Carlos Pascual, el brujo embajador de EEUU

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Entre los afanes estúpidos del ser humano está el irreprimible deseo de conocer el futuro, saber lo que vendrá, anticipar el sí y el no, tener la certeza de cómo, cuándo y dónde se ha de morir, como si por el hecho de saberlo se conjurara todo mal.

Estupidez y tedio que acompaña sobre todo a los hombres de poder, ávidos por saber cuánto permanecerán al mando, cuántos hombres, mujeres, ciudades, naciones quedarán sujetas a su voluntad, capricho, inquina, perversión o iniquidad. Desde siempre los caciques necesitaron tener junto a ellos a los brujos, los chamanes que les dan prestigio y gracias a cuyas magias, maleficios y adivinaciones infunden temor.

La historia, la Biblia lo narran. Allí está el pasaje del Éxodo, en el que Moisés acompañado por Aarón se esfuerza en intimidar al faraón para que acceda a la petición del Señor. Son los magos del líder egipcio quienes desacreditan la pericia del profeta y su hermano. En otro ámbito, en otro tenor, nos ilustran de la inseguridad del ser humano y de su necesidad de certezas el Oráculo de Delfos, las Pitias y luego toda la cáfila de adivinos de que se han rodeado los gobernantes, los dictadores y los dueños del dinero.

Tedio, porque saber por adelantado el resultado de los esfuerzos realizados individual o colectivamente, conduciría a la inercia o a la falta de motivaciones para actuar; saber que el fruto de la imaginación de un escritor, de un compositor, de un escultor, de un pintor está condenado al fracaso, daría al traste con las artes; conocer por adelantado el resultado de un coqueteo haría desaparecer las feromonas y la adrenalina, lo mismo que conduciría al suicidio un resultado electoral cuyo desenlace ya se sabe, como se conoce del resultado de la especulación financiera que empobrece definitivamente.

Pero el peor de los tedios, creo, llegaría con la desaparición del deseo sexual, del erotismo, por conocerse con anterioridad qué sí y qué no puede hacerse con la pareja, o cómo ha de procederse para que la atracción, el amor concluya sin necesidad de llegar a la desesperación, el llanto y la depresión.

Lo anterior viene a cuento porque resulta que el embajador de Estados Unidos en México, el excelentísimo Carlos Pascual, tiene facultades adivinatorias o información privilegiada, pues con todo desparpajo asevera que ya poco importa conocer del destino político de los cubanos y del embargo a la isla, pues debido al cambio climático Cuba se hundirá, como conjeturan que se hundió la Atlántida.

Es bueno saberlo, en primer lugar porque si el país al que representa el embajador Pascual posee información científica que le permite prever que Cuba se hundirá en las aguas del mar Caribe debido al cambio climático, lo menos que se puede pensar es que el gobierno de Estados Unidos actúa con una perfecta irresponsabilidad, porque junto con China es la nación más contaminante del mundo, porque se niega a luchar contra el efecto invernadero, porque se niega a firmar los protocolos de Kioto, porque envió una delegación a la reunión de Copenhague a hacerse como el tío Lolo, y porque su misma sociedad, a la que representa, también pagará las consecuencias de no cumplir con las normas del desarrollo sustentable, y hacer caso omiso de los avisos, las señales que ya la estragada naturaleza envía a los seres humanos.

Por el contrario, si Carlos Pascual, cuando dice que en 50 años su país ya no tendrá que preocuparse por Cuba, porque los efectos del cambio climático provocarán la desaparición de la isla, lo sabe por ser brujo o tener línea directa con la divinidad, también es un irresponsable porque me recuerda a José López Rega, “El Brujo”, quien fue secretario privado de Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de Perón, y además ministro de Bienestar Social de Héctor J. Cámpora y de Raúl Alberto Lastiri, y porque ha decidido castigar en las cubanos todos, los errores de Fidel y Raúl Castro.

Para comprender la dimensión del problema habría que estudiar a fondo el último capítulo de Gomorra, que Roberto Saviano titula Tierra de los fuegos, en el que escribe: “Los vertederos eran el emblema más concreto de todo ciclo económico. Amontonan todo lo que ha sido, son la verdadera estela del consumo, algo más que la huella que todo producto deja en la corteza terrestre… Si los desechos que escapan al control oficial se unieran en un solo montón, su conjunto formaría una cordillera de 14 millones de toneladas…”

Saviano se refiere exclusivamente a los desechos del norte de Italia. Supongo que Carlos Pascual sabe del destino de Cuba, porque la isla ha sido el vertedero de Estados Unidos, aunque la revolución cubana se haya empeñado en evitarlo, pues la mugre, la podredumbre resbala desde Guantánamo, desde esa prisión que viola los derechos humanos de la humanidad entera. Seguramente a ese cataclismo se refiere el embajador Carlos Pascual.

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