Álvaro Cepeda Neri
De los problemas que azotan a la población mexicana, a lo largo y ancho del territorio, además de la aterradora inseguridad (con homicidios a discreción de civiles ajenos al combate al narcotráfico, como de militares, policías y no se diga los mismos sicarios) está sobre todo el de la pobreza que pasa por la miseria y la hambruna. Qué decir del desempleo, con más de 40 millones, más los casi tres millones de despidos de abril de 2009 al abril de este año, cuando el secretario de Salud festina sus desaciertos contra la gripe que provocaron un desastre económico. Pero, la pobreza es un asunto gravísimo que, con los anteriores problemas no se explica uno cómo es que las aguas sociales, en la superficie, se mantienen quietas. A menos que se estén agitando en el fondo.
De las últimas investigaciones de campo sobre la pobreza, el que reporta Angélica Enciso (en La Jornada: 26/IV/10), al entrevistar al integrante del Sistema Nacional de Investigadores: Genaro Aguilar, vuelve a poner el dedo en la llaga, ya que en los últimos 25 años (desde el salinato, zedillismo, foxismo y calderonismo), “el número de pobres pasó de 20 por ciento de la población a cerca del 50 por ciento” para que actualmente 53 millones de connacionales estén sobreviviendo en los diferentes grados del empobrecimiento masivo. Esto quiere decir que si ya somos, descontando las familias de los millonarios y algunos estratos muy superiores en la escala de las jerarquías sociales, 106 millones de mexicanos, entonces la mitad es pobre.
Desde el priísmo “derechizante” del binomio Salinas-Zedillo al binomio Fox-Calderón, se han inventado programas de asistencia a la pobreza que, por la información cuantitativa, para nada han servido. Ni en lo mínimo. Todo porque están diseñados electoralmente, y no para resolver el problema de fondo. Si cada año, desde hace 25, está aumentando la degradación social de quienes no han podido emigrar (y los que lo han hecho es porque en este país no hay empleo) y no encuentran dónde laborar, pues los que lo hacen obtienen miserables salarios, no tienen más opción que ir muriendo de hambre, enfermedades y otros males.
Calderón sale constantemente a presumir la creación de 350 mil empleos en un año, cuando se necesitan anualmente tres millones de plazas y que no haya despidos. En el sector informal, donde cada mexicano trabaja como puede, existen ya 18 millones y en el sector formal apenas 28 millones. El caso es que hasta los que tienen un empleo sufren pobreza. La miseria es la medida en la que sobreviven esos mexicanos a los que la derechización de los gobernantes han puesto en la boca del lobo del mercado, donde sin regulaciones e intervenciones, sólo hay víctimas de un capitalismo salvaje que está enmascarado con el neoliberalismo económico que ha imperado en los últimos 25 años. Los pobres no tienen más salida que soportar, atrapados en su miseria, o de plano protestar con arreglo a sus derechos. Aguantar o manifestarse, es la alternativa.
De los problemas que azotan a la población mexicana, a lo largo y ancho del territorio, además de la aterradora inseguridad (con homicidios a discreción de civiles ajenos al combate al narcotráfico, como de militares, policías y no se diga los mismos sicarios) está sobre todo el de la pobreza que pasa por la miseria y la hambruna. Qué decir del desempleo, con más de 40 millones, más los casi tres millones de despidos de abril de 2009 al abril de este año, cuando el secretario de Salud festina sus desaciertos contra la gripe que provocaron un desastre económico. Pero, la pobreza es un asunto gravísimo que, con los anteriores problemas no se explica uno cómo es que las aguas sociales, en la superficie, se mantienen quietas. A menos que se estén agitando en el fondo.
De las últimas investigaciones de campo sobre la pobreza, el que reporta Angélica Enciso (en La Jornada: 26/IV/10), al entrevistar al integrante del Sistema Nacional de Investigadores: Genaro Aguilar, vuelve a poner el dedo en la llaga, ya que en los últimos 25 años (desde el salinato, zedillismo, foxismo y calderonismo), “el número de pobres pasó de 20 por ciento de la población a cerca del 50 por ciento” para que actualmente 53 millones de connacionales estén sobreviviendo en los diferentes grados del empobrecimiento masivo. Esto quiere decir que si ya somos, descontando las familias de los millonarios y algunos estratos muy superiores en la escala de las jerarquías sociales, 106 millones de mexicanos, entonces la mitad es pobre.
Desde el priísmo “derechizante” del binomio Salinas-Zedillo al binomio Fox-Calderón, se han inventado programas de asistencia a la pobreza que, por la información cuantitativa, para nada han servido. Ni en lo mínimo. Todo porque están diseñados electoralmente, y no para resolver el problema de fondo. Si cada año, desde hace 25, está aumentando la degradación social de quienes no han podido emigrar (y los que lo han hecho es porque en este país no hay empleo) y no encuentran dónde laborar, pues los que lo hacen obtienen miserables salarios, no tienen más opción que ir muriendo de hambre, enfermedades y otros males.
Calderón sale constantemente a presumir la creación de 350 mil empleos en un año, cuando se necesitan anualmente tres millones de plazas y que no haya despidos. En el sector informal, donde cada mexicano trabaja como puede, existen ya 18 millones y en el sector formal apenas 28 millones. El caso es que hasta los que tienen un empleo sufren pobreza. La miseria es la medida en la que sobreviven esos mexicanos a los que la derechización de los gobernantes han puesto en la boca del lobo del mercado, donde sin regulaciones e intervenciones, sólo hay víctimas de un capitalismo salvaje que está enmascarado con el neoliberalismo económico que ha imperado en los últimos 25 años. Los pobres no tienen más salida que soportar, atrapados en su miseria, o de plano protestar con arreglo a sus derechos. Aguantar o manifestarse, es la alternativa.
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