Álvaro Cepeda Neri
Siguen las cuentas alegres del señor Calderón, quien casi llega a la risa nerviosa cuando anuncia que se han creado más de 200 mil empleos formales. Cuando tenemos un desempleo, de los despedidos el año pasado y el actual, de más de tres millones. Sin agregar la mano de obra desocupada, por falta de nuevas plazas en todos los órdenes, de casi 30 millones de mexicanos que han tenido que dedicarse al mercado de la informalidad y el comercio ilegal (venta en las calles, narcomenudeo, piratería, ladrones, matones a sueldo, etc.). Ese desempleo incluye a jóvenes egresados de estudios superiores y a trabajadores a partir de los 40 y 50 años de edad echados a la calle.
Y qué decir de los casi 12 millones de indígenas, bastante diezmados por el hambre, mientras los que sobreviven marginados en sus pueblos y los que se arriesgaron dentro de las zonas urbanas (mientras duermen y hacen sus necesidades en los cinturones de las ciudades), discriminados y objeto de cárcel, donde son sometidos a más vejaciones. Esos mexicanos, origen de nuestro mestizaje, están como en 1810 y necesitan otro Hidalgo y Morelos para que los liberen, política y económicamente (que lo social vendrá por añadidura), de sus actuales opresores. Desde entonces son víctimas del mal gobierno. Y esclavizados sobre todo de Salinas a Calderón, a quienes les sobran y no hallan cómo deshacerse de ellos, por lo cual los tienen a PAN y sin agua.
Los demás mexicanos regresamos a los tiempos finales del porfirismo. Es una regresión, al menos, a 1910, cuando el ya dictador Díaz y su grupo, dedicados a celebrar el 1810, fueron arrollados por una nación desesperada ante las injusticias e impunidad de los de “arriba”, el encarecimiento de los productos para comer y sin más opción que la violencia, con la que abortaron la Revolución. Estando como entonces económica, social y políticamente, de nueva cuenta necesitamos Zapatas, Villas, Maderos, para reconstruir lo destruido en casi 60 años, que están culminando con el capitalismo salvaje del neoliberalismo de los ricos, millonarios y multimillonarios que integran la oligarquía y la plutocracia con los panistas.
Y no es que la historia se repita. Estamos en nuevos tiempos, pero peores que los de hace 200 años, si ponemos el ejemplo de los indígenas y otros 20 millones de mexicanos en la vil pobreza. Y en peores condiciones para los 100 millones y pico que somos actualmente (descontando a uno o dos millones de los que se han apoderado de la riqueza y del poder del estado), que semejan estas condiciones sociales, a las que provocaron el 1910. No se quieren enterar los calderonistas y Ebrard con el resto de los desgobernadores que han encarecido alimentos, impuestos, medicinas, transporte como provocación a la rebelión de la nación entera. Están de nuevo creadas las condiciones de 1810 y 1910, cuyo factor común es el hambre de alimentos y hambre de justicia ante tanta impunidad y saqueo de los políticos del poder Ejecutivo Federal, de los municipios y entidades.
Siguen las cuentas alegres del señor Calderón, quien casi llega a la risa nerviosa cuando anuncia que se han creado más de 200 mil empleos formales. Cuando tenemos un desempleo, de los despedidos el año pasado y el actual, de más de tres millones. Sin agregar la mano de obra desocupada, por falta de nuevas plazas en todos los órdenes, de casi 30 millones de mexicanos que han tenido que dedicarse al mercado de la informalidad y el comercio ilegal (venta en las calles, narcomenudeo, piratería, ladrones, matones a sueldo, etc.). Ese desempleo incluye a jóvenes egresados de estudios superiores y a trabajadores a partir de los 40 y 50 años de edad echados a la calle.
Y qué decir de los casi 12 millones de indígenas, bastante diezmados por el hambre, mientras los que sobreviven marginados en sus pueblos y los que se arriesgaron dentro de las zonas urbanas (mientras duermen y hacen sus necesidades en los cinturones de las ciudades), discriminados y objeto de cárcel, donde son sometidos a más vejaciones. Esos mexicanos, origen de nuestro mestizaje, están como en 1810 y necesitan otro Hidalgo y Morelos para que los liberen, política y económicamente (que lo social vendrá por añadidura), de sus actuales opresores. Desde entonces son víctimas del mal gobierno. Y esclavizados sobre todo de Salinas a Calderón, a quienes les sobran y no hallan cómo deshacerse de ellos, por lo cual los tienen a PAN y sin agua.
Los demás mexicanos regresamos a los tiempos finales del porfirismo. Es una regresión, al menos, a 1910, cuando el ya dictador Díaz y su grupo, dedicados a celebrar el 1810, fueron arrollados por una nación desesperada ante las injusticias e impunidad de los de “arriba”, el encarecimiento de los productos para comer y sin más opción que la violencia, con la que abortaron la Revolución. Estando como entonces económica, social y políticamente, de nueva cuenta necesitamos Zapatas, Villas, Maderos, para reconstruir lo destruido en casi 60 años, que están culminando con el capitalismo salvaje del neoliberalismo de los ricos, millonarios y multimillonarios que integran la oligarquía y la plutocracia con los panistas.
Y no es que la historia se repita. Estamos en nuevos tiempos, pero peores que los de hace 200 años, si ponemos el ejemplo de los indígenas y otros 20 millones de mexicanos en la vil pobreza. Y en peores condiciones para los 100 millones y pico que somos actualmente (descontando a uno o dos millones de los que se han apoderado de la riqueza y del poder del estado), que semejan estas condiciones sociales, a las que provocaron el 1910. No se quieren enterar los calderonistas y Ebrard con el resto de los desgobernadores que han encarecido alimentos, impuestos, medicinas, transporte como provocación a la rebelión de la nación entera. Están de nuevo creadas las condiciones de 1810 y 1910, cuyo factor común es el hambre de alimentos y hambre de justicia ante tanta impunidad y saqueo de los políticos del poder Ejecutivo Federal, de los municipios y entidades.
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