Instituciones patito

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

Los rumores se combaten con información, y los vacíos de información se llenan con rumores. Para evitar que lo verosímil se convierta en una verdad, hay que atajar versiones y percepciones. Quienes tienen mayores recursos para evitar que un murmullo se convierta es desinformación y que esto conlleve a desestabilización, es la autoridad. Pero cuando la autoridad fracasa, sucede lo que pasó este fin de semana en Cuernavaca y el desastre que como gobernante tuvo Marco Antonio Adame. Sus lecciones son un estudio de caso sobre lo que no hay que hacer jamás.

Este episodio sucedió en medio de la acendrada lucha por la sobrevivencia dentro del fragmentado Cártel de los Hermanos Beltrán Leyva que se extiende en el corredor de la ciudad de México, Morelos y Guerrero, cuando el jueves pasado comenzó a circular un correo electrónico donde presuntos narcotraficantes urgían a la población de Cuernavaca no salir el fin de semana porque iba a haber ataques y no querían afectar a población civil.

El correo, supuestamente firmado por el Cártel del Sur del Pacífico, como se identifica ahora a la organización de Héctor Beltrán Leyva en alianza con el Cártel de Sinaloa, pedía a la población no salir de sus casas el fin de semana porque “será el más violento de toda la historia de México”, debido a que iban a “terminar con la limpia que hemos venido haciendo con nuestros rivales”.

La alerta era sobre bares, cantinas y antros, y les sugerían vestir de blanco -porque ellos lo harían de negro- y que manejaran “tranquilos y con preocaución” porque “no vamos a dudar a matar a quien sea”. Al final, contradictoriamente, remataba: “Nuestro negocio sólo es traficar droga”. De la misma manera les solicitaban no vestir ropa oscura (que usan los sicarios y la Policía Federal), ni utilizar camionetas con vidrios polarizados (que manejan los sicarios) para evitar que “personas inocentes sean confundidas con los enemigos”.

Quien conoce la redacción de los textos que escriben los narcotraficantes, en particular los servicios de análisis e inteligencia del gobierno federal, podrían haberse dado cuenta que no correspondía a la forma como estaba escrito el mensaje. Tenía una redacción simple pero articulada, con ortografía aceptable y tres palabras obscenas. Quien redactó el mensaje tiene claras nociones de redacción, aceptable gramática y énfasis alarmistas. Los narco mensajes no suelen tener una arcitulación racional, están plagados de faltas de ortografía e insultos. El correo electrónico circuló sin que nadie lo atajara y Cuernavaca se paralizó en un 100 por ciento, según dijeron líderes comerciantes.

La autoridad no hizo nada el viernes. Hasta el sábado, en un acto en el Congreso local, el gobernador Marco Antonio Adame, en un discurso vehemente robado de los tiempos de la Guerra Fría, dijo que había que “cerrar filas y estar unidos para hacer frente a mensajes anónimos e irresponsables que se aprovechan de las redes sociales”. Y añadió: “Frente a la violencia brutal y los nuevos desafíos y amenazas reales o virtuales, los tres poderes y los tres órdenes de gobierno, la sociedad y sus autoridades, debemos confirmar que la calle, las plazas y la noche no son de delincuentes, sino de los ciudadanos de bien”.

El discurso que leyó el gobernador no podía ser más desafortunado. Implícitamente legitimó el correo electrónico y le dio carta de validez. Lejos de haberlo desacreditado, confirmó de forma irresponsable que era un desafío y una amenaza que tenían que enfrentar todos. Adame contribuyó con sus desatinos a estimular el miedo entre la población y que se sintiera más indefensa, como lo demostró que la gente no saliera a la calle esa noche, y que redujera sus actividades públicas el domingo.

¿Qué es lo que hizo el gobernador? Salió tarde y mal a encarar el mensaje. No arropó a la población, que probablemente fue víctima de la manipulación de un bromista o una organización no vinculada con el narcotráfico –como se puede inducir de la redacción y ortografía del correo-, ni tampoco confrontó las percepciones como lo hace un líder. Catalina la Grande, por recordar un simple ejemplo de liderazgo, recorrió Rusia para comer ante todos, en tiempos de crisis alimentaria, papas, que era comida dedicada a los puercos, como un efecto de demostración para animar a los rusos a comerla. Adame no tuvo ni la imaginación ni la entereza para salir a pasear a las calles de Cuernavaca, el viernes por la noche y todo el día el sábado, como efecto de demostración para descalificar lo que había provocado la zozobra.

¿Qué no hizo el gobierno federal? Actuar. No hubo nadie que, ante el vacío que dejaba el gobernador Adame, saliera a llenar el espacio que se inundó rápidamente de rumores. El gobierno federal tiene especialistas, que bien podrían haber recorrido radios y televisiones para decir en cadena nacional que ese mensaje no tenía ni el formato, ni la forma, ni el contenido de lo que acostumbran escribir los narcotraficantes. Permitió que la imaginación corriera libremente, mientras que, también a través de correos electrónicos, la sociedad multiplicaba recomendaciones de seguridad.

Una sociedad quedó abandonada a su suerte, sin guías ni alternativas. Un gobernador no supo afrontar una crisis que le creo un mensaje que también lo paralizó. Hubo instituciones que se congelaron a nivel local y a nivel federal. Los cuerpos de seguridad en Morelos, de acuerdo con los testigos, se fueron de las calles, cuando debían de haberse volcado a ellas. Las fuerzas federales tampoco acudieron en su respaldo para transmitir que la población no estaba sola.

Un mensaje trastornó la vida cotidiana de una ciudad que es el destino principal de miles de habitantes del Distrito Federal cada fin de semana, sin que ninguna de las autoridades, en sus tres niveles de gobierno, tuvieran la capacidad de reaccionar por la misma vía, y a través de canales más amplios y masivos. La debilidad de las instituciones quedó subrayada de manera hasta grotesca. La inutilidad de las autoridades quedó de manifiesto. Quien escribió ese correo probó, con un simple ejercicio, la fragilidad del Estado Mexicano, ese que todas las semanas nos dice que va a acabar con los criminales, aunque un criminal solitario de cuello blanco, como parece ser el autor o autores del correo, los hayan puesto en jaque y en ridículo.

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