Álvaro Cepeda Neri
En un acto de piratería a la moderna: con helicópteros para el abordaje de un barco cargado con alimentos destinado para ayuda a los sitiados habitantes de Gaza, y sin más botín que abortar la acción caritativa, se actualizó lo de asaltar, en el caso de la Cofetel (Comisión Federal de Telecomunicaciones). Esta institución está convertida, de reguladora en una mafia poderosísima que ha estado sirviendo a intereses de los cinco integrantes: su actual y muy soberano cacique: Héctor Osuna, con sus cancerberos: Ernesto Gil Elorduy (quien presume de priista, pero es un enmascarado panista; y José Luis Peralta, que forman mayoría en ese órgano supuestamente colegiado, donde los otros dos integrantes son: Gonzalo Martínez Pous y Rafael del Villar.
Los más feroces son Osuna, Gil y Peralta quienes, ante la necesidad de elegir al presidente de Cofetel, para relevar a Osuna, se han puesto de acuerdo para reelegir a quien actualmente ostenta ese cargo que es ¿adivine, usted lector?... ¡nada menos que el mismo Osuna! Y es que ha resultado un negocio politiquero el de dirigir a esa institución, ya con autonomía para no depender de la secretaría de Comunicaciones Y Transportes (en donde despacha el señor Molinar Horcasitas, uno de los corresponsables en la matanza de 49 niños de la Guardería ABC de Sonora (cuyos crímenes acaban de cumplir un año de impunidad). Se trata del tráfico de influencias, el intercambio de favores y de estar usando a Cofetel para saciar otra clase de ambiciones, entre las que, como están las cosas de la corrupción, no debe descartarse el enriquecimiento.
Los cinco o cuando menos tres: Gil Elorduy, Peralta y el propio Osuna han hecho un pacto, no precisamente de sangre, pero sí de complicidades para entre los tres, que dominan las votaciones, quitándole lo colegiado al órgano, manipularlo al antojo de intereses muy personales. De ahí que Osuna insista en querer ser reelegido por cuatro años más, pues de lo que trata es de coronar sus intereses creados; en caso de que sea, como lo es, muy obvia su continuidad, para “taparle el ojo al macho”, entonces la presidencia de Cofetel puede recaer en Gil Elorduy (protegido y alfil de Emilio Gamboa, el nuevo cacique de la CNOP) o, en última instancia, en José Luis Peralta, el otro incondicional de ese trío al que se le conoce como los tres cochinitos. Y esto no por interpretar la canción infantil del ya casi olvidado Francisco Gabilondo Soler, alias Cri-Cri.
Los tres cochinitos, con perdón a estos surtidores de las tradicionales y deliciosas carnitas (con todo y abundante colesterol), por las cochinadas que han estado haciendo en Cofetel y que no cumple con los fines de vigilancia, control democrático-constitucional y todas las funciones de telecomunicaciones que se le tienen asignadas. Si queda uno de los tres cochinitos (en cualquiera de sus sinónimos: marranos, cerdos, etc.), entonces ese órgano, de plano, será otra de las instituciones dañadas por los abusos de sus integrantes.
En un acto de piratería a la moderna: con helicópteros para el abordaje de un barco cargado con alimentos destinado para ayuda a los sitiados habitantes de Gaza, y sin más botín que abortar la acción caritativa, se actualizó lo de asaltar, en el caso de la Cofetel (Comisión Federal de Telecomunicaciones). Esta institución está convertida, de reguladora en una mafia poderosísima que ha estado sirviendo a intereses de los cinco integrantes: su actual y muy soberano cacique: Héctor Osuna, con sus cancerberos: Ernesto Gil Elorduy (quien presume de priista, pero es un enmascarado panista; y José Luis Peralta, que forman mayoría en ese órgano supuestamente colegiado, donde los otros dos integrantes son: Gonzalo Martínez Pous y Rafael del Villar.
Los más feroces son Osuna, Gil y Peralta quienes, ante la necesidad de elegir al presidente de Cofetel, para relevar a Osuna, se han puesto de acuerdo para reelegir a quien actualmente ostenta ese cargo que es ¿adivine, usted lector?... ¡nada menos que el mismo Osuna! Y es que ha resultado un negocio politiquero el de dirigir a esa institución, ya con autonomía para no depender de la secretaría de Comunicaciones Y Transportes (en donde despacha el señor Molinar Horcasitas, uno de los corresponsables en la matanza de 49 niños de la Guardería ABC de Sonora (cuyos crímenes acaban de cumplir un año de impunidad). Se trata del tráfico de influencias, el intercambio de favores y de estar usando a Cofetel para saciar otra clase de ambiciones, entre las que, como están las cosas de la corrupción, no debe descartarse el enriquecimiento.
Los cinco o cuando menos tres: Gil Elorduy, Peralta y el propio Osuna han hecho un pacto, no precisamente de sangre, pero sí de complicidades para entre los tres, que dominan las votaciones, quitándole lo colegiado al órgano, manipularlo al antojo de intereses muy personales. De ahí que Osuna insista en querer ser reelegido por cuatro años más, pues de lo que trata es de coronar sus intereses creados; en caso de que sea, como lo es, muy obvia su continuidad, para “taparle el ojo al macho”, entonces la presidencia de Cofetel puede recaer en Gil Elorduy (protegido y alfil de Emilio Gamboa, el nuevo cacique de la CNOP) o, en última instancia, en José Luis Peralta, el otro incondicional de ese trío al que se le conoce como los tres cochinitos. Y esto no por interpretar la canción infantil del ya casi olvidado Francisco Gabilondo Soler, alias Cri-Cri.
Los tres cochinitos, con perdón a estos surtidores de las tradicionales y deliciosas carnitas (con todo y abundante colesterol), por las cochinadas que han estado haciendo en Cofetel y que no cumple con los fines de vigilancia, control democrático-constitucional y todas las funciones de telecomunicaciones que se le tienen asignadas. Si queda uno de los tres cochinitos (en cualquiera de sus sinónimos: marranos, cerdos, etc.), entonces ese órgano, de plano, será otra de las instituciones dañadas por los abusos de sus integrantes.
Comentarios