Los líderes mundiales sin plan de salida

Manuel Freytas / Cortesía IAR Noticias

Durante las cumbres realizadas el fin de semana por las potencias del G-20, representantes del FMI y del Banco Mundial en Washington, no se lograron articular planes ni salidas claras para enfrentar la nueva problemática de riesgo que enfrenta el sistema capitalista: La crisis fiscal (o insolvencia de pago de deudas) que amenaza con un nuevo colapso financiero, no ya del sector privado sino de los propios Estados capitalistas.

Las "estrellas" de las reuniones fueron la "reforma financiera" (impuesto a los bancos para aliviar las cargas estatales de los "rescates"), y la crisis fiscal (insolvencia de pago de los Estados) que tiene su epicentro en Grecia y amenaza con contagiarse a toda la eurozona.

Ambas cuestiones se relacionan: Los gigantescos "auxilios" a los megabancos y empresas privadas con dinero público, agotaron los fondos de los Estados, y su emergente inmediato es la insolvencia para afrontar las deudas públicas que genera un nuevo problema: La crisis fiscal, o sea una nueva crisis financiera, que ya no es privada sino pública.

"Las señales de una recuperación económica son todavía débiles, y subsisten muchos desafíos que deben ser enfrentados colectivamente", señaló el comunicado del FMI.

Los 186 miembros del Fondo reiteraron su compromiso con "niveles sostenibles" de deuda pública, en momentos en que una nueva crisis, en Grecia, obliga a movilizar urgentemente recursos de la Unión Europea y del FMI.

La reunión (como siempre) terminó sin planes concretos y con declaraciones formales: "Estamos muy comprometidos con mantener unas finanzas públicas y riesgos de deuda sostenibles", añadió el comunicado final.

Tampoco la reunión de ministros de finanzas y gobernadores de Bancos Centrales del G-20 (las potencias más ricas) realizada en Washington pudo llegar a resultados concretos, más allá de los documentos y declaraciones sobre la "necesidad" de una reforma que obligue al sector financiero a solventar la crisis.

Cuando los líderes del G-20 se reunieron en Pittsburgh, EEUU, en septiembre pasado, presentaron un ambicioso plan, incluido un acuerdo para aumentar los requisitos de colchones de capital para asegurar que los gobiernos puedan cerrar grandes instituciones financieras sin poner en peligro la economía mundial.

Luego de discusiones y debates en Washington, los líderes mundiales del capitalismo no pudieron (nuevamente) implementar acuerdos de planes futuros para enfrentar los nuevos desafíos de una crisis financiera con medidas concretas.

"Los ministros de Finanzas del Grupo de los 20 países industrializados y en desarrollo no lograron alcanzar ningún acuerdo específico y se mostraron escépticos sobre un posible impuesto bancario", señala este lunes The Wall Street Journal.

En el comunicado, subraya el Journal, "los representantes del G-20 afirman que el trabajo avanza en todos los frentes. No obstante, ha quedado claro que los esfuerzos se encuentran inmersos en disputas nacionalistas".

De esta manera, y con la crisis financiera griega activando el "botón del miedo” a un contagio en toda la eurozona, los líderes mundiales del capitalismo volvieron a mostrarse impotentes para generar planes de solución compartidos para enfrentar la nueva debacle, que ya se proyecta desde las naciones centrales a los países emergentes y periféricos.

De la crisis financiera a la crisis de los Estados


Finalmente, y como fue proyectando IAR Noticias en sucesivos informes, los billonarios fondos públicos utilizados para salvar a los megaconsorcios bancarios e industriales terminaron generando una deuda impagable y un rojo crónico en las cuentas fiscales de las naciones capitalistas centrales (principalmente EEUU y la UE).

Los expertos (del sistema) que escribieron sobre las causas estructurales de la crisis financiera se han dado cuenta que les faltaba un capítulo: El impacto de la "crisis financiera" en las finanzas del Estado.

O sea, el costo (económico y social) que demandará a los Estados capitalistas (empezando por EEUU y las economías centrales) el salvataje (con dinero público de todos los contribuyentes) de los grandes conglomerados bancarios y empresariales que hicieron estallar la "burbuja" del colapso financiero a escala global.

A su vez, la nueva crisis, como lo señala The Financial Times, ya está siendo exportada desde EEUU hacia Europa mediante el endeudamiento sin respaldo que explota el dólar como "refugio seguro" para los especuladores internacionales.

De esta manera, el proceso de sobreendeudamiento público (agregado a la caída de la recaudación por la desaceleración económica) no sólo amenaza la estabilidad económica y la "gobernabilidad" del sistema, sino que también (y como ya sucedió con los bancos y empresas privadas) puede hacer colapsar en cadena a los propios Estados capitalistas, tanto centrales, como subdesarrollados o emergentes.

En general, la sombra de una insolvencia de pago generalizada (producida por los déficit y la baja de recaudación fiscal) hace temer a los analistas del sistema un rebrote de la crisis financiera, no ya a nivel de los bancos y entidades privadas, sino a nivel de los propios Estados capitalistas centrales.

De esta manera, la crisis fiscal (producto del déficit comercial y recaudatorio del Estado) se sumó al panorama de agravamiento del desempleo (principalmente en EEUU y Europa), la no reactivación del consumo (producida por la desaparición del crédito para la producción), y los interrogantes que persisten en caso de que los bancos centrales decidan levantar los estímulos (planes de rescate) a bancos y empresas.

Como producto de la especulación bursátil (en desmedro de la inversión productiva) en los últimos meses fue cobrando forma visible un nuevo actor emergente en la economía mundial: La "crisis fiscal" (producto de los déficit siderales que aquejan a los Estados de las economías centrales) que sucede a la "crisis financiera" en la debacle de la economía capitalista globalizada.

Y hay una paradoja: La "crisis estatal" no nace como producto del endeudamiento privado sin respaldo (la economía de papel de los grandes conglomerados bancarios imperiales) sino como emergente de los programas estatales de salvataje financiero que han endeudado (sin respaldo fiscal) a los Estados centrales, con EEUU y la Unión Europea en primer término.

Luego de sufrir un derrumbe histórico en 2008 y 2009, las proyecciones oficiales de gobiernos, instituciones y analistas, señalan para 2010 pronósticos de crecimiento débiles.

Estas estimaciones de "crecimiento débil" (en general compartidas por gobiernos y especialistas) son las que alimentan el escepticismo sobre la recuperación inmediata de la economía mundial y sitúan al déficit y al endeudamiento público como las estrellas protagónicas del proceso que se avecina.

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