El caso Diego

Jorge Meléndez Preciado

Han pasado muchos días -al entregar esta colaboración- y la ausencia de Diego Fernández de Cevallos está más oscura que al principio. Es cierto, se ha descartado que una organización guerrillera lo secuestrara, gracias al comunicado valiente y preciso del EPR; asimismo que el narco haya llevado a cabo esa acción criminal, pues se han diluido las sospechas de que se detuvo a Ignacio Coronel, hombre importante del cartel de Sinaloa, ya que rumores insistentes anotaban que el abogado sería la pieza clave para intercambiar levantados.

Las pesquisas, hasta donde se sabe, apuntan a que los captores son agraviados por acciones del político albiazul o, incluso, parientes del mismo pueden estar tras la desaparición del individuo de la barba.

Ello fue reforzado hace días por un comunicado de la familia del exsenador donde pedía a los secuestradores que se pusieran en contacto para negociar el rescate.

Quien dio a conocer el texto, fue ni más ni menos que un exprocurador general de la República, y socio principal del hombre con el puro siempre, Antonio Lozano Gracia, cuestión importante en todos sentidos.

La bomba explotó luego que Felipe Calderón insistió que la famosa guerra contra la droga es un éxito -lo cual repitió ante la televisión española en su gira por Europa-, y que el problema está en las percepciones y en la forma de comunicar los acontecimientos. A partir de entonces, tuvimos diversas reacciones mediáticas y políticas que vale la pena señalar.

En twitter y facebook existe un desbordamiento social. Va de lo mesurado (pocos) a lo airado (la mayoría), pasando por la tontería.

Muchos han expresado lo terrible de que un personaje de esa importancia política -coincidamos o no en sus actuaciones públicas- desaparezca y la justicia sea lenta, torpe, incoherente. Una mayoría ha dado a conocer su ira contra dicho personaje, aunque en el fondo se advierte una condena implícita a todos los políticos, ya que las condiciones sociales de la mayoría de la población son deplorables y van a la baja, a pesar de lo que se pregone. Y el prototipo del apresuramiento y la verborrea fue Manuel Espino, quien dio por muerto y enterrado a Diego por un correo que supuestamente le llegó a su celular.

Tenemos pues, una situación novedosa, en la cual la participación es abundante, caótica y sin freno. Algo que debemos examinar porque el acontecimiento que nos ocupa es un detonante de lo que viene en los próximos años.

Frente a ello, la versión oficial ha sido patética. Luego de infinidad de horas de confusión, se tomó la determinación que el vocero de la PGR, Ricardo Nájera, fuera el encargado gubernamental de informar. Lo primero que salta a la vista es la incongruencia, pues la procuraduría federal no es la que tiene en sus manos el asunto, sino una todavía más inútil dependencia, la del estado de Querétaro.

Nájera, como se acostumbra, hizo una gira por los medios, especialmente radiotelevisivos. Las versiones, obviamente, fueron muy parecidas. Aunque cuando se le preguntó acerca de las tijeras encontradas en el vehículo y la cantidad de sangre recopilada (noticiario de Carlos Urdiales y participación de Raymundo Riva Palacio), no supo qué decir: fue escueto a veces y cantinfleó en otras.

Una vez más se demostró que no hay preparación en el mundo oficial para enfrentar las contingencias. Y ello se debe a varios motivos: tenemos versión única que ya cansa: "seguiremos adelante para combatir a los malos", no existe teoría de los escenarios, se desprecia a los periodistas, medios y opinión pública, se parte mal de la teoría goebbeliana que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad y se cree que encerrados con publicistas y encuestadores se puede dibujar un país maravilloso.

Hay preguntas que siguen latentes y nadie hace el mínimo esfuerzo por responderlas, desde cómo penetraron los que se llevaron a Diego hasta si es verdad que la foto aparecida en facebook es cierta.

De repente, en el principal noticiario de Televisa, se dice que no se informará más del asunto para no entorpecer las investigaciones y cuidar la vida del desaparecido. Hecho inédito en la historia de la telera Mexicana. Algo que muestra, sin tener los detalles finos a la mano, que el dirigente albiazul es un individuo excepcional para quien acapara siete de cada 10 pantallas en México. Y que quizá tenga negocios oscuros con el consorcio de Emilio Azcárraga.

Se puede argumentar que se hace por un código de ética de Chapultepec 18, pero el argumento es endeble, a todas luces, ya que esa norma no ha regido nunca.

Es necesario referirnos al comunicado del EPR. Luego de lamentarse del acontecimiento que vive Diego y solidarizarse con la familia del señor, dicen correctamente: por qué no se hizo el mismo esfuerzo oficial en el caso de Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Cruz Sánchez, secuestrados hace tres años. Y anota bien Miguel Ángel Granados Chapa en sendos artículos (Reforma, 17 y 18 de mayo), hay más personas a las que aparentemente se las tragó un pantano y no se encuentran.

Políticamente es obvio y lo decíamos hace poco, la situación se pone color de hormiga. Ante los asesinatos políticos, deserciones de candidatos y lo apretado de las elecciones en Yucatán y las que seguramente ocurrirán en otras entidades, el clima tiende a ser realmente inquietante.

¿Tendrá la clase política la sensibilidad para salir adelante de los líos actuales? Lo sabremos pronto.

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