Todo indica que varios generales del Ejército mexicano andan inquietos, por mayor defensa que en el Senado de la República haya hecho el General secretario, Guillermo Galván Galván, de sus tareas extracurriculares en el seno mismo de la sociedad, y por más que reclame urgencia en las reformas constitucionales necesarias para que esas tareas que parecen al margen de la ley se inscriban, de manera definitiva en el marco legal, no sea que les ocurra lo que a los generales Francisco Quirós Hermosillo y Arturo Acosta Chaparro, quienes por cumplir con disciplina al mandato de Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, después fueron desacreditados, humillados y abandonados por sus superiores castrenses, porque los civiles les aplicaron la del pañuelo desechable: úsese y tírese.
Atenta ha de estar la sociedad a lo que los generales que pidieron el anonimato le confiaron a Gustavo Castillo García, reportero de La Jornada, pues reclaman que el presidente de la República, el jefe del Ejército, los haya mandado a las calles sin garantías jurídicas. Su testimonio: “Los militares no somos cobardes. No rechazamos el combate. Pedimos al Congreso aprobar reformas en materia de seguridad nacional para que los miembros de las fuerzas armadas tengamos garantías al actuar en las calles. Nada más, pero nada menos…”
Es importante esa referencia a la seguridad nacional, porque se corresponde a la conceptualización que de las fuerzas armadas se hacen en Estados Unidos, y a la manera en que para preservar esa su seguridad nacional, los políticos profesionales estadounidenses y los poderes fácticos de ese país esperan del Ejército mexicano y de la militarización de la seguridad pública, desde el sur del río Bravo hasta el Suchiate.
Juan Sandoval Palacios, en su ensayo Militarización, seguridad nacional y seguridad pública en México, explica con toda puntualidad cuál puede ser el futuro de nuestras fuerzas armadas, lo que de ellas espera el sistema de seguridad nacional estadounidense, y el papel que los gobiernos nacionales han de desempeñar para que poco a poco, casi sin sentir, esta nación que paulatinamente pierde su identidad nacional, sea parte integrante de Estados Unidos con o sin asimetrías, pero con la confianza amplia de que los mexicanos serán los perros guardianes, en materia de seguridad nacional, de su puerta trasera.
Sandoval Palacios, quien es investigador titular de la Dirección de Etnología y Antropología Social del Instituto Nacional de Antropología e Historia, donde es Coordinador General del Seminario Permanente de Estudios Chicanos y de Fronteras, puntualiza en su ensayo: “Como consecuencia de los procesos de integración económica regional y de la globalización, actualmente nuestro país se encuentra inmerso materialmente dentro de los intereses geoestratégicos estadounidenses, y la perspectiva oficial de seguridad nacional mexicana se ha ido asimilando desde una perspectiva pragmática a la Doctrina de Seguridad Nacional de la Unión Americana. Es en este marco donde los militares mexicanos han ido asumiendo el nuevo papel asignado por Estados Unidos para las Fuerzas Armadas de América Latina, a partir de la Cumbre de Williamsburg en 1995”. Considero que lo escrito por Sandoval no deja lugar a interpretaciones equívocas.
De allí que ciertos generales se muestren inquietos y sostengan: “¡No nos resistimos a combatir al narcotráfico ni a los delincuentes! Hacerlo sería insubordinación, y lo primero que se nos enseña es a obedecer y a acatar órdenes. Insubordinarse representa ser arrestado y llevado a juicio, como en cualquier ejército del mundo… Lo que sí queremos es que exista una ley que nos otorgue las facultades para estar en las calles, no sólo la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación”.
De allí también que el General secretario, Guillermo Galván Galván, insista, reclame un ordenamiento jurídico y constitucional para las tareas asignadas a las Fuerzas Armadas, pues con toda seguridad en las más negras de sus noches recuerda lo ocurrido a Francisco Quirós Hermosillo y a Arturo Acosta Chaparro. Y en estricto sentido, quienes giran las instrucciones son quienes deben responsabilizarse de las consecuencias. ¿O no?
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