Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Los políticos mexicanos han tergiversado totalmente el sentido y el uso del fuero, lo han convertido en garantía de impunidad y corrupción, cuando fue conceptuado y creado para asegurar el libre pensar y el libre decir, pero estas dos actitudes humanas son las primeras que se castigan, sancionándose con la muerte, como ocurrió con la ejecución del senador Francisco Field Jurado a manos de los esbirros de Luis N. Morones, instruido por Álvaro Obregón, en funciones de presidente constitucional.
El fuero -en todos sus ámbitos- dejó de ser un instrumento jurídico e ideológico para convertirse en escudo político. Pero, veamos qué dice el diccionario María Moliner: “Del latín, ‘forum’, tribunales de justicia. V. --aforar; desaforado, desafuero; foral, forense--. Privilegio, exención o ley especial que se concedía antiguamente a una región, ciudad o persona. Jurisdicción. Clase de juez o tribunal a quien corresponde administrar justicia, en el caso de que se trata…
El fuero político funciona esencialmente como garantía de impunidad. De él se sirvieron Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, por mencionar a los más connotados, sin olvidar al mejor artífice del uso del fuero: Gonzalo N. Santos, quien confiesa en sus memorias al menos tres asesinatos impunes: el de Darío Tavera, el del general Andrés Zarzosa y el del estudiante Fernando Capdeville.
Antonio López de Santa Anna se cobijó en todos los fueros: el militar, el político y el eclesiástico, pues fueron los obispos de Puebla y la ciudad de México quienes financiaron todas y cada una de las asonadas con las que regresó al poder.
José Antonio “El Güero” Zorrillo quiso ser diputado para proteger tras el fuero su responsabilidad en el asesinato de Manuel Buendía; José Garibi Rivera, también conocido como “Pepe Dinamita”, escondió tras el fuero del arzobispado y el poder del cardenalato los crímenes por él cometidos durante la Cristiada, y hoy esconden entre los pliegues de la sotana y el fuero eclesiástico todas las agresiones sexuales de que son capaces los sacerdotes como seres humanos.
Salvador Rocha Díaz y Diego Fernández de Cevallos se sirvieron del poder del Senado, del fuero, de la impunidad, para litigar en contra de los intereses del gobierno y del Estado al que protestaron servir como representantes populares.
Más todavía. Según nota de Víctor Fuentes, publicada el sábado 24 de abril en Reforma, “Los jueces y magistrados federales investigados por cualquier procuraduría no tendrán que presentarse a declarar personalmente cuando sean citados por un agente del Ministerio Público. El Consejo de la Judicatura Federal publicó un acuerdo en el que determina que los más de mil magistrados de Circuito y jueces de Distrito deben ser considerados ‘altos funcionarios de la Federación’, por lo que se confiere a los juzgadores idéntico privilegio que estaba reservado para secretarios de Estado…”
Si reflexionamos en todos los antecedentes descritos, si consideramos que de acuerdo a lo declarado unilateralmente por el presidente constitucional, Felipe Calderón Hinojosa, México está en guerra contra la delincuencia organizada, principalmente contra los narcotraficantes cuyos cárteles han diversificado sus especialidades hacia el secuestro, la trata, el tráfico de armas, la venta de protección, la prostitución y todo lo que pueda reportarles ingreso, por qué entonces empeñarse en disminuirle la credibilidad a las Fuerzas Armadas, más al Ejército que a la Marina; por qué empeñarse en mandarlo al combate pero despojado del fuero de guerra y, si las reformas avanzan, a aquellos soldados que aparentemente hayan violentado los derechos humanos en sus tareas policiales, se les someterá a juicio en tribunales civiles, cuando los juzgadores federales que se queman mucho las pestañas en la gaya ciencia de dar a cada quien lo suyo sin incomodar la conciencia que pudiese causarles insomnio, ni siquiera saben lo que es la vida del cuartel, la obediencia debida, llenarse de lodo los zapatos y las manos de sangre para que ellos y sus familias puedan vivir tranquilos.
El país, su sistema político, su modelo de desarrollo, México entero está inmerso en un proceso de cambio cuyo retroceso costaría más que llevarlo adelante, por lo que es recomendable que si se revisa el fuero militar también se haga con el fuero político del que gozan los tres Poderes, porque de otra manera sería sacrificar a algunos, para que otros disfruten de impunidad.
Los políticos mexicanos han tergiversado totalmente el sentido y el uso del fuero, lo han convertido en garantía de impunidad y corrupción, cuando fue conceptuado y creado para asegurar el libre pensar y el libre decir, pero estas dos actitudes humanas son las primeras que se castigan, sancionándose con la muerte, como ocurrió con la ejecución del senador Francisco Field Jurado a manos de los esbirros de Luis N. Morones, instruido por Álvaro Obregón, en funciones de presidente constitucional.
El fuero -en todos sus ámbitos- dejó de ser un instrumento jurídico e ideológico para convertirse en escudo político. Pero, veamos qué dice el diccionario María Moliner: “Del latín, ‘forum’, tribunales de justicia. V. --aforar; desaforado, desafuero; foral, forense--. Privilegio, exención o ley especial que se concedía antiguamente a una región, ciudad o persona. Jurisdicción. Clase de juez o tribunal a quien corresponde administrar justicia, en el caso de que se trata…
El fuero político funciona esencialmente como garantía de impunidad. De él se sirvieron Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, por mencionar a los más connotados, sin olvidar al mejor artífice del uso del fuero: Gonzalo N. Santos, quien confiesa en sus memorias al menos tres asesinatos impunes: el de Darío Tavera, el del general Andrés Zarzosa y el del estudiante Fernando Capdeville.
Antonio López de Santa Anna se cobijó en todos los fueros: el militar, el político y el eclesiástico, pues fueron los obispos de Puebla y la ciudad de México quienes financiaron todas y cada una de las asonadas con las que regresó al poder.
José Antonio “El Güero” Zorrillo quiso ser diputado para proteger tras el fuero su responsabilidad en el asesinato de Manuel Buendía; José Garibi Rivera, también conocido como “Pepe Dinamita”, escondió tras el fuero del arzobispado y el poder del cardenalato los crímenes por él cometidos durante la Cristiada, y hoy esconden entre los pliegues de la sotana y el fuero eclesiástico todas las agresiones sexuales de que son capaces los sacerdotes como seres humanos.
Salvador Rocha Díaz y Diego Fernández de Cevallos se sirvieron del poder del Senado, del fuero, de la impunidad, para litigar en contra de los intereses del gobierno y del Estado al que protestaron servir como representantes populares.
Más todavía. Según nota de Víctor Fuentes, publicada el sábado 24 de abril en Reforma, “Los jueces y magistrados federales investigados por cualquier procuraduría no tendrán que presentarse a declarar personalmente cuando sean citados por un agente del Ministerio Público. El Consejo de la Judicatura Federal publicó un acuerdo en el que determina que los más de mil magistrados de Circuito y jueces de Distrito deben ser considerados ‘altos funcionarios de la Federación’, por lo que se confiere a los juzgadores idéntico privilegio que estaba reservado para secretarios de Estado…”
Si reflexionamos en todos los antecedentes descritos, si consideramos que de acuerdo a lo declarado unilateralmente por el presidente constitucional, Felipe Calderón Hinojosa, México está en guerra contra la delincuencia organizada, principalmente contra los narcotraficantes cuyos cárteles han diversificado sus especialidades hacia el secuestro, la trata, el tráfico de armas, la venta de protección, la prostitución y todo lo que pueda reportarles ingreso, por qué entonces empeñarse en disminuirle la credibilidad a las Fuerzas Armadas, más al Ejército que a la Marina; por qué empeñarse en mandarlo al combate pero despojado del fuero de guerra y, si las reformas avanzan, a aquellos soldados que aparentemente hayan violentado los derechos humanos en sus tareas policiales, se les someterá a juicio en tribunales civiles, cuando los juzgadores federales que se queman mucho las pestañas en la gaya ciencia de dar a cada quien lo suyo sin incomodar la conciencia que pudiese causarles insomnio, ni siquiera saben lo que es la vida del cuartel, la obediencia debida, llenarse de lodo los zapatos y las manos de sangre para que ellos y sus familias puedan vivir tranquilos.
El país, su sistema político, su modelo de desarrollo, México entero está inmerso en un proceso de cambio cuyo retroceso costaría más que llevarlo adelante, por lo que es recomendable que si se revisa el fuero militar también se haga con el fuero político del que gozan los tres Poderes, porque de otra manera sería sacrificar a algunos, para que otros disfruten de impunidad.
Comentarios