Álvaro Delgado
La exdiputada federal María Eugenia Campos, improvisada como animadora, ponía empeño en sus arengas para hacer cálido el ambiente en la Asamblea Nacional del PAN, el sábado 22, pero terminó frustrada.
--¿Qué elecciones vamos a ganar este año? --interrogó desde el atril.
--¡Nuevo León! --le respondió una voz salida de una masa de más de 10 mil panistas.
--¡No! Nuevo León es en 2012. ¿Vamos a ganar Tlaxcala?
La réplica fue el silencio.
--¿Puebla?
Silencio.
--¿Veracruz?
Nadie respondió.
“¡Animo, panistas!”, alentaba la chihuahuense, quien preguntó enseguida si el PAN ganaría las elecciones en Oaxaca y tampoco encontró eco. “¡A ver, panistas, vamos a hacer una ola!”, pidió en un nuevo ensayo para vencer el hastío, pero, salvo un puñado de delegados ubicados en las primeras filas, nadie estaba para festejos.
La muchedumbre, amodorrada, se distraía con las cinco pantallas gigantes instaladas en el centro de convenciones Bancomer, en Santa Fe, en las que, a las 12:40 del día --con casi dos horas de retraso-- llegó Felipe Calderón, en medio de una nube de miembros del Estado Mayor Presidencial (EMP), que desde la víspera tomaron el control de toda la zona.
Calderón hizo dividir en dos el auditorio para, entre vallas metálicas custodiadas por decenas de elementos del EMP, saludar a los panistas durante los 25 minutos que tardó en llegar al podio, en medio de los acordes de una orquesta que tampoco logró entusiasmar a los delegados.
Desmoralizada por las sucesivas derrotas en tres años de gobierno de Calderón, cuya más reciente en Yucatán no augura éxito en las 14 elecciones de julio, y conmocionada por la desaparición de Diego Fernández de Cevallos, en un contexto de incesante violencia en todo México, la militancia poco ánimo tenía inclusive para la misión que los había convocado: La integración del Consejo Nacional, máximo órgano de dirección del PAN.
Y Calderón tan percibió el ambiente desangelado, casi fúnebre, que en su discurso de 41 minutos trató de dar ánimos y lo logró, sólo transitoriamente, cuando pidió un aplauso para Fernández de Cevallos, a quien él calificó de “vendido” ante Carlos Salinas.
Se refirió, también, a la confrontación interna entre facciones, que explicó la ausencia de panistas como Vicente Fox, Ernesto Ruffo, Ricardo García Cervantes y aun de Germán Martínez, y llamó a “darle la espalda a quienes pretenden dividirnos”
El problema es que Calderón es el principal factor de división en el PAN, como lo demuestra un amplio catálogo de imposiciones, incluyendo la mayoría en el Consejo Nacional integrado en junio de 2007, en León, y otra análoga que trató de hacer en el que le sucedió el sábado, en buena medida gracias al uso de la estructura gubernamental.
La cultura de la “línea”, que ya se ha enraizado en el PAN a partir de Calderón, se materializó en la mayoría de los estados de la República para, mediante la presión a los presidentes estatales, arrancar la mayoría de los 135 consejeros de pase directo y sumarlos a los 15 seguros de la lista del CEN para reunir los 150 que integran la mitad del Consejo Nacional.
Los otros 150 que se eligen entre los 251 propuestos por los estados y los 25 del CEN, de cuyo total cada delegado puede votar por 57, son la razón por la que las facciones internas circulan entre los delegados listas justamente de 57 candidatos a consejeros.
Calderón circuló dos con pocas variaciones entre ellas y en función de las grillas que también existen entre sus incondicionales, pero la indicación era que cada una tenía la aprobación “de Los Pinos” o “del presidente (sic)”, y por tanto se les entregaba a los delegados de estados controlados para votar en ese sentido.
Inclusive, al menos a las delegaciones de Aguascalientes y Puebla, les fue escamoteado a sus delegados el derecho al voto con el argumento de que no lograron quórum, y cuando comenzaba el cómputo de votos, se “cayó el sistema”.
Así, además de que cualquier persona podía votar si contaba con sólo un brazalete, como lo demostró el diario Reforma, el cómputo de votos hecho a mano quedó bajo sospecha de manipulación.
Juan José Rodríguez Prats, asambleísta y quien logró ser consejero nacional, se muestra dolido por los saldos de la Asamblea Nacional: “Se impuso la onda grupera y el agandalle”.
Pero, a pesar de los recursos del poder y de esta “línea” oficial, la facción de Calderón retrocedió y, por sí sola, ya no tiene garantizada la imposición de quien, en diciembre, suceda a César Nava --que es otro michoacano, José González Morfín--, ni tampoco podrá poner a su capricho las reglas para la selección del candidato presidencial.
En asambleas estatales el autodenominado calderonismo recibió dos bofetadas de la militancia: Patricia Flores Elizondo, jefa de la Oficina de la Presidencia, quedó en el penúltimo lugar de la votación en Durango, y Jorge Manzanera Quintana, el principal operador electoral y político de Calderón, quedó en último lugar.
El propio Calderón sabe que su gobierno está agónico y, tras la entrega del cargo que sin legitimidad ostenta, sólo le queda el PAN para atrincherar a la facción que encabeza. Pero tampoco eso es seguro…
Un signo fatídico para el PAN fue una frase de Nava en el discurso que improvisó frente a la militancia y Calderón: “Es el tiempo de arriar las banderas de la fe y la esperanza, la fe en la victoria y la esperanza en lo mejor por venir.”
Ya se sabe: Arriar es sinónimo de bajar, abatir, recoger, descender.
Apuntes
Este martes 25 de mayo se cumplen tres años de la detención-desaparición de Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, reclamados como guerrilleros, un crimen de lesa humanidad como la tortura que el PAN atribuye al gobierno priista de Ivonne Ortega contra los panistas Hugo y Michel Caballero Rodríguez, detenidos desde el sábado 8 de mayo y sujetos a arraigo… En el secuestro de Fernández de Cevallos, que claramente no es sólo por dinero, no habrá final feliz…
La exdiputada federal María Eugenia Campos, improvisada como animadora, ponía empeño en sus arengas para hacer cálido el ambiente en la Asamblea Nacional del PAN, el sábado 22, pero terminó frustrada.
--¿Qué elecciones vamos a ganar este año? --interrogó desde el atril.
--¡Nuevo León! --le respondió una voz salida de una masa de más de 10 mil panistas.
--¡No! Nuevo León es en 2012. ¿Vamos a ganar Tlaxcala?
La réplica fue el silencio.
--¿Puebla?
Silencio.
--¿Veracruz?
Nadie respondió.
“¡Animo, panistas!”, alentaba la chihuahuense, quien preguntó enseguida si el PAN ganaría las elecciones en Oaxaca y tampoco encontró eco. “¡A ver, panistas, vamos a hacer una ola!”, pidió en un nuevo ensayo para vencer el hastío, pero, salvo un puñado de delegados ubicados en las primeras filas, nadie estaba para festejos.
La muchedumbre, amodorrada, se distraía con las cinco pantallas gigantes instaladas en el centro de convenciones Bancomer, en Santa Fe, en las que, a las 12:40 del día --con casi dos horas de retraso-- llegó Felipe Calderón, en medio de una nube de miembros del Estado Mayor Presidencial (EMP), que desde la víspera tomaron el control de toda la zona.
Calderón hizo dividir en dos el auditorio para, entre vallas metálicas custodiadas por decenas de elementos del EMP, saludar a los panistas durante los 25 minutos que tardó en llegar al podio, en medio de los acordes de una orquesta que tampoco logró entusiasmar a los delegados.
Desmoralizada por las sucesivas derrotas en tres años de gobierno de Calderón, cuya más reciente en Yucatán no augura éxito en las 14 elecciones de julio, y conmocionada por la desaparición de Diego Fernández de Cevallos, en un contexto de incesante violencia en todo México, la militancia poco ánimo tenía inclusive para la misión que los había convocado: La integración del Consejo Nacional, máximo órgano de dirección del PAN.
Y Calderón tan percibió el ambiente desangelado, casi fúnebre, que en su discurso de 41 minutos trató de dar ánimos y lo logró, sólo transitoriamente, cuando pidió un aplauso para Fernández de Cevallos, a quien él calificó de “vendido” ante Carlos Salinas.
Se refirió, también, a la confrontación interna entre facciones, que explicó la ausencia de panistas como Vicente Fox, Ernesto Ruffo, Ricardo García Cervantes y aun de Germán Martínez, y llamó a “darle la espalda a quienes pretenden dividirnos”
El problema es que Calderón es el principal factor de división en el PAN, como lo demuestra un amplio catálogo de imposiciones, incluyendo la mayoría en el Consejo Nacional integrado en junio de 2007, en León, y otra análoga que trató de hacer en el que le sucedió el sábado, en buena medida gracias al uso de la estructura gubernamental.
La cultura de la “línea”, que ya se ha enraizado en el PAN a partir de Calderón, se materializó en la mayoría de los estados de la República para, mediante la presión a los presidentes estatales, arrancar la mayoría de los 135 consejeros de pase directo y sumarlos a los 15 seguros de la lista del CEN para reunir los 150 que integran la mitad del Consejo Nacional.
Los otros 150 que se eligen entre los 251 propuestos por los estados y los 25 del CEN, de cuyo total cada delegado puede votar por 57, son la razón por la que las facciones internas circulan entre los delegados listas justamente de 57 candidatos a consejeros.
Calderón circuló dos con pocas variaciones entre ellas y en función de las grillas que también existen entre sus incondicionales, pero la indicación era que cada una tenía la aprobación “de Los Pinos” o “del presidente (sic)”, y por tanto se les entregaba a los delegados de estados controlados para votar en ese sentido.
Inclusive, al menos a las delegaciones de Aguascalientes y Puebla, les fue escamoteado a sus delegados el derecho al voto con el argumento de que no lograron quórum, y cuando comenzaba el cómputo de votos, se “cayó el sistema”.
Así, además de que cualquier persona podía votar si contaba con sólo un brazalete, como lo demostró el diario Reforma, el cómputo de votos hecho a mano quedó bajo sospecha de manipulación.
Juan José Rodríguez Prats, asambleísta y quien logró ser consejero nacional, se muestra dolido por los saldos de la Asamblea Nacional: “Se impuso la onda grupera y el agandalle”.
Pero, a pesar de los recursos del poder y de esta “línea” oficial, la facción de Calderón retrocedió y, por sí sola, ya no tiene garantizada la imposición de quien, en diciembre, suceda a César Nava --que es otro michoacano, José González Morfín--, ni tampoco podrá poner a su capricho las reglas para la selección del candidato presidencial.
En asambleas estatales el autodenominado calderonismo recibió dos bofetadas de la militancia: Patricia Flores Elizondo, jefa de la Oficina de la Presidencia, quedó en el penúltimo lugar de la votación en Durango, y Jorge Manzanera Quintana, el principal operador electoral y político de Calderón, quedó en último lugar.
El propio Calderón sabe que su gobierno está agónico y, tras la entrega del cargo que sin legitimidad ostenta, sólo le queda el PAN para atrincherar a la facción que encabeza. Pero tampoco eso es seguro…
Un signo fatídico para el PAN fue una frase de Nava en el discurso que improvisó frente a la militancia y Calderón: “Es el tiempo de arriar las banderas de la fe y la esperanza, la fe en la victoria y la esperanza en lo mejor por venir.”
Ya se sabe: Arriar es sinónimo de bajar, abatir, recoger, descender.
Apuntes
Este martes 25 de mayo se cumplen tres años de la detención-desaparición de Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, reclamados como guerrilleros, un crimen de lesa humanidad como la tortura que el PAN atribuye al gobierno priista de Ivonne Ortega contra los panistas Hugo y Michel Caballero Rodríguez, detenidos desde el sábado 8 de mayo y sujetos a arraigo… En el secuestro de Fernández de Cevallos, que claramente no es sólo por dinero, no habrá final feliz…
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