Francisco Rodríguez / Índice Político
DESDE SIEMPRE, UNA de las voces más lúcidas y respetadas de la Iglesia Católica mexicana ha sido la de Monseñor Abelardo Alvarado Alcántara, Obispo Auxiliar Emérito de la Arquidiócesis de México. Su opinión es invariablemente escuchada por actores de la vida pública, debido a lo bien razonado y equilibrado de sus juicios.
Alvarado recién ha escrito un texto en el que, tras revisar las noticias sobre abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes y religiosos católicos en varios países, reconoce que su Iglesia atraviesa por la mayor de sus crisis en los tiempos modernos, “realidad que no podemos ignorar”, dice.
En su revisión de los medios que han divulgado esta vergonzosa situación, el Obispo Emérito no omite las acusaciones al Papa Benedicto XVI y al alto clero a quienes de antemano se condena como culpables de negligencia y omisión al tolerar y encubrir tan despreciables abusos, en aras de evitar escándalos. También considera cual grave error el que se arguya que todo este negro episodio es obra de los enemigos de su Iglesia. Y, por supuesto, condena el silencio que se guardó sobre este tema, el que no se haya hecho caso a las denuncias de las víctimas: “a lo más que se llegaba era a cambiar de parroquia o de ministerio a los sacerdotes que eran acusados de delitos de pederastia; algunos sencillamente se cambiaban de diócesis de una ciudad a otra o de un país a otro, en ocasiones contando con la recomendación del propio obispo o eran remitidos a centros de terapia psicológica y rehabilitación.
“Muchos niños que han sido víctimas de estos abusos han sido reacios a denunciar los abusos sexuales por el clero. Al presentarse ya como adultos, no sólo exigen que los clérigos reconozcan su culpa y pidan perdón, sino que se repare el daño que les causaron en sus vidas y sobre todo que se les castigue y se impida que otros niños puedan llegar a sufrir el mismo trauma que ellos han experimentado; es obvio que los abogados han aprovechado para reclamar fuertes indemnizaciones económicas, que de hecho han provocado que varias diócesis, especialmente en Estados Unidos, se declaren en bancarrota y se vean llevadas a vender sus inmuebles.
“Algunos han querido minimizar los graves delitos de pederastia en la Iglesia aduciendo algunas razones como son, por ejemplo, que la pederastia no es exclusiva de los sacerdotes católicos; se afirma que igualmente en otras iglesias, religiones e instituciones se comete este tipo de abusos; que no son los sacerdotes católicos únicamente los que a causa del celibato son llevados a cometer tales delitos; que los casos de pederastia cometidos por sacerdotes y religiosos son mucho menores en número que lo que sucede en otras profesiones (dígase médicos, maestros, educadores, vigilantes en escuelas e instructores deportivos, etc.) y aún en muchos casos por los mismos padres o familiares cercanos. O simplemente afirmando que los casos denunciados sucedieron hace ya mucho tiempo, treinta, cuarenta o más años atrás.
“Se ha alegado también que la mayoría de los casos denunciados no han sido delitos de pederastia propiamente dicha, sino más bien actos homosexuales, ya que se trata más bien de actos entre sacerdotes y jóvenes varones adolescentes, muchas veces con la anuencia de estos mismos, fenómeno que en todo el mundo se ha dado a través de la historia (efebomanía).
“Evidentemente ninguna de estas razones libra de culpabilidad a la Iglesia ni va a disminuir el desprestigio y la pérdida de credibilidad que le ha acarreado esta crisis. Los delitos de abusos sexuales a menores son actos abominables, que cometidos por personas consagradas, revisten una mayor gravedad y culpabilidad.
“Pero tampoco es justo querer trasladar una responsabilidad individual y convertirla en una culpa colectiva de toda la Iglesia. El Papa precisamente ha lamentado que por culpa de aquellos sacerdotes que han traicionado la confianza de los feligreses y su compromiso de fidelidad a la Iglesia y sobre todo a Cristo, se manche y desprestigie a todos los sacerdotes, la gran mayoría de los cuales se han entregado generosa y abnegadamente a servir a sus comunidades y a buscar su bien espiritual y humano...
“La Iglesia corre ahora el peligro de dejarse llevar del temor y, en vez de encarar clara y firmemente la realidad, tratar de conseguir el apoyo de los feligreses con denuncias de conjuras y "persecuciones"…”
Mañana, con su venia, una segunda parte con este texto de Monseñor Alvarado Alcántara.
Índice Flamígero: Contraste: Este fin de semana, el cardenal de Guadalajara Juan Sandoval Iñiguez Juan defendió al Papa ante los ataques que ha recibido por los casos de sacerdotes pederastas en diferentes partes del mundo. Indicó que las críticas son encabezadas por jefes políticos quienes se ven afectados por la Iglesia.
DESDE SIEMPRE, UNA de las voces más lúcidas y respetadas de la Iglesia Católica mexicana ha sido la de Monseñor Abelardo Alvarado Alcántara, Obispo Auxiliar Emérito de la Arquidiócesis de México. Su opinión es invariablemente escuchada por actores de la vida pública, debido a lo bien razonado y equilibrado de sus juicios.
Alvarado recién ha escrito un texto en el que, tras revisar las noticias sobre abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes y religiosos católicos en varios países, reconoce que su Iglesia atraviesa por la mayor de sus crisis en los tiempos modernos, “realidad que no podemos ignorar”, dice.
En su revisión de los medios que han divulgado esta vergonzosa situación, el Obispo Emérito no omite las acusaciones al Papa Benedicto XVI y al alto clero a quienes de antemano se condena como culpables de negligencia y omisión al tolerar y encubrir tan despreciables abusos, en aras de evitar escándalos. También considera cual grave error el que se arguya que todo este negro episodio es obra de los enemigos de su Iglesia. Y, por supuesto, condena el silencio que se guardó sobre este tema, el que no se haya hecho caso a las denuncias de las víctimas: “a lo más que se llegaba era a cambiar de parroquia o de ministerio a los sacerdotes que eran acusados de delitos de pederastia; algunos sencillamente se cambiaban de diócesis de una ciudad a otra o de un país a otro, en ocasiones contando con la recomendación del propio obispo o eran remitidos a centros de terapia psicológica y rehabilitación.
“Muchos niños que han sido víctimas de estos abusos han sido reacios a denunciar los abusos sexuales por el clero. Al presentarse ya como adultos, no sólo exigen que los clérigos reconozcan su culpa y pidan perdón, sino que se repare el daño que les causaron en sus vidas y sobre todo que se les castigue y se impida que otros niños puedan llegar a sufrir el mismo trauma que ellos han experimentado; es obvio que los abogados han aprovechado para reclamar fuertes indemnizaciones económicas, que de hecho han provocado que varias diócesis, especialmente en Estados Unidos, se declaren en bancarrota y se vean llevadas a vender sus inmuebles.
“Algunos han querido minimizar los graves delitos de pederastia en la Iglesia aduciendo algunas razones como son, por ejemplo, que la pederastia no es exclusiva de los sacerdotes católicos; se afirma que igualmente en otras iglesias, religiones e instituciones se comete este tipo de abusos; que no son los sacerdotes católicos únicamente los que a causa del celibato son llevados a cometer tales delitos; que los casos de pederastia cometidos por sacerdotes y religiosos son mucho menores en número que lo que sucede en otras profesiones (dígase médicos, maestros, educadores, vigilantes en escuelas e instructores deportivos, etc.) y aún en muchos casos por los mismos padres o familiares cercanos. O simplemente afirmando que los casos denunciados sucedieron hace ya mucho tiempo, treinta, cuarenta o más años atrás.
“Se ha alegado también que la mayoría de los casos denunciados no han sido delitos de pederastia propiamente dicha, sino más bien actos homosexuales, ya que se trata más bien de actos entre sacerdotes y jóvenes varones adolescentes, muchas veces con la anuencia de estos mismos, fenómeno que en todo el mundo se ha dado a través de la historia (efebomanía).
“Evidentemente ninguna de estas razones libra de culpabilidad a la Iglesia ni va a disminuir el desprestigio y la pérdida de credibilidad que le ha acarreado esta crisis. Los delitos de abusos sexuales a menores son actos abominables, que cometidos por personas consagradas, revisten una mayor gravedad y culpabilidad.
“Pero tampoco es justo querer trasladar una responsabilidad individual y convertirla en una culpa colectiva de toda la Iglesia. El Papa precisamente ha lamentado que por culpa de aquellos sacerdotes que han traicionado la confianza de los feligreses y su compromiso de fidelidad a la Iglesia y sobre todo a Cristo, se manche y desprestigie a todos los sacerdotes, la gran mayoría de los cuales se han entregado generosa y abnegadamente a servir a sus comunidades y a buscar su bien espiritual y humano...
“La Iglesia corre ahora el peligro de dejarse llevar del temor y, en vez de encarar clara y firmemente la realidad, tratar de conseguir el apoyo de los feligreses con denuncias de conjuras y "persecuciones"…”
Mañana, con su venia, una segunda parte con este texto de Monseñor Alvarado Alcántara.
Índice Flamígero: Contraste: Este fin de semana, el cardenal de Guadalajara Juan Sandoval Iñiguez Juan defendió al Papa ante los ataques que ha recibido por los casos de sacerdotes pederastas en diferentes partes del mundo. Indicó que las críticas son encabezadas por jefes políticos quienes se ven afectados por la Iglesia.
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