Eduardo Ibarra Aguirre
Al cumplirse seis meses y medio del asalto por el Ejército y Policía Federal de las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro, extinguida al día siguiente por un decreto presidencial, 10 trabajadores afiliados al Sindicato Mexicano de Electricistas iniciaron una huelga de hambre en el Zócalo capitalino.
No es la primera ocasión que el SME organiza una huelga de hambre. La anterior, en la que participaron durante varias semanas destacadamente mujeres y provocó un fuerte impacto en la opinión pública con todo y bloqueo informativo, fue levantada bajo la promesa de Fernando Gómez-Mont Urueta de instalar una mesa de negociación en el Palacio de Covián. Los dirigentes del Sindicato ya conocieron el limitado valor de la palabra de este funcionario que las pronuncia en exceso, con poca coherencia y desplantes de valentía burocrática.
Pero sí es la primera huelga de hambre que involucrará a una importante porción de los trabajadores dirigidos por Martín Esparza Flores, secretario general restituido en su personalidad jurídica por el Quinto Tribunal Colegiado de Circuito frente a las disposiciones de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje que influye el celebérrimo coautor del “Coopelas o cuello”.
De qué magnitud y alcance será esta acción en cuanto al número de ayunantes y los días que no probarán alimentos, da una idea el hecho de cada 24 horas se integrarán 10 nuevos huelguistas. También el dato de que 5 mil electricistas manifestaron su interés de participar, de ellos 2 mil 300 fueron examinados por médicos, 600 aprobaron los exámenes y 150 están preparados física y anímicamente.
Se trata, como lo anuncian los organizadores, de un ayuno masivo que “no es una acción desesperada. Es ante todo una acción consciente de reclamo de frente a un gobierno fascista que presume al mundo una falsa moral y tramposo prestigio de respeto a los derechos humanos”.
Es una medida extrema, aquí y en Cuba, porque el bien mayor e irrepetible que tiene el ser humano es la vida y la deteriora al no consumir alimento.
Desde que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa lanzó al desempleo a 44 mil 500 trabajadores, en medio de la recesión más pronunciada en 75 años, con el argumento de los altos costos de la paraestatal y la muy baja productividad, magnificados por una campaña de linchamiento del SME que el tiempo se encargó de colocar en su justo lugar y en un primer plano los objetivos privatizadores del sector, aquí se apuntó que entrábamos a un conflicto de largo aliento y, sobre todo, que se dirimirá a favor del sindicato o del grupo gobernante en dependencia de que la Comisión Federal de Electricidad, la Empresa de clase mundial, tenga la capacidad o no de brindar un mejor servicio que el proporcionado por LFC.
La Confederación Patronal de la República Mexicana es uno de los aliados más sólidos de Calderón Hinojosa, tanto que contribuyó a instalarlo en Los Pinos, merced al polémico dictamen del Tribunal Electoral. Ahora la Coparmex se queja públicamente de las pérdidas económicas que tienen sus afiliados por los cotidianos cortes de energía eléctrica que ya forman parte del paisaje del Distrito Federal, Hidalgo, Morelos y Puebla. Aparte está la variación del voltaje que daña y destruye aparatos eléctricos sin que Alfredo Elías Ayub y la CFE indemnicen a los damnificados, mientras Transparencia Internacional le expide costosos certificados.
Es “la huelga de todos contra el mal gobierno”, asegura el SME y pasa lista de presente a la conflictividad social que adquiere forma de movimientos y que, por desgracia, no registrarán ni Estados Unidos ni la Unión Europea.
Al cumplirse seis meses y medio del asalto por el Ejército y Policía Federal de las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro, extinguida al día siguiente por un decreto presidencial, 10 trabajadores afiliados al Sindicato Mexicano de Electricistas iniciaron una huelga de hambre en el Zócalo capitalino.
No es la primera ocasión que el SME organiza una huelga de hambre. La anterior, en la que participaron durante varias semanas destacadamente mujeres y provocó un fuerte impacto en la opinión pública con todo y bloqueo informativo, fue levantada bajo la promesa de Fernando Gómez-Mont Urueta de instalar una mesa de negociación en el Palacio de Covián. Los dirigentes del Sindicato ya conocieron el limitado valor de la palabra de este funcionario que las pronuncia en exceso, con poca coherencia y desplantes de valentía burocrática.
Pero sí es la primera huelga de hambre que involucrará a una importante porción de los trabajadores dirigidos por Martín Esparza Flores, secretario general restituido en su personalidad jurídica por el Quinto Tribunal Colegiado de Circuito frente a las disposiciones de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje que influye el celebérrimo coautor del “Coopelas o cuello”.
De qué magnitud y alcance será esta acción en cuanto al número de ayunantes y los días que no probarán alimentos, da una idea el hecho de cada 24 horas se integrarán 10 nuevos huelguistas. También el dato de que 5 mil electricistas manifestaron su interés de participar, de ellos 2 mil 300 fueron examinados por médicos, 600 aprobaron los exámenes y 150 están preparados física y anímicamente.
Se trata, como lo anuncian los organizadores, de un ayuno masivo que “no es una acción desesperada. Es ante todo una acción consciente de reclamo de frente a un gobierno fascista que presume al mundo una falsa moral y tramposo prestigio de respeto a los derechos humanos”.
Es una medida extrema, aquí y en Cuba, porque el bien mayor e irrepetible que tiene el ser humano es la vida y la deteriora al no consumir alimento.
Desde que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa lanzó al desempleo a 44 mil 500 trabajadores, en medio de la recesión más pronunciada en 75 años, con el argumento de los altos costos de la paraestatal y la muy baja productividad, magnificados por una campaña de linchamiento del SME que el tiempo se encargó de colocar en su justo lugar y en un primer plano los objetivos privatizadores del sector, aquí se apuntó que entrábamos a un conflicto de largo aliento y, sobre todo, que se dirimirá a favor del sindicato o del grupo gobernante en dependencia de que la Comisión Federal de Electricidad, la Empresa de clase mundial, tenga la capacidad o no de brindar un mejor servicio que el proporcionado por LFC.
La Confederación Patronal de la República Mexicana es uno de los aliados más sólidos de Calderón Hinojosa, tanto que contribuyó a instalarlo en Los Pinos, merced al polémico dictamen del Tribunal Electoral. Ahora la Coparmex se queja públicamente de las pérdidas económicas que tienen sus afiliados por los cotidianos cortes de energía eléctrica que ya forman parte del paisaje del Distrito Federal, Hidalgo, Morelos y Puebla. Aparte está la variación del voltaje que daña y destruye aparatos eléctricos sin que Alfredo Elías Ayub y la CFE indemnicen a los damnificados, mientras Transparencia Internacional le expide costosos certificados.
Es “la huelga de todos contra el mal gobierno”, asegura el SME y pasa lista de presente a la conflictividad social que adquiere forma de movimientos y que, por desgracia, no registrarán ni Estados Unidos ni la Unión Europea.
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