán en la pelea Inglaterra y Alemania (las viejas potencias se marchitan), aunque sí Argentina, Brasil, Holanda y muy probablemente España. ¿El mejor? Hasta hoy Argentina, por un buen trecho, pero recordemos que el balón es redondo y que en este campo no valen las profecías, aunque sí decir que, en general, el "nuevo mundo" latinoamericano se muestra en la cancha más dinámico y promisorio que los equipos de otras regiones y continentes. Más creativo y determinado, lo cual pienso que refleja la voluntad transformadora del continente. ¿Al final de cuentas el resultado de la Copa Mundial de Sudáfrica traducirá esta situación? (No tan novedosa puesto que ya en Sudamérica se sitúan los mayores triunfadores históricos: cinco veces Brasil, dos Argentina, dos Uruguay).
Es verdad, torneos como éste resultan "opios del pueblo". Sin embargo, la Copa Mundial de Sudáfrica, a querer o no, nos induce a pensar en los rezagos abismales de ese continente y en sus avances, precarios, que sin embargo despiertan solidaridad con los sufrimientos de sus mayorías, tan lejanas y cercanas a nosotros.
Pero para quien escucha, por arriba de la fiesta (alienada) del balompié, está presente también en México el traqueteo de las ametralladoras que nos recuerda dramáticamente la fragilidad de la vida en nuestro país, con abundantes asesinatos en que han caído pandilleros y mafiosos, agentes de la seguridad y abundantes "daños colaterales", entre los más terribles la muerte de niños incluso a manos de patrulleros fronterizos que disparan a territorio mexicano. Sin ahorrar a luchadores por los derechos humanos, que también han caído asesinados y cuyos responsables ¿permanecerán? en la oscuridad. Sin olvidar que en esta "administración" culmina la destrucción del derecho de huelga (Arnaldo Córdova dixit).
¿Respuestas? Idéntica letanía oficial sobre la necesidad de la guerra contra el crimen organizado, con la novedad de que en su largo "manifiesto" publicado el domingo 13 de junio Felipe Calderón, a diferencia de lo que él mismo ha repetido mil y una veces, propone llamar "lucha por la seguridad pública".
Sí, aquí y allá algunos mínimos trazos de enmienda, de corrección técnica y organizativa dentro de las policías y del Ministerio Público, en que apenas se roza el tema central de la corrupción, y planes para ahondar la prevención del delito. Pero sin aludir a medidas de fondo para encontrar y evitar el lavado de dinero: claro, en este campo está vedado lo que huela a mayor control fiscal porque se pisarían callos de interés intocable. Escrito presidencial sin trascendencia porque es mayúsculo el escepticismo ciudadano sobre las palabras y acciones oficiales. Escrito, además, que hubiera tenido más sentido al inicio de la guerra, cuando Felipe Calderón sacó de los cuarteles al Ejército, que en este cuarto año de gobierno.
Sin contar con que su "administración" rompe el récord de reclamos sobre violación de derechos humanos, sin impulsar el Ejecutivo las iniciativas presentadas ya en el Legislativo. Y no sólo ausencia de impulsos sino congelamiento de iniciativas respetables, como las que se presentaron en materia de medios de comunicación, frenadas por instrucción de Los Pinos (¿o del duopolio televisivo?). ¿Se percibe por qué la ausencia de credibilidad, que llega hasta la deslegitimación del poder público?
Podría continuarse la enumeración de las carencias gubernamentales que convierten a este sexenio, como a varios anteriores, en un tiempo perdido para el bienestar de la mayoría de mexicanos. Tiempo perdido por la ausencia de visión gubernamental sobre el futuro de México y sus necesidades inaplazables: trabajo, educación, salud, vivienda.
Ausencia de claridad que nos hace pensar en la necesaria transformación del país en el horizonte de 2012. Necesaria transformación que apenas nubla provisionalmente la justa del mundo redondo pero que no borra el hecho de que está compuesto de infinidad de estratos y condiciones, de insoportable desigualdad, injusticia y crímenes, como lo pensaron y dijeron Carlos Monsiváis, José Saramago, Bolívar Echeverría. Aunque también pensaron y dijeron que había salidas y soluciones.
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