El PRI de Ulises puede perder Oaxaca e ir a juicio político

Álvaro Cepeda Neri

El desgobernador oaxaqueño Ulises Ruiz Ortiz (cuyo segundo nombre es Ernesto) ha estado sorteando no solamente los conflictos que han estado irrumpiendo durante sus ya casi seis años de troglodita. También pasó de largo ante el informe de la Suprema Corte, donde le colgaron imputaciones graves de violaciones a los derechos humanos que, incluso, implicaron homicidios. Asimismo, logró que Calderón lo estuviera apoyando con visitas. Seguidor hasta la muerte política de Roberto Madrazo (su apellido de Pintado sale sobrando, porque más parece un insulto seguido del anterior), Ruiz Ortiz impuso su autoritarismo caciquil contra viento y marea, sin que hasta ahora mismo que hubo una emboscada de paramilitares y hubo dos muertos, varios heridos y más actos vandálicos, haya sido afectado.

Y son las vísperas de las elecciones para que Ulises trate de imponer sucesor con su PRI (Zedillo, como en la letra de la canción de José Alfredo, le “soltó las riendas” al control priísta y desde entonces el sistema regresó al precallismo, cuando los caciques tenían en propiedad privada y pública a su partido). Y cuando era necesario que Oaxaca se mantuviera en relativa paz social, pues tuvo lugar otro aborto sangriento que, finalmente, puede provocar que los que vayan a votar (sobornados por Ulises no pocos de ellos y se dice que pagará mil pesos por credencial del IFE), de una vez por todas y masivamente, todos a una, resuelvan apoyar a la oposición de una alianza del PRD-PT-Convergencia-PAN, cuyo candidato Gabino Cué (ex priista) logre lo que parecía imposible.

No es seguro que pierda el PRI de Ulises (con éste nombre y ser un patán, en lugar de un Odiseo capaz de hazañas positivas como el héroe griego). Pero, las condiciones se han alterado y las posibilidades de una victoria de la oposición ha empezado a vislumbrarse. Existe un gran enojo en la mayoría de la población urbana, donde se decidirá la competencia electoral. Ulises controla los 450 municipios que se rigen por usos y costumbres, y se ha reducido su influencia en los restantes 120 municipios, de los cuales en diez de ellos se representan los sufragios que pueden inclinar la balanza. El desgobernador está dispuesto a todo para no ceder, y de salirse con la suya en Oaxaca podemos estar en el primer caso de que se verifiquen nuevas elecciones, tras el nombramiento de un gobernador interino.

E incluso que Ulises sea llevado al tribunal del juicio político (integrado por la Cámara de Diputados como institución acusadora y el Senado como juez) y que el PRI hasta lo abandone para, a su vez, sacudirse la escoria que le estorba para presentarse en las elecciones presidenciales. Los últimos sucesos oaxaqueños pueden significar la voltereta electoral y que Ulises, su grupo, sus abusos y el pillaje que han hecho de la economía estatal, muerdan la derrota y el encauzamiento judicial para, oídos y vencidos en juicio penal y político, recibir la sanción que merecen: cárcel con su máxima condena.

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