Iglesia y Ejército, codo a codo

Jorge Alejandro Medellín / De orden superior

Tal vez se deba a que las fuerzas armadas son el último bastión del gobierno para enfrentar la crisis de inseguridad que vive país frente al narco.

Quizá sea porque la presencia militar en época de lluvias, de inundaciones y ciclones es vital en varios puntos de país para responder a catástrofes naturales. La labor de los soldados y marinos es indispensable para salvar vidas y reducir el impacto de los desastres.

También pudiera ser el resultado de una tradición de décadas en la que los mexicanos, por un rasgo cultural, histórico y hasta mediático muestran su respeto al Ejército, a la Fuerza Aérea ya la Marina.

Como sea, pese a su reiterada dinámica en materia de violación a los derechos humanos de civiles y policías en aquellos lugares en donde el gobierno federal ha ordenado el despliegue de las fuerzas armadas, el Ejército sigue gozando de la confianza de la población, al igual que la Iglesia católica mexicana.

Al menos eso dicen las encuestas sobre los niveles de aceptación que se siguen elaborando en el país cada tres o cuatro meses. La más reciente es la hecha por la firma Parametría S.A., (http://www.parametria.com.mx/carta-parametrica.phtml?id=4203) difundida en la primera semana de abril y en la que “siete de cada diez mexicanos confían en las fuerzas armadas”.

La investigación de Parametría ubica tres escenarios para conocer la opinión de la ciudadanía en torno a los niveles de confianza acerca de cuatro instituciones: el Ejército, la Policía, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y la Iglesia Católica mexicana.

Esta última supera en aceptación a las fuerzas armadas en promedios medidos a nivel nacional y en la capital del país, con un 53% positivo en el Distrito Federal y un 74% en el resto del país.

Los escenarios son: el Distrito Federal, Nacional y Resto del País. La encuesta desagrega los datos obtenidos en la capital del país de aquellos encontrados en un total independiente (nacional) y de otro tanto alcanzado sin contar al Distrito Federal.

Los resultados son interesantes porque revelan que si bien las fuerzas armadas cuentan con un buen nivel de aceptación, en realidad presentan retrocesos importantes cuando se les revisa en forma separada.

Las categorías para medir los niveles de aceptación son: Mucha Confianza, Algo de Confianza, Poca Confianza y Nada de Confianza.

A nivel nacional (contando al DF), el Ejército tiene un promedio de aceptación de 65% y un rechazo o desconfianza estratificada del 35%.

Pero al desagregar los datos encontramos que sólo el 26% de la gente dice tener Mucha Confianza, mientras el 39% dijo tener Algo de Confianza; el 22% dijo tener Poca Confianza y el 11% aseguró que no tiene Nada de Confianza en el Ejército.

En el escenario del Resto del País (sin contar al DF), la aceptación total promedio es del 68% y la desconfianza es del 32%. Esta parte de la estadística señala que el 28% de la gente le tiene Mucha Confianza al Ejército, mientras que el 40% le tiene Algo de Confianza, el 22% Poca Confianza y el 10% Nada de Confianza.

Hasta este punto las cifras son entendibles, porque tiene que ver con la opinión de habitantes que en muchos casos conviven directamente con militares y reciben de ellos ayuda o bien no registran elevados niveles de quejas por violaciones a los derechos humanos contra la población.

Pero el problema surge cuando se revisa el escenario del Distrito Federal. Aquí las cifras son distintas. Van la baja y son marcadamente negativas. El 52% de los capitalinos dicen confiar en el Ejército (sólo el 18% dijo tener Mucha Confianza y el 34% Algo de Confianza).

En contraparte, el 48% de la gente mostró una marcada tendencia a desconfiar de las fuerzas armadas en la capital del país. Esta categoría se dividió de la siguiente manera: 28% con poca Confianza y 20% con Nada de Confianza.

Los datos son inquietantes. Comparados con otras encuestas de la misma empresa y con otros sondeos de diversas empresas especializadas, el Distrito Federal muestra un descenso marcado y los niveles promedio de aceptación a la actuación militar continúan decreciendo como parte de las consecuencias de la lucha antidroga.

La propia Parametría señala en su investigación dos escenarios paradójicos. “Un análisis histórico revela que, aún con las recientes acusaciones violaciones a derechos humanos y asesinato, el Ejército goza de mucha confianza y en un nivel alto si se considera el sexenio del actual gobierno; siendo siete de cada diez mexicanos los que confían en las fuerzas armadas.”

Sin embargo, la misma empresa reconoce que “en el Distrito Federal, de diciembre de 2009 a abril de 2010, sí disminuyó considerablemente (15 puntos porcentuales), la confianza depositada en el Ejército por los ciudadanos.”

De hecho, añade la encuestadora, “el 52% de confianza en el DF es el segundo punto más bajo alcanzado por el Ejército. En 2007 tuvo un 50%, el más bajo registrado.”

La Sedena paga los costos políticos, sociales y mediáticos del desgaste y el descrédito a que se ha visto sometida por encabezar (de manera irremediable) una guerra para la que no estaba preparada y en la que la estrategia gubernamental ha demostrado una y otra vez estar equivocada no solo por privilegiar la respuesta punitiva y policiaco-militar, sino porque nunca ha desarrollado programas reales para consolidar políticas de prevención y tratamiento de adicciones, para creación de empleos y cultivos alternativos en regiones de alta incidencia de siembra de enervantes y trasiego de narcóticos.

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