El crimen goza de cabal salud

Martha Anaya / Crónica de Política

El general Jorge Carrillo Olea está por cumplir 73 años. Vive actualmente en Cuernavaca, Morelos, con algunas dolencias físicas que conlleva la edad, pero a pesar de ello –y de los avatares por lo que transitó su vida política—, su mente está más que lúcida.

En sus “buenos tiempos” –como director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) al final del sexenio de Carlos Salinas de Gortari y al frente de la Atención de Delitos contra la Salud de la Procuraduría general de la República– se distinguió por el ingenio en su conversación: mordaz y plagada de metáforas y aforismos, cuando tocaban temas más allá del bien y del mal; pero cuando se trataba de asuntos serios, todo en él eran insinuaciones y frases cifradas aparejadas de breves sonrisas y el toque de su mano en el brazo de su interlocutor, que había que intentar develar.

Su caída del gobierno de Morelos hace 12 años (fue gobernador de 1994 a1998) ante la inminencia de ser sujeto a juicio político por los escándalos de secuestros y asesinatos en que se vieron envueltos algunos de sus colaboradores, además de la amenaza que le hizo Ernesto Zedillo de llevarlo a proceso penal por presuntos vínculos con el narcotráfico, hicieron de Jorge Carrillo Olea una especie de lobo estepario.

Es ahora desde ahí, desde su madriguera, que a la fecha lee y revisa con particular cuidado periódicos y revistas; desempolva documentos; habla con algunos de sus amigos –muy selectos– que le acompañaron en su paso por la milicia y la Procuraduría General de la República, y que analiza, analiza y analiza.

Y es a partir de ahí y de su formación, que Carrillo Olea plantea y crea escenarios; que una y otra vez levanta la voz para alertar que el camino que se ha tomado en esta “guerra” contra el narcotráfico, tal y como se está llevando, es una guerra perdida. Comenzó mal.

El Arte de la Guerra, de Tsun Tzú advierte: “La razón de que un soberano brillante y un sabio general conquisten el enemigo dondequiera que vayan, y de que sus logros sobrepasen a los del hombre común es un conocimiento previo de la situación del enemigo. Ese `conocimiento previo` no puede obtenerse de los espíritus ni de los dioses ni por analogía con hechos pasados ni mediante cálculos astrológicos. Siempre debe obtenerse de hombres que conocen la situación del enemigo: de los espías”.

El general Carrillo Olea sonríe amargamente cuando escucha decir que se va ganando la guerra, que son los criminales quienes van perdiendo, que son ellos quienes se matan entre sí y que sólo un 10% son “daños colaterales”.

Los narcos –apunta y muestra su última artículo en La Jornada–, “tienen al gobierno contra la pared. Tienen al gobierno prisionero, al Ejército en retirada, a sus generales ya cansados, sin convencimiento, reacios a arriesgar el pellejo. Hay muertos y más muertos, candidatos y sus familias asesinados o renunciantes, y la policía a cada paso con peores señas de corrupción, de infiltración y de insuficiencia

En cambio, sostiene, el crimen “goza de cabal salud, como lo ha demostrado la entrevista de Julio Scherer al Mayo Zambada y hasta el momento, la desaparición forzada de Diego y lo que venga después”.

El crimen goza de cabal salud, insiste, “porque tiene todo el dinero imaginable y dispone de una marea de inclusión social que está dispuesta a lo que sea por la expectativa de unos pocos o muchos miles de pesos”, y lo mismo han reclutado a políticos, militares y policías de poca monta, “pero quién sabe qué más o hasta dónde llegue la infestación”.

Y si de guerra se trata, anota carrillo Olea, los criminales ya dominan los cuatro factores de la guerra: el humano, el territorial, el económico y el material.

Disfrutan además de la concepción de operaciones y del ejercicio del mando, de una acción francamente ofensiva. Aplicarán la libre elección de objetivos, la sorpresa, la sencillez de las operaciones, su seguridad; emplearán la fuerza exactamente en el lugar, magnitud e intensidad necesarios para alcanzar sus fines.

Todo ello, concluye el general, “contrasta con la multiplicidad de mandos, la confusión de órdenes y constantes traspiés que se evidencian en el oficialismo”.

Es así que no da marcha atrás en su aseveración: El crimen goza de cabal salud.., por más que los discursos oficiales digan otra cosa.

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