Álvaro Cepeda Neri
En España (madre patria para muchos latinoamericanos y para quienes viven de la nostalgia por una monarquía saboteadora del republicanismo, el carácter laico de las instituciones, etc.), un auténtico juez, llamado El Juez de la Democracia y que ostenta con honor el nombre de Baltasar Garzón, recién acaba de ser suspendido y, muy probablemente, llevado a juicio penal por prevaricación, acusado por los resabios de los seguidores de la feroz autocracia, nazifascista del que fuera dictador de ese país que llevó con deshonor el nombre de Francisco Franco. Este tipo ordenó cientos de miles de homicidios, desmanteló la República Española y exilió a millones de españoles.
Baltasar Garzón dio entrada a 22 denuncias presentadas por las víctimas sobrevivientes del franquismo. Eso encolerizó al fiscal del Suprema Tribunal, alegando que la Ley de Amnistía impedía juzgar al franquismo, no obstante que El Juez de la Democracia apuntaló su facultad en jurisprudencia y resoluciones internacionales, para conocer judicialmente de esas denuncias y deslindar responsabilidades. Otro juececito de nombre Luciano Varela, como escribió en su nota Marcos Ana (El País: 15/V/10), le hizo un “flaco favor a la democracia”, al acusar a Garzón, pedir su suspensión e incluso justificar su proceso, ante el asombro de quienes, conociendo lo que fue el franquismo, no dan crédito a esa infamia.
En nuestro país apenas le rascaron por encima al echeverriato por la matanza de 1968 y la represión sangrienta de 1971, mientras se ha dejado en la impunidad, del alemanismo al salinismo-zedillista (y ahora con el auge del narcotráfico del foxismo al calderonismo), los homicidios, privaciones de la libertad con imputaciones fascistas por delitos creados deliberadamente por el autoritarismo, que regresaron a nuestra elemental democracia las tentaciones del Estado Policiaco y ya con el PAN al Estado Militar. Y es que el sistema presidencialista, al que debe metérsele el cuchillo reformador cuando menos semi-parlamentario, se sigue resistiendo a ser el país de un solo hombre (ver el estudio histórico-político de Enrique González Pedrero: País de un solo hombre: el México de Santa Anna, del FCE).
Al franquismo mexicano desde el porfirismo le hace falta un Juez de la Democracia de los tamaños de Baltasar Garzón, al que los resabios del franquismo de España han difamado y suspendido de su cargo para conocer judicialmente de la criminalidad gubernamental. Sobre todo a los mexicanos de más conciencia y compromiso republicano-democrático, nos interesa que se investiguen los abusos criminales de Díaz Ordaz, Echeverría, Salinas y de Zedillo a Fox-Calderón. Este último, con su guerra a la Thomas Hobbes, de todos contra todos, ha generado más de 200 mil homicidios y no hay conclusiones, incluso poquísimas investigaciones, del ministerio público, para consignar ante los tribunales a los presuntos responsables de los delincuentes, de los militares, de los policías y paramilitares que tienen sumido al país en el terror sangriento.
En España (madre patria para muchos latinoamericanos y para quienes viven de la nostalgia por una monarquía saboteadora del republicanismo, el carácter laico de las instituciones, etc.), un auténtico juez, llamado El Juez de la Democracia y que ostenta con honor el nombre de Baltasar Garzón, recién acaba de ser suspendido y, muy probablemente, llevado a juicio penal por prevaricación, acusado por los resabios de los seguidores de la feroz autocracia, nazifascista del que fuera dictador de ese país que llevó con deshonor el nombre de Francisco Franco. Este tipo ordenó cientos de miles de homicidios, desmanteló la República Española y exilió a millones de españoles.
Baltasar Garzón dio entrada a 22 denuncias presentadas por las víctimas sobrevivientes del franquismo. Eso encolerizó al fiscal del Suprema Tribunal, alegando que la Ley de Amnistía impedía juzgar al franquismo, no obstante que El Juez de la Democracia apuntaló su facultad en jurisprudencia y resoluciones internacionales, para conocer judicialmente de esas denuncias y deslindar responsabilidades. Otro juececito de nombre Luciano Varela, como escribió en su nota Marcos Ana (El País: 15/V/10), le hizo un “flaco favor a la democracia”, al acusar a Garzón, pedir su suspensión e incluso justificar su proceso, ante el asombro de quienes, conociendo lo que fue el franquismo, no dan crédito a esa infamia.
En nuestro país apenas le rascaron por encima al echeverriato por la matanza de 1968 y la represión sangrienta de 1971, mientras se ha dejado en la impunidad, del alemanismo al salinismo-zedillista (y ahora con el auge del narcotráfico del foxismo al calderonismo), los homicidios, privaciones de la libertad con imputaciones fascistas por delitos creados deliberadamente por el autoritarismo, que regresaron a nuestra elemental democracia las tentaciones del Estado Policiaco y ya con el PAN al Estado Militar. Y es que el sistema presidencialista, al que debe metérsele el cuchillo reformador cuando menos semi-parlamentario, se sigue resistiendo a ser el país de un solo hombre (ver el estudio histórico-político de Enrique González Pedrero: País de un solo hombre: el México de Santa Anna, del FCE).
Al franquismo mexicano desde el porfirismo le hace falta un Juez de la Democracia de los tamaños de Baltasar Garzón, al que los resabios del franquismo de España han difamado y suspendido de su cargo para conocer judicialmente de la criminalidad gubernamental. Sobre todo a los mexicanos de más conciencia y compromiso republicano-democrático, nos interesa que se investiguen los abusos criminales de Díaz Ordaz, Echeverría, Salinas y de Zedillo a Fox-Calderón. Este último, con su guerra a la Thomas Hobbes, de todos contra todos, ha generado más de 200 mil homicidios y no hay conclusiones, incluso poquísimas investigaciones, del ministerio público, para consignar ante los tribunales a los presuntos responsables de los delincuentes, de los militares, de los policías y paramilitares que tienen sumido al país en el terror sangriento.
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