José Gil Olmos
Es muy probable que la elección de Oaxaca sea la más disputada e importante de las 12 que este año se realizarán en todo el país. Y lo es por razones de estrategia política para todos los partidos, pues es el único estado donde la alianza entre el PRD, el PT y el PAN tiene posibilidad de ganar; en tanto, para el PRI representa la oportunidad de acabar con ese experimento electoral y posicionarse con todo para el 2012.
La elección en Oaxaca es emblemática en muchos sentidos para la vida política nacional. Más allá de los regionalismos en los que se suele caer cuando se habla de una elección estatal –como decir, por ejemplo: “es el experimento o el laboratorio político para todo el país”–, en el caso de los comicios en esta entidad hay elementos para considerar que el resultado es fundamental para los actores y partidos involucrados.
En Oaxaca nació, hace seis años, la primera coalición de partidos antagónicos ideológicamente, cuando se unieron PRD, PAN, Convergencia y PT, con el agregado apoyo de la maestra Elba Esther Gordillo, que apoyaron a Gabino Cué contra el priista Ulises Ruiz, quien al final logró un triunfo cuestionado. Hoy esos mismos partidos vuelven a enfrentarse casi con los mismos actores: de parte de la alianza opositora repite Cué, mientras que el candidato del PRI-PVEM es Eviel Pérez Magaña.
Aunque para el PRI el gobernador Ulises Ruiz ya no es un activo político, sino todo lo contrario, por los cuestionamientos a nivel nacional e internacional, que lo ponen como un violador a las garantías y derechos humanos de los oaxaqueños, no puede dejar al abandono esta elección y perder miles de votos rumbo a la contienda presidencial del 2012. Es por ello que en días próximos Enrique Peña Nieto estará en Oaxaca para apoyar a Eviel Pérez Magaña.
Personalmente, para Ulises Ruiz ganar la elección en su estado es de vida o muerte política. Si pierde, de inmediato estaría sujeto a juicios políticos y judiciales, ya que antes, durante y después del conflicto de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO), en 2006, utilizó la fuerza del estado para reprimir a los integrantes de un movimiento social que exigía su renuncia. Casi todas las organizaciones de derechos humanos a nivel internacional, como la ONU, Human Rigths Watch, Amnistía Internacional y la comunidad europea, entre otras, han calificado a Ulises Ruiz como un gobernante represor.
A nivel nacional, mientras tanto, todas las agrupaciones civiles lo responsabilizan de decenas de muertes, cientos de detenidos y algunos desaparecidos, así como de ataques de grupos parapoliciacos o paramilitares. El gobernador oaxaqueño necesita del manto protector de su posible heredero y también del PRI nacional, al que ha apoyado financieramente desde que empezó su debacle en 2000 y, sobre todo, desde que llegó al gobierno del estado haciendo uso de los recursos públicos para pagar la nómica y las deudas dejadas por su mentor político, Roberto Madrazo, tras su derrota en la contienda presidencial de 2006.
La derrota para Ulises Ruiz sería la señal de arranque para el inicio de juicios dentro y fuera del país por tribunales judiciales y de derechos humanos. En el caso de la alianza que encabeza Gabino Cué, para los partidos que la conforman es esencial ganar en Oaxaca. Y lo es porque los posicionaría en un mejor nivel de contienda para los dos años que vienen, sobre todo por las derrotas que han tenido en varias entidades donde gobernaban.
PAN y PRD, principalmente, le apostaron a una alianza para poner un alto al PRI, que en los dos años anteriores recuperó buena parte de su poder en todo el país y en el Congreso de la Unión. A pesar de las críticas por la contradicción ideológica y programática que significaba una coalición, mantuvieron su voluntad y se unieron en varios estados para lanzar candidaturas comunes. Pero de acuerdo con diversas encuestas en casi todas las elecciones, sólo en Oaxaca tienen posibilidad de ganar.
Ganarle al PRI en Oaxaca significaría para las dirigencias del PAN y el PRD una bocanada de oxígeno y un poco de aliento. Pero no sólo es importante para esos partidos una derrota del priista Eviel Pérez Magaña, también lo es para la sociedad civil de Oaxaca, ya que representaría la posibilidad de llevar a juicio a Ulises Ruiz y a varios de sus colaboradores por los abusos cometidos en su administración, y cerrar uno de los capítulos más lamentables de la historia oaxaqueña. Nunca antes un movimiento social como el de la APPO había sido tan castigado como ocurrió en 2006, cuando Ulises Ruiz desató una persecución contra todos y cada uno de sus miembros, llegando al uso de grupos parapoliciacos o paramilitares que actuaron bajo el amparo de la indolencia oficial.
La violencia generada ese año puso en la tablita al gobernador, pero fue salvado por la misma situación política, ya que ni al gobierno de Vicente Fox ni al PRI les convenía que Ulises Ruiz renunciara, dejando que creciera un movimiento social como la APPO, en plena contienda presidencial. La sociedad oaxaqueña tuvo que pagar los altos costos de 26 muertos, más de medio millar de detenidos y una decena de desaparecidos. La herida provocada entonces aún no cierra. Sólo un juicio imparcial y honesto sobre Ulises Ruiz y sus colaboradores podría hacer cicatrizar esta herida, pero ello no ocurrirá si el PRI gana el próximo 4 de julio. Por estas circunstancias es que la elección en Oaxaca es particularmente importante. La violencia es una amenaza en medio de este juego en el que nadie quiere perder.
Es muy probable que la elección de Oaxaca sea la más disputada e importante de las 12 que este año se realizarán en todo el país. Y lo es por razones de estrategia política para todos los partidos, pues es el único estado donde la alianza entre el PRD, el PT y el PAN tiene posibilidad de ganar; en tanto, para el PRI representa la oportunidad de acabar con ese experimento electoral y posicionarse con todo para el 2012.
La elección en Oaxaca es emblemática en muchos sentidos para la vida política nacional. Más allá de los regionalismos en los que se suele caer cuando se habla de una elección estatal –como decir, por ejemplo: “es el experimento o el laboratorio político para todo el país”–, en el caso de los comicios en esta entidad hay elementos para considerar que el resultado es fundamental para los actores y partidos involucrados.
En Oaxaca nació, hace seis años, la primera coalición de partidos antagónicos ideológicamente, cuando se unieron PRD, PAN, Convergencia y PT, con el agregado apoyo de la maestra Elba Esther Gordillo, que apoyaron a Gabino Cué contra el priista Ulises Ruiz, quien al final logró un triunfo cuestionado. Hoy esos mismos partidos vuelven a enfrentarse casi con los mismos actores: de parte de la alianza opositora repite Cué, mientras que el candidato del PRI-PVEM es Eviel Pérez Magaña.
Aunque para el PRI el gobernador Ulises Ruiz ya no es un activo político, sino todo lo contrario, por los cuestionamientos a nivel nacional e internacional, que lo ponen como un violador a las garantías y derechos humanos de los oaxaqueños, no puede dejar al abandono esta elección y perder miles de votos rumbo a la contienda presidencial del 2012. Es por ello que en días próximos Enrique Peña Nieto estará en Oaxaca para apoyar a Eviel Pérez Magaña.
Personalmente, para Ulises Ruiz ganar la elección en su estado es de vida o muerte política. Si pierde, de inmediato estaría sujeto a juicios políticos y judiciales, ya que antes, durante y después del conflicto de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO), en 2006, utilizó la fuerza del estado para reprimir a los integrantes de un movimiento social que exigía su renuncia. Casi todas las organizaciones de derechos humanos a nivel internacional, como la ONU, Human Rigths Watch, Amnistía Internacional y la comunidad europea, entre otras, han calificado a Ulises Ruiz como un gobernante represor.
A nivel nacional, mientras tanto, todas las agrupaciones civiles lo responsabilizan de decenas de muertes, cientos de detenidos y algunos desaparecidos, así como de ataques de grupos parapoliciacos o paramilitares. El gobernador oaxaqueño necesita del manto protector de su posible heredero y también del PRI nacional, al que ha apoyado financieramente desde que empezó su debacle en 2000 y, sobre todo, desde que llegó al gobierno del estado haciendo uso de los recursos públicos para pagar la nómica y las deudas dejadas por su mentor político, Roberto Madrazo, tras su derrota en la contienda presidencial de 2006.
La derrota para Ulises Ruiz sería la señal de arranque para el inicio de juicios dentro y fuera del país por tribunales judiciales y de derechos humanos. En el caso de la alianza que encabeza Gabino Cué, para los partidos que la conforman es esencial ganar en Oaxaca. Y lo es porque los posicionaría en un mejor nivel de contienda para los dos años que vienen, sobre todo por las derrotas que han tenido en varias entidades donde gobernaban.
PAN y PRD, principalmente, le apostaron a una alianza para poner un alto al PRI, que en los dos años anteriores recuperó buena parte de su poder en todo el país y en el Congreso de la Unión. A pesar de las críticas por la contradicción ideológica y programática que significaba una coalición, mantuvieron su voluntad y se unieron en varios estados para lanzar candidaturas comunes. Pero de acuerdo con diversas encuestas en casi todas las elecciones, sólo en Oaxaca tienen posibilidad de ganar.
Ganarle al PRI en Oaxaca significaría para las dirigencias del PAN y el PRD una bocanada de oxígeno y un poco de aliento. Pero no sólo es importante para esos partidos una derrota del priista Eviel Pérez Magaña, también lo es para la sociedad civil de Oaxaca, ya que representaría la posibilidad de llevar a juicio a Ulises Ruiz y a varios de sus colaboradores por los abusos cometidos en su administración, y cerrar uno de los capítulos más lamentables de la historia oaxaqueña. Nunca antes un movimiento social como el de la APPO había sido tan castigado como ocurrió en 2006, cuando Ulises Ruiz desató una persecución contra todos y cada uno de sus miembros, llegando al uso de grupos parapoliciacos o paramilitares que actuaron bajo el amparo de la indolencia oficial.
La violencia generada ese año puso en la tablita al gobernador, pero fue salvado por la misma situación política, ya que ni al gobierno de Vicente Fox ni al PRI les convenía que Ulises Ruiz renunciara, dejando que creciera un movimiento social como la APPO, en plena contienda presidencial. La sociedad oaxaqueña tuvo que pagar los altos costos de 26 muertos, más de medio millar de detenidos y una decena de desaparecidos. La herida provocada entonces aún no cierra. Sólo un juicio imparcial y honesto sobre Ulises Ruiz y sus colaboradores podría hacer cicatrizar esta herida, pero ello no ocurrirá si el PRI gana el próximo 4 de julio. Por estas circunstancias es que la elección en Oaxaca es particularmente importante. La violencia es una amenaza en medio de este juego en el que nadie quiere perder.
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