SOBRE LA AHORA llamada “lucha por la seguridad” (jejeje), hay quienes, como don Emilio Treviño conceden que, medianamente, tiene razón el señor Felipe Calderón cuando afirma que el Estado mexicano no está en guerra contra el narcotráfico, y que la violencia creciente en que está inmerso el país se debe en lo primordial a enfrentamientos entre grupos criminales.
En los hechos, explica, mucha gente piensa que el gobierno no está combatiendo al narcotráfico. Si lo persiguiera, el narco respondería con una violencia inusitada y terrible, de tal alcance que podría derrotar al gobierno. Ya lo estamos viendo con eventos como el desquiciamiento metropolitano el 10 de junio en la segunda ciudad en importancia del país, Monterrey, cuando en acciones relámpago bien coordinadas, se bloquearon 41 puntos viales en la ciudad; el riesgo para el gobierno se comprueba también con la emboscada contra policías federales en Zitácuaro, Michoacán, donde narcotraficantes eliminaron a doce federales e hirieron a muchos más. De dirigir en verdad el narco su violencia y capacidad contra el Estado, se estaría en riesgo del colapsamiento de la endeble gobernabilidad en México. El teatro de la guerra se está manifestando cada vez más en zonas urbanas, metropolitanas, en las que la autoridad se halla en franca desventaja.
Y aventura don Emilio: En ese sentido, es cuestión de tiempo la derrota absoluta de la estrategia de Calderón ante el narcotráfico e incluso el derrumbe de su gobierno.
En un bienvenido correo, el lector Treviño señala que la importancia del teatro urbano de violencia en México elevará exponencialmente las dificultades para el gobierno. Comenta que recién leyó un texto especializado sobre un seminario de especialistas militares (“Denying the Widow-Maker; Summary of Proceedings; RAND-DBBL Conference on Military Operations on Urbanizad Terrain”), que le hace aventurar las crecientes dificultades que complicarán más esta lucha idiota, sobre todo por el cada vez crecientemente generalizado frente urbano de enfrentamientos.
Los conferencistas en el seminario efectuado el 24 y 25 de febrero de 1998 en Washington, comenta, se manifestaban preocupados por “la inviablidad de soluciones inmediatas a las limitaciones actuales de operaciones militares en terreno urbano (MOUT, por sus siglas en inglés) y a la altísima probabilidad de que operaciones de este tipo serán esenciales en el corto plazo”.
En el seminario se indicó que “había preocupación generalizada de que la doctrina militar actual recomienda evitar operaciones urbanas, siendo que las tendencias demográficas hacen de tal evasión una alternativa inviable (…) El evitar enfrentamientos militares en áreas urbanas, aun cuando permanece como una alternativa deseable, tiene que ser reconocida como crecientemente inaceptable y no disponible”.
Acerca de las capacidades del ejército norteamericano para operar en áreas urbanas, léase con atención lo siguiente: “El tamaño de muchas ciudades modernas es tal que las misiones tradicionales de ocuparlas y patrullarlas están probablemente más allá de las capacidades del ejército estadounidense en la actualidad y en los años por venir”. Si eso le ocurre al ejército más poderoso del mundo, ¿qué puede suceder con el ejército mexicano?
Aun cuando el libro resume el debate doctrinal antes de la experiencia de la invasión a Irak, no deja de ser ilustrativo: “Las ciudades más grandes en las que fuerzas estadounidenses han conducido operaciones de gran alcance y de combate intenso (i.e. Manila en 1945, Seúl en 1950) tenían poblaciones de un millón, pero su densidad demográfica y su extensión geográfica fueron mínimas en comparación con grandes áreas metropolitanas de la actualidad”.
El analista Eric Larson era citado para recordar que por el combate en áreas urbanas “…aun pequeños números de bajas pueden ser suficientes para erosionar el apoyo público para la intervención”.
Otro especialista, Russell W. Gleen, definía el éxito militar, de la siguiente manera: éxito = cumplimiento de la misión militar + bajas militares propias en rango razonable + número tolerable en bajas de no combatientes
El combate urbano, donde están mezclados sin distinción enemigos con civiles, significaría “entrenar soldados y marinos en la aplicación de lo que un conferencista llamó ´el switch´, o sea, una transición instantánea de un tipo de conducta y preparación mental, a otra, como demandase la situación”, circunstancia a años luz de aplicable en las fuerzas armadas mexicanas.
En la lucha urbana, se lee en el texto, el punto de contacto promedio entre combatientes, es de 35 metros, dándose el caso de que puntos frecuentes de contacto ocurran entre los 15 centímetros y los 15 metros; y sólo en casos raros, el punto de contacto sucede en rangos de 150 metros, lo cual es la norma en el combate rural, combate en el cual se basa el entrenamiento del soldado estándar.
En resumen, el tipo de enfrentamiento que más empezará a ocurrir en México será en áreas urbanas, es decir, un tipo de combate para el cual las tropas mexicanas no están preparadas ni lo estarán siquiera en el largo plazo, lo cual avizora mayores complicaciones para la estrategia de Calderón. En ese sentido, no sería raro un colapsamiento de su gobierno, si en verdad los narcotraficantes respondieran con violencia a las mediocres maniobras del Estado.
Índice Flamígero: Tenía razón Carlos Monsiváis cuando afirmaba: “México no existe… Es el sueño de un mariguano al que se le está acabando la bacha”. Descanse en paz el cronista, literato y defensor de las causas sociales más justas.
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