Inminentes próximas imágenes comunes bajo el gobierno de Calderón
Resistencia Social / Correo del blog RMX
¿El asesinato del candidato priísta a gobernador en Tamaulipas es un augurio de mayor descomposición en el país? ¿Se incrementará la violencia que domina a México desde que Felipe calderón asumió la presidencia en 2006? Todo apunta a que así ocurrirá.
Es sorprendente el nivel de incredulidad y desconfianza social hacia la reiterada afirmación gubernamental de que se está combatiendo el crimen y el narcotráfico.
Cuando yo auguraba respuestas violentísimas desde el crimen organizado a la política oficial de combate a la inseguridad, resultaba común la certeza social de que NO EXISTIRÍA NINGUNA RESPUESTA VIOLENTA DEL NARCOTRÁFICO, porque, por principio de cuentas, me decían -bastante convencidos muchos interlocutores-, es mentira que el gobierno esté combatiendo el narcotráfico. Entonces, como el gobierno en realidad no combate al narcotráfico, pues no puede existir reacción violenta del narco porque no lo están combatiendo. Es más, me decían, la clase gobernante y el narcotráfico son uno y el mismo.
Si aceptamos esa hipótesis, entonces ¿qué ocurriría si se rompen acuerdos, tratados, amarres, pactos, negocios, componendas, alianzas? ¿Qué ocurrirá si el narco considera que sí lo está combatiendo el gobierno? Bueno, entonces pueden ocurrir sucesos como el asesinato de políticos, lo que parece ya prendió la alarma de la clase en el poder, porque ya los están tocando a ellos (además, según Calderón, el 90% de muertos en su guerra provienen de combates entre los propios delincuentes; ergo, la gente de bien nada tendríamos qué temer).
En ese sentido, en el terreno del ejercicio de la violencia, quizá no estemos lejos de la aparición gradual y creciente de los ataques con carros-bomba, una tecnología de guerra que no se ha empleado de modo masivo en el país, pero quizá estaríamos en los umbrales.
Para ello, retomo un e mail que circulé hace años sobre la técnica de los carros-bomba (correo que por cierto, nadie peló, jeje). El texto resulta vigente, me parece. Así decía:
Resistencia Social / Correo del blog RMX
¿El asesinato del candidato priísta a gobernador en Tamaulipas es un augurio de mayor descomposición en el país? ¿Se incrementará la violencia que domina a México desde que Felipe calderón asumió la presidencia en 2006? Todo apunta a que así ocurrirá.
Es sorprendente el nivel de incredulidad y desconfianza social hacia la reiterada afirmación gubernamental de que se está combatiendo el crimen y el narcotráfico.
Cuando yo auguraba respuestas violentísimas desde el crimen organizado a la política oficial de combate a la inseguridad, resultaba común la certeza social de que NO EXISTIRÍA NINGUNA RESPUESTA VIOLENTA DEL NARCOTRÁFICO, porque, por principio de cuentas, me decían -bastante convencidos muchos interlocutores-, es mentira que el gobierno esté combatiendo el narcotráfico. Entonces, como el gobierno en realidad no combate al narcotráfico, pues no puede existir reacción violenta del narco porque no lo están combatiendo. Es más, me decían, la clase gobernante y el narcotráfico son uno y el mismo.
Si aceptamos esa hipótesis, entonces ¿qué ocurriría si se rompen acuerdos, tratados, amarres, pactos, negocios, componendas, alianzas? ¿Qué ocurrirá si el narco considera que sí lo está combatiendo el gobierno? Bueno, entonces pueden ocurrir sucesos como el asesinato de políticos, lo que parece ya prendió la alarma de la clase en el poder, porque ya los están tocando a ellos (además, según Calderón, el 90% de muertos en su guerra provienen de combates entre los propios delincuentes; ergo, la gente de bien nada tendríamos qué temer).
En ese sentido, en el terreno del ejercicio de la violencia, quizá no estemos lejos de la aparición gradual y creciente de los ataques con carros-bomba, una tecnología de guerra que no se ha empleado de modo masivo en el país, pero quizá estaríamos en los umbrales.
Para ello, retomo un e mail que circulé hace años sobre la técnica de los carros-bomba (correo que por cierto, nadie peló, jeje). El texto resulta vigente, me parece. Así decía:
Hay un libro interesante, Buda´s Wagon, a Brief History of the Car Bomb, de Mike Davis, que narra la evolución de esta arma, desde la carreta tirada por caballo y cargada con explosivos, que explotó en la esquina de Broadway y Wall Street, en Manhattan, causando 40 muertos y 200 heridos en septiembre de 1920.
Como ejercicio reflexivo, la lectura del libro es ilustrativa, y sólo menciono algunas líneas. Por ejemplo, Davis explica que el uso del carro bomba no estuvo totalmente conceptualizado como arma de guerra urbana sino hasta 1947, en Palestina, cortesía de grupos zionistas aterrorizando árabes.
El autor indica que entre 1992 y 1999, unos 25 grandes ataques con carros bomba en 22 ciudades distintas del mundo produjeron mil 337 muertes e hirieron a doce mil personas.
En Irak, durante dos años, entre julio de 2003 y junio de 2005, los carros bomba provocaron nueve mil victimas, entre muertos y heridos (una acotación de Davis sobre el éxito de los carros bomba contra la ocupación gringa de Irak, cita a The New York Times: “para julio de 2006, había un estimado de seis mil puntos de revisión militar (sólo) en Bagdad, controlados por 51 mil hombres, entre policías y soldados, y aún así los operadores de carros bomba situaban sus vehículos mortales con una periodicidad diaria”. Qué tal).
¿Por qué son tan preferidos los carros-bomba por quienes los emplean? :
1. Los vehículos bomba han comprobado poder sorprendente y eficiencia destructiva.
2. Los carros bomba son “ruidosos” en todos los sentidos (su ocurrencia es imposible de negar o censurar mediáticamente).
3. Los carros bomba son extraordinariamente baratos (por ejemplo, Ramzi Yousef, quien atacó el World Trade Center en 1993, aseguraba que además de los tres mil 615 dólares de los explosivos, los cargos más onerosos resultaron ser las llamadas telefónicas; la explosión de sus carros bomba de 1993 en las torres gemelas en Nueva York provocaron mil millones de dólares en pérdidas).
4. Los carros bomba son operativamente simples de organizar (dos simples ex soldados, Timothy McVeigh y Terry Nichols se bastaron para volar el edificio Oklahoma City y matar a 168 personas en Estados Unidos).
5. El efecto de los carros bomba es indiscriminado, los “daños colaterales” son inevitables. Si la lógica del ataque es matar civiles y expandir el pánico, operar una estrategia de tensión o para sólo desmoralizar una sociedad, los carros bomba son ideales.
6. Los carros bomba son altamente anónimos y dejan mínima evidencia forense.
La experiencia más cercana (en lo geográfico) para Latinoamérica en lo referente a carros bomba sucedió en colombia, con el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria. A fines de los 80´s, cuando el gobierno cedió a las presiones gringas para extraditar narcos a estados unidos, Pablo Escobar desató una oleada de terror cuyo eje fue atacar casi indiscriminadamente en las ciudades con carros bomba. Y digo que atacó casi indiscriminadamente, porque sus objetivos fueron los narcos enemigos, funcionarios de gobierno, cuarteles policiales, y (sobre todo), centros de esparcimiento de las clases medias y burguesas.
(O sea, que no van a darse bombas en el metro o en los peseros o en el metrobús, o en mercados públicos).
Escribe Mark Davis (pág. 113) “Enfrentada con una carnicería creciente en sus propias calles y centros comerciales, la clase media colombiana gritó ´basta´. Las tácticas de Pablo resultaban efectivas. Su campaña de bombazos había aterrorizado a la gente, y las encuestas mostraban un creciente deseo de hallar un trato para poner fin a la violencia”. A final de cuentas, el presidente colombiano Gaviria cedió en 1991 y negoció con Escobar. Pablo fue encerrado en una cárcel “a modo”, de la que se fugaría un año después, cuando se pretendió retirarle todas sus concesiones carcelarias.
De vuelta a las calles, Escobar Gaviria reanudó su campaña de terror con carros bomba durante 18 meses, hasta su muerte, en diciembre de 1993. Pablo Escobar fue cazado por “los pepes”, un grupo paramilitar organizado por el gobierno colombiano y Estados Unidos, para responder a Gaviria también con carros bomba y el asesinato de sus operadores. Es decir, que el gobierno colombiano en lugar de sólo detener a la gente de Gaviria, la asesinó a sangre fría, sin proceso y sin juicio.
Vista la experiencia colombiana y aplicable al caso mexicano, es identificable que Escobar emprendió una breve campaña terrorista desde 1989 a 1991 (tres años), tras lo cual la gente se hartó y le retiró su apoyo al gobierno (En el caso de México, Calderón casi no tiene apoyo en ese sentido)
El alcohólico ocupante de Los Pinos cree que puede hacer lo que se le antoje. No se da cuenta que a mediano plazo la gente se cansa, se harta y retira el apoyo (apoyo social que en realidad no existe en estos momentos hacia el borrachín), convirtiéndose las ocurrencias en factores contraproducentes para el gobierno. El loco hitler también aseguraba tener el apoyo del pueblo alemán durante la segunda guerra mundial, pero lo cierto es que la gente estaba agotada y desesperanzada. Ningún apoyo (que en el caso mexicano dudo que exista) dura siempre.
En la ruta evolutiva de la violencia creciente en México, un escenario potencial prevería la aparición del carro bomba como herramienta de guerra. Quizá los narcos no lo han pensado o imaginado, o quizá carecen del know how, carencia ésta remediable con la aplicación intensiva de capacitación de recursos humanos. Los objetivos potenciales de los carros bomba son, asimismo, previsibles: primero, sedes identificables de grupos rivales (¿acaso no en Ciudad Juárez están incendiando negocios de los contrarios?); también cuarteles policiales; edificios públicos, y por último y en caso extremo, sitios públicos frecuentados por las clases medias y burguesas, a las que se les atribuye (no sin razón) adecuado poder de cabildeo e influencia sobre el poder público (¿no fue el secuestro y muerte de hijos de millonarios lo que catalizó las dos marchas contra la inseguridad en México, en 2004 y 2008?; por cierto, Pablo Escobar atacaba con carros bomba discotecas y “antros”, según el lenguaje fresa).
El panorama es desolador, por realista. Concluyo reproduciendo el proverbio checheno que ilustra el libro de Mark Davis:
“¿cómo puedes dormir con la muerte rondando justo a la vuelta de la esquina?” Hasta ahí mi correo de hace tiempo.
Pero estemos tranquilos: no habrá carros bomba indiscriminados; porque además, si le creyéramos a Calderón, Aguilar Camín y demás changos, la mayor parte de muertos son criminales. Tuvo que ser ahora que la violencia toca a la clase política, cuando suenan las alarmas. ¿No hay alternativas a la violencia? ¡Claro que las hay! Empieza con la renuncia de Calderón.
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