Fausto Petrelín
En política, suele pasar que las inercias son muros de concreto difíciles de romper. No existen los cambios asistidos. Los cambios forman parte de la naturaleza de las nuevas cohortes demográficas. Lo vimos en México en el año 2000 en donde la pirámide poblacional se encontraba demasiado inclinada para el ascenso del PRI. Tuvo que llegar un outsider de la política para facilitar el “cambio de chip” porque, al parecer, la inercia se presentaba como un muro difícil de sortear por parte de los partidos de oposición. Es inevitable, sucede en todas partes.
Colombia lo intenta experimentar a través de Antanas Mockus, outsider del paradigma Uribe. Hijo de inmigrantes lituanos, matemático y filósofo por la Universidad de Dijon y doctor honoris causa de la Universidad de París, ex rector de la Universidad Nacional y dos veces alcalde de Bogotá, Mockus representa la ruptura monotemática del actual presidente. Esta situación, después de los resultados de la primera vuelta celebrada el día de ayer, lo hace pasar a la siguiente y definitiva vuelta en el que se verá cara a cara con el fantasma de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos. El paradigma Uribe ha seducido a una buena parte de la sociedad colombiana que, durante años, estuvo fatigada, harta y con miedo, del grupo terrorista FARC.
Para Mockus en la semiótica está la estrategia del mensaje y la comunicación política. Un ejemplo fue la decisión que tomó de convertir a los policías de tránsito en mimos. Con profundos y serios cursos de mímica, los policías cambiaron la pistola por un movimiento inteligente de los brazos y manos. Detrás de la anécdota simpática, es una estrategia semiótica y, a la vez, práctica pues los automovilistas requieren de información rápida a través de las manos y no de la libretita y el código de tránsito que utilizaban los policías. La semiótica refleja la sensación de un cambio de la fuerza por la inteligencia; la rudeza por la gentileza.
En tiempos de política de baja intensidad, el outsider representa la esperanza. No se trata de apostar por la desideologización de la política sino por el regreso de la esperanza a través de la política. Simplemente basta revistar el perfil del candidato oficial, Juan Manuel Santos, para percatarse que con él, están las truculentas acciones de siempre. Una de ellas es la identificación del partido a través del lenguaje publicitario; es decir, a través de la U que siempre acompaña a Santos se encuentra el fantasma de carne y hueso de Álvaro Uribe; detrás de la publicidad a través de la radio, aparece la voz, no de Uribe, pero sí de una persona que tiene una voz muy parecida. ¿Trampas? “Picardía”, la define Héctor Abad, escritor colombiano en un artículo publicado en el periódico El País el sábado pasado.
El perfil de Mockus embona con los rasgos de un académico que encuentra infinitas posibilidades para imaginarse un país diferente. Lo difícil es que un académico rompa el muro de la inercia que dejó a su paso Álvaro Uribe. Lo veremos.
En política, suele pasar que las inercias son muros de concreto difíciles de romper. No existen los cambios asistidos. Los cambios forman parte de la naturaleza de las nuevas cohortes demográficas. Lo vimos en México en el año 2000 en donde la pirámide poblacional se encontraba demasiado inclinada para el ascenso del PRI. Tuvo que llegar un outsider de la política para facilitar el “cambio de chip” porque, al parecer, la inercia se presentaba como un muro difícil de sortear por parte de los partidos de oposición. Es inevitable, sucede en todas partes.
Colombia lo intenta experimentar a través de Antanas Mockus, outsider del paradigma Uribe. Hijo de inmigrantes lituanos, matemático y filósofo por la Universidad de Dijon y doctor honoris causa de la Universidad de París, ex rector de la Universidad Nacional y dos veces alcalde de Bogotá, Mockus representa la ruptura monotemática del actual presidente. Esta situación, después de los resultados de la primera vuelta celebrada el día de ayer, lo hace pasar a la siguiente y definitiva vuelta en el que se verá cara a cara con el fantasma de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos. El paradigma Uribe ha seducido a una buena parte de la sociedad colombiana que, durante años, estuvo fatigada, harta y con miedo, del grupo terrorista FARC.
Para Mockus en la semiótica está la estrategia del mensaje y la comunicación política. Un ejemplo fue la decisión que tomó de convertir a los policías de tránsito en mimos. Con profundos y serios cursos de mímica, los policías cambiaron la pistola por un movimiento inteligente de los brazos y manos. Detrás de la anécdota simpática, es una estrategia semiótica y, a la vez, práctica pues los automovilistas requieren de información rápida a través de las manos y no de la libretita y el código de tránsito que utilizaban los policías. La semiótica refleja la sensación de un cambio de la fuerza por la inteligencia; la rudeza por la gentileza.
En tiempos de política de baja intensidad, el outsider representa la esperanza. No se trata de apostar por la desideologización de la política sino por el regreso de la esperanza a través de la política. Simplemente basta revistar el perfil del candidato oficial, Juan Manuel Santos, para percatarse que con él, están las truculentas acciones de siempre. Una de ellas es la identificación del partido a través del lenguaje publicitario; es decir, a través de la U que siempre acompaña a Santos se encuentra el fantasma de carne y hueso de Álvaro Uribe; detrás de la publicidad a través de la radio, aparece la voz, no de Uribe, pero sí de una persona que tiene una voz muy parecida. ¿Trampas? “Picardía”, la define Héctor Abad, escritor colombiano en un artículo publicado en el periódico El País el sábado pasado.
El perfil de Mockus embona con los rasgos de un académico que encuentra infinitas posibilidades para imaginarse un país diferente. Lo difícil es que un académico rompa el muro de la inercia que dejó a su paso Álvaro Uribe. Lo veremos.
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