¿Quién puso a Diego?

David Aponte / Contraflujo

Hay dos interrogantes en la desaparición de Diego Fernández de Cevallos – el gobierno federal todavía no lo coloca en la categoría de secuestro, aunque existen indicios de que se trata de este delito-: quién o quiénes dieron información pormenorizada de los movimientos del político panista, quién o quiénes lo “pusieron”, como se dice en el argot policíaco, y qué banda, grupo armado, organización criminal pudo haber perpetrado este hecho de alto impacto.

Las dos preguntas son fundamentales para entender cómo y qué grupo planeó la emboscada. En primer lugar, cómo se hicieron del mapa de información, los datos, los horarios, las rutinas de El Jefe Diego, que permitieron una emboscada sin testigos. En segundo lugar, qué banda de secuestradores o banda armada pudo operar el hecho de tal envergadura, que tuvo un estruendoso impacto político y mediático.

La información del entorno de Fernández de Cevallos es primordial para comenzar a jalar el hilo, para tirar de un cabo. La Procuraduría General de la República debió estar indagando al primer círculo del ex candidato presidencial del PAN, antes de anunciar el sábado la suspensión de las pesquisas a petición de la familia, a solicitud expresa de Diego Fernández de Cevallos Gutiérrez, con la intención de favorecer una posible negociación con quienes tienen en su poder al panista.

Por ejemplo, en el secuestro del ex secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, ocurrido en diciembre de 1997 en la ciudad de México, el entorno del veracruzano vendió datos de la rutina del secuestrado. Un familiar del chofer del político priísta entregó información vital a una cédula de la banda de Andrés Caletri. En enero de 2002, uno de los integrantes del grupo delictivo, Erick Sánchez Chávez, El Erick, confesó ante la Sección de Inteligencia de la Policía Federal (Preventiva) cómo ocurrió el operativo, la emboscada y el monto del rescate.

El segundo elemento es crucial e inquietante para las autoridades federales: qué banda está detrás de la desaparición-secuestro de El Jefe Diego, qué organización criminal tiene el nivel de información y preparación para realizar una operación de este tipo, que en unas horas estalló en el rostro de los medios de comunicación y de la clase política de México. Por supuesto, el calibre y la preparación del grupo es un tema de primer orden, porque los integrantes sabían el decibel mediático y político que iba a levantar el hecho.

¿Por qué es primordial saber qué grupo planificó y concretó el plagio de Diego Fernández de Cevallos? El dato es fundamental porque la Policía Federal (Preventiva) lanzó a finales de los años 90 una batida contra las organizaciones más peligrosas dedicadas al secuestro. Durante esos años, fueron desmanteladas las bandas de Daniel Arizmendi, El Mochaorejas; Andrés Caletri; Los Pochos; Marcos Mancera Tinoco, El Coronel; Juan Carlos Díaz Hernández, El Jarocho; Héctor Peralta Vázquez, El Papis; Víctor Anduaga Campos, El Negro, y Modesto Vivas Urzúa, La Víbora. Los grupos de secuestradores tenían en el sector empresarial y en el asalto a bancos y joyerías sus principales fuentes ilícitas de ingresos millonarios. Apenas habían tocado a la clase política con el plagio de Gutiérrez Barrios.

Durante los tres primeros meses del año 2000, agentes policíacos capturaron a Caletri y a Mancera Tinoco. A partir de ese momento, las autoridades federales dieron por descontado que habían desmantelado, desarticulado a las bandas de secuestradores más fuertes del país. De hecho, quedaron algunas células, conformadas por ex policías, que pronto compraron protección institucional para perpetrar secuestros de familiares de empresarios exitosos.

El problema que afronta el país, con la desaparición-secuestro de Diego Fernández de Cevallos, es el nivel de sofisticación con la que actuó esta banda la noche del viernes 16 o madrugada del sábado 17 de mayo, en el rancho del ex senador del PAN, en la propiedad ubicada en el estado de Querétaro. Las interrogantes son muy claras: cómo obtuvieron información sensible del entorno y quiénes son capaces de una operación quirúrgica de esta naturaleza.

Ha transcurrido más de una semana del hecho y nadie sabe nada. Al menos, nadie ha dicho nada.

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