Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Desde el gobierno y desde los medios de información convertidos en voceros de los poderes fácticos, no se hablan sino linduras de la globalización y sus beneficios. El cerebro y la lengua se les deshacen en la búsqueda de adjetivos adecuados para adormecer a la sociedad, para que la inerme población permanezca tranquila ante la promesa de que pronto, muy pronto se verá beneficiada en la medida correspondiente a los niveles de sacrificio para pagar los intereses de la deuda externa, aguantar sin decir esta boca es mía la deuda interna y las deficiencias del mercado, las estrecheces del desempleo, el dolor de las fallas en los servicios de salud, la oscuridad de los apagones, el hambre de la pobreza alimentaria, la ignorancia producida por los proyectos educativos, cada sexenio el último, el definitivo.
La realidad es que la delincuencia también se globaliza, lo que no ocurre con las consecuencias de combatirla, por la diversificación de actividades, pues el flagelo del siglo XXI para las sociedades será el tráfico de seres humanos, la “trata”, porque el desempleo propiciado por las nuevas normas económicas es aliviado -no es un contrasentido- por el trabajo esclavo, el trasiego global de estupefacientes de todo tipo, y el contrabando de armas para abastecer a la delincuencia organizada, a los terroristas, piratas y todos aquellos grupos sociales y políticos que viven en la ensoñación de una patria que no lo será más.
En este contexto son muchos los que ven el incierto futuro con toda claridad. Por ejemplo, la congresista Dianna Feinsten, presidenta del Comité Selecto de Inteligencia del Senado de Estados Unidos, asegura que su país está muy interesado en cooperar con México de manera más intensa, porque los cárteles de la droga en México vulneran la soberanía estadounidense; por su lado, John Michael Mc-Connell, ex director Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, sostiene que un error de la seguridad mexicana se centra en concebir que las labores de inteligencia y seguridad sólo se desarrollen dentro de su territorio, por lo que recomienda crear órganos de inteligencia fuera de México, sobre todo por los nexos transnacionales del crimen organizado.
Además, Anthony Placido, administrador asistente de inteligencia de la DEA, y Kevin Perkins, director asistente de investigaciones criminales del FBI, advierten que habrá un incremento de la violencia relacionada con el narcotráfico en México, y consideran que las políticas antidrogas están funcionando, pero urge acelerar los esfuerzos antes de 2012, porque no se sabe si el próximo presidente compartirá el mismo compromiso que el actual gobierno en la lucha contra el crimen organizado. “Tenemos que manejar las expectativas; anticipamos que la violencia horripilante en México podría empeorar antes de mejorar”.
De acá de este lado, Eugenio Clariond Reyes Retana asegura que los grupos criminales están mejor equipados que las fuerzas armadas, por lo que se necesita una mejor estrategia de inteligencia y de seguridad nacional. Puntualiza el empresario: “La estrategia gubernamental de combatir a los traficantes de drogas con el Ejército, por supuesto que es una guerra perdida: nunca la vamos a ganar; conozco empresarios que no han invertido en México debido a que no se sienten seguros porque no hay Estado de Derecho. Desafortunadamente esta guerra ha sido declarada entre el Ejército, con malos salarios, mal equipados y mal capacitados, (que) tiene que luchar contra grupos de narcotraficantes que tienen el equipo más moderno y apoyo de la policía, que es una policía corrupta”.
El corolario son los buenos deseos de Barack Obama, quien por medio de distintas políticas públicas a las seguidas en México, intentará reducir 15 por ciento el consumo de estupefacientes entre los jóvenes y en 40 por ciento el tráfico de enervantes, principalmente la cocaína, en un plazo de cinco años.
No imagino cómo lo hará ni si los poderes fácticos globales se lo permitirán, porque los flagelos del siglo XXI son negocios más que redituables, y los principales beneficiarios radican en Estados Unidos. Claro que el tráfico de personas, la esclavitud, pronto podría superar en ganancias al narcotráfico, y la venta de armas quedar en un solitario tercer lugar; sin embargo, lo único cierto de esto es que México continuará pagando los platos rotos de la globalización de la delincuencia organizada y sus consecuencias, porque no ha sabido hacer valer sus servicios ante los representantes del imperio. Así, pues, continuarán las muertes y la violencia, al menos hasta el 2020.
Desde el gobierno y desde los medios de información convertidos en voceros de los poderes fácticos, no se hablan sino linduras de la globalización y sus beneficios. El cerebro y la lengua se les deshacen en la búsqueda de adjetivos adecuados para adormecer a la sociedad, para que la inerme población permanezca tranquila ante la promesa de que pronto, muy pronto se verá beneficiada en la medida correspondiente a los niveles de sacrificio para pagar los intereses de la deuda externa, aguantar sin decir esta boca es mía la deuda interna y las deficiencias del mercado, las estrecheces del desempleo, el dolor de las fallas en los servicios de salud, la oscuridad de los apagones, el hambre de la pobreza alimentaria, la ignorancia producida por los proyectos educativos, cada sexenio el último, el definitivo.
La realidad es que la delincuencia también se globaliza, lo que no ocurre con las consecuencias de combatirla, por la diversificación de actividades, pues el flagelo del siglo XXI para las sociedades será el tráfico de seres humanos, la “trata”, porque el desempleo propiciado por las nuevas normas económicas es aliviado -no es un contrasentido- por el trabajo esclavo, el trasiego global de estupefacientes de todo tipo, y el contrabando de armas para abastecer a la delincuencia organizada, a los terroristas, piratas y todos aquellos grupos sociales y políticos que viven en la ensoñación de una patria que no lo será más.
En este contexto son muchos los que ven el incierto futuro con toda claridad. Por ejemplo, la congresista Dianna Feinsten, presidenta del Comité Selecto de Inteligencia del Senado de Estados Unidos, asegura que su país está muy interesado en cooperar con México de manera más intensa, porque los cárteles de la droga en México vulneran la soberanía estadounidense; por su lado, John Michael Mc-Connell, ex director Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, sostiene que un error de la seguridad mexicana se centra en concebir que las labores de inteligencia y seguridad sólo se desarrollen dentro de su territorio, por lo que recomienda crear órganos de inteligencia fuera de México, sobre todo por los nexos transnacionales del crimen organizado.
Además, Anthony Placido, administrador asistente de inteligencia de la DEA, y Kevin Perkins, director asistente de investigaciones criminales del FBI, advierten que habrá un incremento de la violencia relacionada con el narcotráfico en México, y consideran que las políticas antidrogas están funcionando, pero urge acelerar los esfuerzos antes de 2012, porque no se sabe si el próximo presidente compartirá el mismo compromiso que el actual gobierno en la lucha contra el crimen organizado. “Tenemos que manejar las expectativas; anticipamos que la violencia horripilante en México podría empeorar antes de mejorar”.
De acá de este lado, Eugenio Clariond Reyes Retana asegura que los grupos criminales están mejor equipados que las fuerzas armadas, por lo que se necesita una mejor estrategia de inteligencia y de seguridad nacional. Puntualiza el empresario: “La estrategia gubernamental de combatir a los traficantes de drogas con el Ejército, por supuesto que es una guerra perdida: nunca la vamos a ganar; conozco empresarios que no han invertido en México debido a que no se sienten seguros porque no hay Estado de Derecho. Desafortunadamente esta guerra ha sido declarada entre el Ejército, con malos salarios, mal equipados y mal capacitados, (que) tiene que luchar contra grupos de narcotraficantes que tienen el equipo más moderno y apoyo de la policía, que es una policía corrupta”.
El corolario son los buenos deseos de Barack Obama, quien por medio de distintas políticas públicas a las seguidas en México, intentará reducir 15 por ciento el consumo de estupefacientes entre los jóvenes y en 40 por ciento el tráfico de enervantes, principalmente la cocaína, en un plazo de cinco años.
No imagino cómo lo hará ni si los poderes fácticos globales se lo permitirán, porque los flagelos del siglo XXI son negocios más que redituables, y los principales beneficiarios radican en Estados Unidos. Claro que el tráfico de personas, la esclavitud, pronto podría superar en ganancias al narcotráfico, y la venta de armas quedar en un solitario tercer lugar; sin embargo, lo único cierto de esto es que México continuará pagando los platos rotos de la globalización de la delincuencia organizada y sus consecuencias, porque no ha sabido hacer valer sus servicios ante los representantes del imperio. Así, pues, continuarán las muertes y la violencia, al menos hasta el 2020.
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