Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
El lunes por la tarde hubo una reunión especial en Los Pinos para definir cómo abordar la comunicación sobre la desaparición de Diego Fernández de Cevallos. El pensamiento que prevalece en el Gobierno, en este y en el caso de la lucha contra el narcotráfico, es que el problema es el mensajero, por lo que a quien hay que controlar es al mensajero. Coincidencia o no, por la noche Televisa anunció, en una claudicación a parte de su responsabilidad social, no volver a difundir nada hasta que se informara oficialmente sobre el caso. Con la hegemonía de 7 de cada 10 pantallas de televisión prendidas todo el día en el país, parece suficiente. Pero no es así.
Si Televisa calla o lo callan, no resuelve el problema de la comunicación social del Gobierno Federal, que en el Caso Fernández de Cevallos entró en una nueva crisis. Lagunas de información que se prolongaron por horas el sábado, opacidad en las versiones oficiales, imprecisiones, deficiencias y contradicciones, han sido parte del catálogo de cómo echar a perder la comunicación política y confundir a la sociedad durante los últimos cuatro días. A quien encargaron de dar la cara y aguantar la metralla, fue al vocero de la PGR, Ricardo Nájera, cuyo comportamiento no es causa sino consecuencia de la deficiencia federal en la materia.
Nájera ha hecho todo lo posible con las herramientas a su disposición. El resultado ha sido, por decir lo menos, patético. Para efectos de argumentación, tomemos lo que sucedió el lunes, cuando recorrió los medios de comunicación electrónicos durante el día para predicar la palabra de la PGR, que es la del Gobierno. Desde que inició la jornada, comenzaron los tropiezos.
Algunos botones de muestra son: 1.- Horas antes de que el EPR se deslindara de cualquier acción contra Fernández de Cevallos, Nájera descartó que su desaparición fuera obra de un grupo armado. ¿En qué se sustentó su dicho? “En función —declaró— de que tampoco se hizo gran escándalo alrededor de la salida de Diego de esa zona”, refiriéndose al momento de su desaparición cuyo sigilo no despertó sospecha ni produjo testigos. O sea, como no hubo cohetes, balazos, gritos y sombrerazos cuando desapareció Fernández de Cevallos, no fue un grupo armado.
Para Nájera, el argumento no fue el método, sino el nivel de decibeles registrados. Cabe la pregunta: ¿desde cuándo un secuestro de alto impacto se realiza bajo el sonido de las fanfarreas? Se supone que lo realizan profesionales, que fincan su acción en la sorpresa y en las posibilidades de fuga sin ser detectados para poder llevar a su víctima a una casa de seguridad. Por tanto, sin que se tome personal, lo que alegó el vocero es una tontería.
2.- Las famosas tijeras. En una entrevista con Carlos Urdiales en el informativo de mediodía en Radio 13, se le preguntó a Nájera sobre las tijeras que dijo la PGR que estaban en el lugar donde desapareció.
¿De qué tipo las tijeras? ¿De qué tamaño? Nájera dijo no saber ese detalle, que por cierto, no es menor. No es lo mismo que sean las tijeras que utilizaba Fernández de Cevallos para alinearse la barba, que unas para descuartizar pollos.
Por lo mismo, no se sabe si se utilizaron esas tijeras como arma blanca de defensa, o si fueron para atacar al personaje, o si no tienen nada que ver en el caso y sólo las mencionaron como parte del inventario en la camioneta del abogado.
Nájera se defendió ante la pregunta. Yo no lo sé, respondió, pero sí los investigadores, a cuya averiguación, dijo, no tiene acceso. Entonces, está repitiendo lo poco que le dicen, sin entender en el Gobierno Federal que si aportan un dato importante para entender qué pudo haber sucedido en el momento de la desaparición, tienen que dar el soporte que aclare y explique el porqué es relevante el objeto. Al no hacerlo despiertan las dudas que quieren apagar, y estimulan la especulación que desean alejar.
3.- La famosa mancha hemática, o sea, la sangre que encontraron. En la misma entrevista en Radio 13, se le preguntó a Nájera si esa mancha estaba sobre las famosas tijeras o las tijeras sobre la mancha.
No respondió ¿Son gotas de sangre? Porque se podría dar el caso que el vehículo donde viajaba cayera en un bache mientras se arreglaba la barba y se picara un poco con las tijeras. ¿Cuánto mide la mancha?, porque si tuviera un diámetro de 30 centímetros, digamos, uno podría suponer que es medio litro de sangre, que no pudo ser consecuencia de un accidente sino de una herida de otra naturaleza. ¿Se encontró dentro del vehículo? ¿Estaba afuera? El vocero Nájera repitió no saber esos detalles.
Si no están listos para aportar el significado de ese dato, ¿por qué darlo a conocer? La mancha de sangre es una de las piezas claves para arrojar luz a lo que pudo haber sucedido en ese tan extraño incidente, y desprender una hipótesis sobre el estado de salud en que se pudiera encontrar aquella persona que perdió la sangre —tampoco está confirmado que sea de Fernández de Cevallos—, y si en efecto hubo violencia o no en ese momento.
La PGR ha dicho que sí tiene elementos para presumir una escena de violencia, pero hasta ahora no ha aportado nada sólido que lo respalde.
No se trata de que construyan una historia sobre los dichos —como el Caso Paulette—, sino que los dichos y las hipótesis se construyan a partir de los indicios y evidencias. Si Nájera no tiene a su alcance las herramientas, ¿cuál es el propósito de tener una vocería que lejos de orientar la información la disloca? Lo que no estén dispuestos a aclarar y explicar, mejor que lo callen hasta que estén listos para despejar dudas.
Lo que están haciendo en el Gobierno Federal va en contrasentido de sus deseos. Desinforman, no informan; confunden, no aclaran; alimentan el rumor, no lo apagan; pierden credibilidad, no la ganan. No han aprendido. El Inspector Clouseau que lleva adentro la comunicación social del Gobierno mexicano hace tiempo, sigue cabalgando libremente.
El lunes por la tarde hubo una reunión especial en Los Pinos para definir cómo abordar la comunicación sobre la desaparición de Diego Fernández de Cevallos. El pensamiento que prevalece en el Gobierno, en este y en el caso de la lucha contra el narcotráfico, es que el problema es el mensajero, por lo que a quien hay que controlar es al mensajero. Coincidencia o no, por la noche Televisa anunció, en una claudicación a parte de su responsabilidad social, no volver a difundir nada hasta que se informara oficialmente sobre el caso. Con la hegemonía de 7 de cada 10 pantallas de televisión prendidas todo el día en el país, parece suficiente. Pero no es así.
Si Televisa calla o lo callan, no resuelve el problema de la comunicación social del Gobierno Federal, que en el Caso Fernández de Cevallos entró en una nueva crisis. Lagunas de información que se prolongaron por horas el sábado, opacidad en las versiones oficiales, imprecisiones, deficiencias y contradicciones, han sido parte del catálogo de cómo echar a perder la comunicación política y confundir a la sociedad durante los últimos cuatro días. A quien encargaron de dar la cara y aguantar la metralla, fue al vocero de la PGR, Ricardo Nájera, cuyo comportamiento no es causa sino consecuencia de la deficiencia federal en la materia.
Nájera ha hecho todo lo posible con las herramientas a su disposición. El resultado ha sido, por decir lo menos, patético. Para efectos de argumentación, tomemos lo que sucedió el lunes, cuando recorrió los medios de comunicación electrónicos durante el día para predicar la palabra de la PGR, que es la del Gobierno. Desde que inició la jornada, comenzaron los tropiezos.
Algunos botones de muestra son: 1.- Horas antes de que el EPR se deslindara de cualquier acción contra Fernández de Cevallos, Nájera descartó que su desaparición fuera obra de un grupo armado. ¿En qué se sustentó su dicho? “En función —declaró— de que tampoco se hizo gran escándalo alrededor de la salida de Diego de esa zona”, refiriéndose al momento de su desaparición cuyo sigilo no despertó sospecha ni produjo testigos. O sea, como no hubo cohetes, balazos, gritos y sombrerazos cuando desapareció Fernández de Cevallos, no fue un grupo armado.
Para Nájera, el argumento no fue el método, sino el nivel de decibeles registrados. Cabe la pregunta: ¿desde cuándo un secuestro de alto impacto se realiza bajo el sonido de las fanfarreas? Se supone que lo realizan profesionales, que fincan su acción en la sorpresa y en las posibilidades de fuga sin ser detectados para poder llevar a su víctima a una casa de seguridad. Por tanto, sin que se tome personal, lo que alegó el vocero es una tontería.
2.- Las famosas tijeras. En una entrevista con Carlos Urdiales en el informativo de mediodía en Radio 13, se le preguntó a Nájera sobre las tijeras que dijo la PGR que estaban en el lugar donde desapareció.
¿De qué tipo las tijeras? ¿De qué tamaño? Nájera dijo no saber ese detalle, que por cierto, no es menor. No es lo mismo que sean las tijeras que utilizaba Fernández de Cevallos para alinearse la barba, que unas para descuartizar pollos.
Por lo mismo, no se sabe si se utilizaron esas tijeras como arma blanca de defensa, o si fueron para atacar al personaje, o si no tienen nada que ver en el caso y sólo las mencionaron como parte del inventario en la camioneta del abogado.
Nájera se defendió ante la pregunta. Yo no lo sé, respondió, pero sí los investigadores, a cuya averiguación, dijo, no tiene acceso. Entonces, está repitiendo lo poco que le dicen, sin entender en el Gobierno Federal que si aportan un dato importante para entender qué pudo haber sucedido en el momento de la desaparición, tienen que dar el soporte que aclare y explique el porqué es relevante el objeto. Al no hacerlo despiertan las dudas que quieren apagar, y estimulan la especulación que desean alejar.
3.- La famosa mancha hemática, o sea, la sangre que encontraron. En la misma entrevista en Radio 13, se le preguntó a Nájera si esa mancha estaba sobre las famosas tijeras o las tijeras sobre la mancha.
No respondió ¿Son gotas de sangre? Porque se podría dar el caso que el vehículo donde viajaba cayera en un bache mientras se arreglaba la barba y se picara un poco con las tijeras. ¿Cuánto mide la mancha?, porque si tuviera un diámetro de 30 centímetros, digamos, uno podría suponer que es medio litro de sangre, que no pudo ser consecuencia de un accidente sino de una herida de otra naturaleza. ¿Se encontró dentro del vehículo? ¿Estaba afuera? El vocero Nájera repitió no saber esos detalles.
Si no están listos para aportar el significado de ese dato, ¿por qué darlo a conocer? La mancha de sangre es una de las piezas claves para arrojar luz a lo que pudo haber sucedido en ese tan extraño incidente, y desprender una hipótesis sobre el estado de salud en que se pudiera encontrar aquella persona que perdió la sangre —tampoco está confirmado que sea de Fernández de Cevallos—, y si en efecto hubo violencia o no en ese momento.
La PGR ha dicho que sí tiene elementos para presumir una escena de violencia, pero hasta ahora no ha aportado nada sólido que lo respalde.
No se trata de que construyan una historia sobre los dichos —como el Caso Paulette—, sino que los dichos y las hipótesis se construyan a partir de los indicios y evidencias. Si Nájera no tiene a su alcance las herramientas, ¿cuál es el propósito de tener una vocería que lejos de orientar la información la disloca? Lo que no estén dispuestos a aclarar y explicar, mejor que lo callen hasta que estén listos para despejar dudas.
Lo que están haciendo en el Gobierno Federal va en contrasentido de sus deseos. Desinforman, no informan; confunden, no aclaran; alimentan el rumor, no lo apagan; pierden credibilidad, no la ganan. No han aprendido. El Inspector Clouseau que lleva adentro la comunicación social del Gobierno mexicano hace tiempo, sigue cabalgando libremente.
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