Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Ponerse pacheco, andar alegre, olvidarse de las angustias existenciales, de las presiones de los maestros de secundaria y los avances de los acosadores sexuales presentes en el transporte público, en las aulas, en las oficinas, en los confesionarios y las sacristías; olvidarse también del desempleo, de la pobreza alimentaria, de esa hambre que atenaza la razón y seca el alma, deshumaniza el corazón que no conmueve a su dueño, tentado en convertirse en sicario, narcomenudista, alcanzar por un instante ese poder que los púberes asesinos le refieren a Roberto Saviano en Gomorra, también es parte del saldo negativo que deja en el país la cruenta guerra contra la delincuencia organizada.
¿Cómo contener el rompimiento del tejido social, la transformación cultural, la modificación de los hábitos y la negra percepción del futuro entre los jóvenes, si quienes gobiernan no aciertan con las ideas ni con las políticas públicas para reformar al Estado, conceptualizar la seguridad nacional e impulsar el desarrollo en todos sus ámbitos, única llave para inhibir el consumo de estupefacientes y sembrar optimismo? Por lo pronto necesitan coincidir -tirios y troyanos- en lo que significa el narcotráfico en el mundo, en México, y las consecuencias económicas y políticas del lavado de dinero.
Si no aceptan que el narcotráfico es un negocio -el segundo más rentable del mundo, sólo detrás del tráfico de personas, pero antes que la venta de armas- que para bien y para mal incide en las economías de las sociedades donde ha sembrado arraigo, nada podrán hacer para combatirlo de manera inteligente, acotarlo, disminuirlo; si no aceptan que la enorme masa monetaria producida por el narcotráfico incide en la política, tiene asiento en pocos o muchos de los directorios que hoy se denominan poderes fácticos, y que no pocos gobiernos lo toleran e incluso llegan a auspiciarlo como instrumento de ingeniería social, el tiempo de las soluciones se diluirá en la discusión bizantina sobre la legalización de las drogas, siendo la primera la marihuana.
Decidir o no legalizarlas, también es cuestión de dinero, porque el consumo de estupefacientes causa daño a la salud y exige respuesta por parte del Estado. ¿Cuánto cuestan anualmente los enfermos por tabaquismo, los alcohólicos? ¿Y la destrucción social que causan los moribundos que no pueden respirar sin ayuda, o los borrachines consuetudinarios que pierden toda inhibición, violan a sus hijas o madres?, por citar algunas de las consecuencias producidas por dependencias distintas a las de las drogas.
Para comprender la naturaleza de la disyuntiva a la que se enfrenta el gobierno, y la posición de quienes se oponen a la legalización de las drogas blandas bajo un estricto control, recomiendo la lectura de Legalización de la marihuana, ¿a qué precio?, que contiene en orden perfectamente sistematizado, resultados de estudios que muestran las consecuencias del consumo de marihuana, y que es producto de la investigación y del esfuerzo editorial de los Centros de Integración Juvenil, A. C., de los que es presidenta de la Comisión de Vigilancia la señora María Eugenia Moreno.
En el libro se presentan los estudios científicos sobre los graves daños que causa a la salud fumar mota, ponerse pacheco. Por ejemplo, para la salud el sector que más preocupa es el de las mujeres, sobre todo el de las niñas y las adolescentes, porque ya son más adictas que los hombres. Un dato relevante, en la tendencia de este fenómeno es que de 2002 a 2008 el consumo de drogas en las mujeres prácticamente se duplicó del 1 al 1.9 por ciento, y que conforme disminuye su edad, la proporción de mujeres que consumen las drogas es cada vez mayor.
Nos informa que la marihuana tiene 400 componentes químicos y ocasiona afectaciones respiratorias, taquicardias, hipertensión, causa malformaciones en los neonatos o muerte súbita, aumento de riesgo cardiovascular, arritmias cardiacas severas, infertilidad, al igual que el cigarro provoca hasta en un 70 por ciento cáncer, principalmente de testículos.
También produce disminución del apetito sexual, propensión a contraer enfermedades como VIH/Sida, esquizofrenia y episodios psicóticos, paranoia, alucinaciones visuales y auditivas, trastornos de ansiedad, depresión, ideas suicidas y actos violentos, accidentes automovilísticos, son algunas de las informaciones que para poner los pelos de punta a los lectores y a los papás de consumidores de estupefacientes presenta en el libro Carmen Fernández Cáceres, directora general de los Centros de Integración Juvenil.
El expediente de la legalización puede resultar más caro que el combate a las adicciones, pero lo que sí es atendible es escuchar a los expertos, en este caso a los que hicieron posible el libro y a su autora, porque no es con balas, degüellos, discusiones sobre el fuero militar y su pertinencia o no, que se van a disminuir, modificar y hasta inhibir los hábitos de consumo en México.
Ponerse pacheco, andar alegre, olvidarse de las angustias existenciales, de las presiones de los maestros de secundaria y los avances de los acosadores sexuales presentes en el transporte público, en las aulas, en las oficinas, en los confesionarios y las sacristías; olvidarse también del desempleo, de la pobreza alimentaria, de esa hambre que atenaza la razón y seca el alma, deshumaniza el corazón que no conmueve a su dueño, tentado en convertirse en sicario, narcomenudista, alcanzar por un instante ese poder que los púberes asesinos le refieren a Roberto Saviano en Gomorra, también es parte del saldo negativo que deja en el país la cruenta guerra contra la delincuencia organizada.
¿Cómo contener el rompimiento del tejido social, la transformación cultural, la modificación de los hábitos y la negra percepción del futuro entre los jóvenes, si quienes gobiernan no aciertan con las ideas ni con las políticas públicas para reformar al Estado, conceptualizar la seguridad nacional e impulsar el desarrollo en todos sus ámbitos, única llave para inhibir el consumo de estupefacientes y sembrar optimismo? Por lo pronto necesitan coincidir -tirios y troyanos- en lo que significa el narcotráfico en el mundo, en México, y las consecuencias económicas y políticas del lavado de dinero.
Si no aceptan que el narcotráfico es un negocio -el segundo más rentable del mundo, sólo detrás del tráfico de personas, pero antes que la venta de armas- que para bien y para mal incide en las economías de las sociedades donde ha sembrado arraigo, nada podrán hacer para combatirlo de manera inteligente, acotarlo, disminuirlo; si no aceptan que la enorme masa monetaria producida por el narcotráfico incide en la política, tiene asiento en pocos o muchos de los directorios que hoy se denominan poderes fácticos, y que no pocos gobiernos lo toleran e incluso llegan a auspiciarlo como instrumento de ingeniería social, el tiempo de las soluciones se diluirá en la discusión bizantina sobre la legalización de las drogas, siendo la primera la marihuana.
Decidir o no legalizarlas, también es cuestión de dinero, porque el consumo de estupefacientes causa daño a la salud y exige respuesta por parte del Estado. ¿Cuánto cuestan anualmente los enfermos por tabaquismo, los alcohólicos? ¿Y la destrucción social que causan los moribundos que no pueden respirar sin ayuda, o los borrachines consuetudinarios que pierden toda inhibición, violan a sus hijas o madres?, por citar algunas de las consecuencias producidas por dependencias distintas a las de las drogas.
Para comprender la naturaleza de la disyuntiva a la que se enfrenta el gobierno, y la posición de quienes se oponen a la legalización de las drogas blandas bajo un estricto control, recomiendo la lectura de Legalización de la marihuana, ¿a qué precio?, que contiene en orden perfectamente sistematizado, resultados de estudios que muestran las consecuencias del consumo de marihuana, y que es producto de la investigación y del esfuerzo editorial de los Centros de Integración Juvenil, A. C., de los que es presidenta de la Comisión de Vigilancia la señora María Eugenia Moreno.
En el libro se presentan los estudios científicos sobre los graves daños que causa a la salud fumar mota, ponerse pacheco. Por ejemplo, para la salud el sector que más preocupa es el de las mujeres, sobre todo el de las niñas y las adolescentes, porque ya son más adictas que los hombres. Un dato relevante, en la tendencia de este fenómeno es que de 2002 a 2008 el consumo de drogas en las mujeres prácticamente se duplicó del 1 al 1.9 por ciento, y que conforme disminuye su edad, la proporción de mujeres que consumen las drogas es cada vez mayor.
Nos informa que la marihuana tiene 400 componentes químicos y ocasiona afectaciones respiratorias, taquicardias, hipertensión, causa malformaciones en los neonatos o muerte súbita, aumento de riesgo cardiovascular, arritmias cardiacas severas, infertilidad, al igual que el cigarro provoca hasta en un 70 por ciento cáncer, principalmente de testículos.
También produce disminución del apetito sexual, propensión a contraer enfermedades como VIH/Sida, esquizofrenia y episodios psicóticos, paranoia, alucinaciones visuales y auditivas, trastornos de ansiedad, depresión, ideas suicidas y actos violentos, accidentes automovilísticos, son algunas de las informaciones que para poner los pelos de punta a los lectores y a los papás de consumidores de estupefacientes presenta en el libro Carmen Fernández Cáceres, directora general de los Centros de Integración Juvenil.
El expediente de la legalización puede resultar más caro que el combate a las adicciones, pero lo que sí es atendible es escuchar a los expertos, en este caso a los que hicieron posible el libro y a su autora, porque no es con balas, degüellos, discusiones sobre el fuero militar y su pertinencia o no, que se van a disminuir, modificar y hasta inhibir los hábitos de consumo en México.
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