• Crónica de una renuncia anunciada
•¡¿Y el FBI, apá…?!
Consumatum Est. La hora de la guillotina llegó para el joven procurador del Estado de México, Alberto Bazbaz, quien cayó como primer daño colateral por su ingenuidad, su excesiva confianza y su falta de carácter, que desde el primer instante en que apareció el cuerpo de la pequeña Paulette se encerró en su despacho hasta altas horas de la madrugada presionado por las sugerentes circunstancias que terminaron por empujarlo al abismo del descrédito.
Curioso si se toma en cuenta que el ex procurador, my friend, siempre estuvo siguiendo las reglas jurídicas by the book y que, por razones que conoce, fue empinado primero por la incompetencia, ineficacia y descaro de un grupo de disfuncionales que fueron la punta de iceberg en este caso, que ya es parte del capítulo negro (¿ooootro?) del estado gobernado por Peña Nieto… quien desde el principio supo de las interesantes anomalías que presentaba el extraño suceso de la aparición del cuerpo de la niña, y en segundo lugar porque el mandatario estatal literalmente abandonó a su suerte a su ex colaborador.
El quid del caso, que aún entre renuncias y cortinas de humo debe ser investigado y resuelto, trae todavía simpática jiribilla que tendría que incluir, por ejemplo, el diagnostico-hipótesis-teoría —que en algún momento de la escalofriante historia involucró a autoridades norteamericanas— donde, con la pena, se presumió de la intervención y ayuda del FBI… que hoy brilla por su sugestiva ausencia.
Lo más espantoso de esta perversa historia es el sello inmejorable de la impunidad que envuelve a la justicia y a las autoridades mexiquenses responsables de darle certidumbre a la ciudadanía en un caos de caso manoseado desde el inicio.
Ahí donde Bazbaz en su primera y trastabillante conferencia de prensa, planeada por sus asesores para no rebasar un cierto tiempo y sin permitir sesión de preguntas, mi estimado, se fue directo al nabo sin escalas… al momento de abrir los micrófonos a los medios.
Ahí donde se barnizó el cuadro de la presunta responsabilidad de la madre quien fue diagnosticada con doble personalidad (it figures), sembrando, desde la más alta autoridad de justicia local, la sombra del sospechosismo que convirtió un llamativo caso… en todo un show de intrigas, sexo, grabaciones, vejaciones, atropellos, tráfico de influencias, incapacidad y perversidad.
Todo eso (y más) sumó el caso Paulette…
Enterrando bajo el cochinero del colcafaneshon la salida de Bazbaz, que era inevitable con todo y que Peña Nieto lo arropara, simulando, días antes con una bofetada a los mexicanos, argumentando su confianza en la investigación de la PGJEM.
Y ya encarrerado, el mandatario estatal salió con la frívola, mundana y desparpajada declaración condenando la postura de varios partidos políticos acusándolos de politizar el tema.
Chingón.
Enrique Peña Nieto se envuelve en la sábana del colchón asesino y desde ahí acusa de politizar un tema que nació... politizado por las relaciones de poder tras bambalinas de ambos padres y de funcionarios de su administración. Y además regala la joya de que cuando se pierde la confianza, la credibilidad y el respaldo de la gente a la que se sirve resulta imposible cumplir con la responsabilidad.
Enrique es quien politiza el tema. Es quien dejó que la impunidad ganara en este lamentable caso. Quien permitió los traspiés, las influencias de sus colaboradores como Luis Miranda y sus intereses sobre la verdad de la muerte de una indefensa niña. Que no salga ahora simulando preocupación y afán de buscar salidas que no convencen y transparencias que no aplican. Sus palabras no motivan sino al contrario, enardecen, agravian e insultan a todos los que genuinamente se involucraron en la búsqueda de esta chiquita y después en la búsqueda… pero de justicia.
Y para que no quede duda de la impunidad, el poder y el miedo a la verdad, al cierre de este irreverente espacio se manejaba que Alfredo Castillo se quedaría al frente del despacho tras la salida de Bazbaz…
O sea, la delgada línea de gel, my friend, advierte que se tiene que enterrar el mierdero bajo el colchón… El maldito colchón.
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