Álvaro Cepeda Neri
En la entrevista a un profesor de la Universidad Iberoamericana (con acento argentino) por la radio oficialista, como es cada vez más Radio-Educación (su nombre y el del comentarista, se me escaparon), se puso sobre la mesa de la sana discusión, por qué la presencia, en general, con sus excepciones casi siempre anecdóticas (como aquella del nefasto López Portillo cuando dijo que se impuso a Carter al saludarlo y darle un muy fuerte apretón de manos... López se hacía el musculoso por ejercitar el boxeo), de los presidentes mexicanos es casi siempre irrelevante. Y minimizadas, pasan “sin pena ni gloria”.
Con más giras que el apodado “López Paseos”, o sea López Mateos (el antecedente de Peña Nieto dizque para ser el segundo presidente de la República... mexiquense... y como dijera el pícaro norteño: “sí, Chuy”;) Calderón arribó a Washington, capital mundial de la política, como Nueva York de las finanzas (hasta que las dos pasen a Beijing-Pekín) para visitar al señor Obama ¡en supuesta visita de Estado!, para platicar con empresarios y un acto parlamentario, ante el Congreso estadounidense. Y es que tal acto, para efectos de nuestras dependientes relaciones, son “mucho ruido y pocas nueces”.
Dicen los boletines del ineficiente director de Comunicación de Los Pinos, Max Cortázar, eclipsado en la “desaparición” del Jefe Diego y como los demás en la total desinformación, que en la comida que Calderón ofreció con dineros de nosotros (o como dice la Constitución de aquel país: “Nos, el pueblo...”), les dio mole oaxaqueño que para los estómagos gringos debió de ser una bomba (y tuvieron que engullir, también, bicarbonato a montones) y que cuando esa mezcla de chiles se le ofrece a extranjeros, se ha llamado “la venganza de Moctezuma”, por los efectos durante y después de la digestión. Estuvo una cantante y, claro, mariachi. Los invitados, que parecen fueron 400, la gozaron de momento.
Pero, para efectos de nuestras relaciones comerciales, de inmigrantes, de narcotráfico, de la compra de armas y de... etc., etc., esa visita fue de rutina y más todavía por la poca presencia de Calderón que no es un orador y carece de las mínimas cualidades del político. Otros ex presidentes han causado alguna impresión: como el mismo López Mateos (quien fue orador de Vasconcelos en la fallida incursión del oaxaqueño con ínfulas de intelectual); o como Ruiz Cortines, por su elegancia con su corbata de moño. Y párele de contar. Calderón anda de turista, huyendo de los problemas nacionales que están sumiendo cada vez más al país por el desempleo, la aterradora inseguridad y el agitador de posibles revueltas como es el hambre, es decir: el empobrecimiento masivo. Y con esto decir que Calderón, hasta como simple huésped de Los Pinos, está minimizado y es irrelevante, una vez que los militares (“los milicos”, dicen en Chile, tras la criminal experiencia que tuvieron con Pinochet), han tomado el poder disputándole la expansión territorial al ejército de matones del narcotráfico.
En la entrevista a un profesor de la Universidad Iberoamericana (con acento argentino) por la radio oficialista, como es cada vez más Radio-Educación (su nombre y el del comentarista, se me escaparon), se puso sobre la mesa de la sana discusión, por qué la presencia, en general, con sus excepciones casi siempre anecdóticas (como aquella del nefasto López Portillo cuando dijo que se impuso a Carter al saludarlo y darle un muy fuerte apretón de manos... López se hacía el musculoso por ejercitar el boxeo), de los presidentes mexicanos es casi siempre irrelevante. Y minimizadas, pasan “sin pena ni gloria”.
Con más giras que el apodado “López Paseos”, o sea López Mateos (el antecedente de Peña Nieto dizque para ser el segundo presidente de la República... mexiquense... y como dijera el pícaro norteño: “sí, Chuy”;) Calderón arribó a Washington, capital mundial de la política, como Nueva York de las finanzas (hasta que las dos pasen a Beijing-Pekín) para visitar al señor Obama ¡en supuesta visita de Estado!, para platicar con empresarios y un acto parlamentario, ante el Congreso estadounidense. Y es que tal acto, para efectos de nuestras dependientes relaciones, son “mucho ruido y pocas nueces”.
Dicen los boletines del ineficiente director de Comunicación de Los Pinos, Max Cortázar, eclipsado en la “desaparición” del Jefe Diego y como los demás en la total desinformación, que en la comida que Calderón ofreció con dineros de nosotros (o como dice la Constitución de aquel país: “Nos, el pueblo...”), les dio mole oaxaqueño que para los estómagos gringos debió de ser una bomba (y tuvieron que engullir, también, bicarbonato a montones) y que cuando esa mezcla de chiles se le ofrece a extranjeros, se ha llamado “la venganza de Moctezuma”, por los efectos durante y después de la digestión. Estuvo una cantante y, claro, mariachi. Los invitados, que parecen fueron 400, la gozaron de momento.
Pero, para efectos de nuestras relaciones comerciales, de inmigrantes, de narcotráfico, de la compra de armas y de... etc., etc., esa visita fue de rutina y más todavía por la poca presencia de Calderón que no es un orador y carece de las mínimas cualidades del político. Otros ex presidentes han causado alguna impresión: como el mismo López Mateos (quien fue orador de Vasconcelos en la fallida incursión del oaxaqueño con ínfulas de intelectual); o como Ruiz Cortines, por su elegancia con su corbata de moño. Y párele de contar. Calderón anda de turista, huyendo de los problemas nacionales que están sumiendo cada vez más al país por el desempleo, la aterradora inseguridad y el agitador de posibles revueltas como es el hambre, es decir: el empobrecimiento masivo. Y con esto decir que Calderón, hasta como simple huésped de Los Pinos, está minimizado y es irrelevante, una vez que los militares (“los milicos”, dicen en Chile, tras la criminal experiencia que tuvieron con Pinochet), han tomado el poder disputándole la expansión territorial al ejército de matones del narcotráfico.
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