LA PROCURACIÓN DE justicia, teóricamente, es de las tareas más delicadas en el aparato gubernamental. Hipotéticamente debe ser una de las áreas de mayor transparencia y probada solvencia ética y moral. Pero en nuestro país…
Procurar justicia es, a final de cuentas, la última instancia dar a los gobernados certidumbre y orden, paz y concordia, condiciones que hagan posible alcanzar, mediante el trabajo y el respeto al derecho ajeno, “la máxima felicidad entre el mayor número de hombres”, de acuerdo a la sentencia de Montesquieu.
En la práctica, en nuestro país, las cosas suelen ser muy diferentes. La línea que divide una buena actuación en esta materia está plagada de arbitrariedades y vicios.
La mentira, el ocultamiento de la verdad –no sólo de la verdad jurídpero sobre todo la corrupción han conseguido que en México haya una gran desconfianza a quienes procuran justicia.
¿Cómo confiar en que la justicia que procura la General de la República es verdaderamente justicia, cuando todo el aparato de esa dependencia se echa por sobre tres mujeres en franca condición de indefensión, a las que se acusa no sólo de secuestros de seis de los genízaros de Genaro García Luna, quienes por cierto no son ni con mucho virginales señoritas recién egresadas de un liceo francés… aunque por su melindrosa y tierna actuación lo parezcan?
¿Cómo confiar en que la justicia que procura la General de la República –lo mismo si al frente de ella está un Medina-Mora que un Chávez Chávez–, es verdaderamente justicia, si sus propios agentes se encargan de inventar cargos a las tres mujeres queretanas, y son tan estúpidos que ni siquiera se ponen de acuerdo para que sus acusaciones sean creíbles?
¿Cómo confiar en la Justicia Militar (sic), de otra parte, si quien está encargado de esa tarea sale a recetar al respetable una serie de falsedades en torno al vil asesinato de dos niños en Tamaulipas, con una hostia difícil de tragar: no les disparó la soldadesca –aunque la madre de ambos infantes acribillados se sostenga y diga lo contrario–, pues la Defensa Nacional no pertrecha a sus elementos con granadas del calibre con las que dice fueron acribillados?
¿Cómo confiar en la justicia que procura la dependencia del Estado de México, donde el caso de una niña inicialmente reportada como desaparecida se complica no sólo por el protagonismo de su titular, un nerd apellidado Bazbaz, sobremanera por la ausencia de pulcritud en las indagatorias, las sospechas elevadas al nivel de verdades jurídicas, para después regresarlas al plano de las dudas?
Tres botones de muestra, únicamente, de un ramillete en el que florecen corrupción, venalidad, prevaricatos…
Pocos en México confían hoy en la procuración de justicia.
Peor cuando también se cuenta con jueces, magistrados, ministros que ya en el ámbito estrictamente judicial perpetuán la injusticia con fallos que afectan a la misma lógica.
Ahí está el juez que encarceló a las tres indígenas queretanas y contra el que la propia Corte acepta que nada puede hacer, pues su aberrante veredicto es “independiente”.
Ahí está los magistrados electorales, por ejemplo, cuya absurda sentencia de 2006 ha afectado la vida institucional del país con nefandas consecuencias no sólo en lo político, sobremanera en lo económico y en lo social, pues como nunca México está pésimamente gobernado, dirigido a la quiebra en todos los órdenes, el moral en especial.
Y la Corte. La Corte Suprema con sus contradictorios laudos sobre el anatocismo, por ejemplo. Para los bancos es válido. No para los clientes de esas instituciones financieras, cuyos depósitos no generan intereses sobre intereses.
¿Procuración de justicia? No, no en México.
Somos uno de los países más injustos del planeta. En todos sentidos…
Índice Flamígero: ¡Bravo! Felipe Calderón encontró ya la solución al problema planteado por la aprobación de la discriminatoria ley de Arizona que criminaliza a los prietitos. ¿Acaso un acuerdo con la gobernadora de ese estado fronterizo? ¿Alguna gestión ante el Senado de esa entidad estadounidense? ¿Medidas revanchistas en el ámbito económico o cuando menos diplomático? No. Nada de eso. Lo mejor que se la ha ocurrido hasta ahora al ocupante de Los Pinos ha sido recomendar que los mexicanos no viajen a Arizona. Buena idea, ¿no cree usted?
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