Martha Anaya / Crónica de Política
Pasada la tolvanera, al medio día de ayer lunes tomaban el avión de regreso a la ciudad de México dos personajes por demás distintos y distantes: el priista Augusto Gómez Villanueva y el panista Javier Corral.
No se hablaron, no se saludaron. Si se reconocieron –lo cual es muy probable–, prefirieron ignorarse.
Corral, delegado del Comité Ejecutivo Nacional del PAN en Oaxaca, había asistido a la toma de protesta de Gabino Cué como su candidato a la gubernatura en los próximos comicios. Solitario, volvía a la capital del país con un tubo de plástico al hombro.
Gómez Villanueva, a su vez, había asistido al acto en que rindió protesta el candidato priista al gobierno del Estado, Eviel Pérez Magaña. Había llegado el domingo a la ciudad de Oaxaca en un jet privado junto con Beatriz Paredes, Carlos Flores Rico, Arturo Escobar y Lourdes Quiñones, y este lunes retornaba por su cuenta.
Las expresiones de uno y otro eran elocuentes: el panista, silencioso, con el entrecejo fruncido; el priista, sonriente, recibiendo saludos de antiguos conocidos.
Pero no pensemos que ello reflejaba lo que podrían ser los resultados de la elección del próximo 4 de julio. No, más bien lo que se evidenciaba entre Javier Corral y Gómez Villanueva era la frialdad, la distancia y las formas de hacer política entre uno y otro.
Tan distantes y extrañas como los discursos que expresaron el domingo Gabino Cué y Eviel Pérez Magaña. Gabino –contra lo que pudiera suponerse—hablando de cuestiones económicas en un local cerrado; Eviel, proponiendo una transformación política, en un mitin al aire libre en pleno centro de la ciudad.
-Bien lo decía Ricardo Monreal hace unos días –comentó otro periodista—“ya perdimos a Gabino”.
Del lado de la coalición PAN-PRD, sin mayores figuras políticas presentes. Del lado del PRI, buena parte de la batería de gobernadores, siete de ellos presentes además del propio Ulises Ruiz: el veracruzano Fidel Herrera –cuya figura envuelta en un traje a rayas estilo gángster llamaba la atención–; el de San Luis Potosí, Fernando Toranzo; el de Campeche, Fernando Ortega Bernés; el de Sinaloa, Jesús Aguilar Padilla; el de Tabasco, Andrés Granier: el de Durango, Ismael Hernández Deras; y el de Puebla, Mario Marín. Además de los candidatos Javier López Zavala (Puebla), Javier Duarte (Veracruz), Mariano González Zarur (Tlaxcala) y Roberto Borge (Quintana Roo).
Y, por supuesto, la presidenta nacional del PRI, Beatriz Paredes y los coordinadores de las bancadas tricolores en las Cámaras: Manlio Fabio Beltrones y Francisco Rojas.
Pero aún con estas notables diferencias en la participación política de uno y otro candidato, tampoco deberíamos sacar de ahí conclusión alguna en cuanto al resultado que se obtendrá en las urnas.
Lo que nos dicen los propios especialistas electorales es que la elección se definirá el mismísimo 4 de julio y tendrá como piedra angular a los “operadores” de las campañas. Es decir, el resultado dependerá en buena medida de la capacidad de movilización de cada partido y de la presencia y capacidad de sus representantes en casilla.
Ambos candidatos, obviamente, apuestan a ganar. Pero además, la coalición de panistas-perredistas intentará llevar la elección a tribunales y se están preparando para ello. Javier Corral, desde ahora, toma nota. Los priistas lo saben y se están cuidando lo más que pueden para evitar llegar a ello, incluso corre la broma de que, “por vez primera ganarán una elección legítimamente”.
Y por lo que toca a los operadores, del lado de Gabino Cué está trabajando un perredista de Michoacán apodado “El Cara-sucia” y del lado de Eviel Pérez Magaña nada menos que César Augusto Santiago.
Así que esa elección no sólo será, como declaró Beltrones, “interesante e intensa” sino que “nadie tiene la garantía de triunfo ni de derrota”.
Pasada la tolvanera, al medio día de ayer lunes tomaban el avión de regreso a la ciudad de México dos personajes por demás distintos y distantes: el priista Augusto Gómez Villanueva y el panista Javier Corral.
No se hablaron, no se saludaron. Si se reconocieron –lo cual es muy probable–, prefirieron ignorarse.
Corral, delegado del Comité Ejecutivo Nacional del PAN en Oaxaca, había asistido a la toma de protesta de Gabino Cué como su candidato a la gubernatura en los próximos comicios. Solitario, volvía a la capital del país con un tubo de plástico al hombro.
Gómez Villanueva, a su vez, había asistido al acto en que rindió protesta el candidato priista al gobierno del Estado, Eviel Pérez Magaña. Había llegado el domingo a la ciudad de Oaxaca en un jet privado junto con Beatriz Paredes, Carlos Flores Rico, Arturo Escobar y Lourdes Quiñones, y este lunes retornaba por su cuenta.
Las expresiones de uno y otro eran elocuentes: el panista, silencioso, con el entrecejo fruncido; el priista, sonriente, recibiendo saludos de antiguos conocidos.
Pero no pensemos que ello reflejaba lo que podrían ser los resultados de la elección del próximo 4 de julio. No, más bien lo que se evidenciaba entre Javier Corral y Gómez Villanueva era la frialdad, la distancia y las formas de hacer política entre uno y otro.
Tan distantes y extrañas como los discursos que expresaron el domingo Gabino Cué y Eviel Pérez Magaña. Gabino –contra lo que pudiera suponerse—hablando de cuestiones económicas en un local cerrado; Eviel, proponiendo una transformación política, en un mitin al aire libre en pleno centro de la ciudad.
-Bien lo decía Ricardo Monreal hace unos días –comentó otro periodista—“ya perdimos a Gabino”.
Del lado de la coalición PAN-PRD, sin mayores figuras políticas presentes. Del lado del PRI, buena parte de la batería de gobernadores, siete de ellos presentes además del propio Ulises Ruiz: el veracruzano Fidel Herrera –cuya figura envuelta en un traje a rayas estilo gángster llamaba la atención–; el de San Luis Potosí, Fernando Toranzo; el de Campeche, Fernando Ortega Bernés; el de Sinaloa, Jesús Aguilar Padilla; el de Tabasco, Andrés Granier: el de Durango, Ismael Hernández Deras; y el de Puebla, Mario Marín. Además de los candidatos Javier López Zavala (Puebla), Javier Duarte (Veracruz), Mariano González Zarur (Tlaxcala) y Roberto Borge (Quintana Roo).
Y, por supuesto, la presidenta nacional del PRI, Beatriz Paredes y los coordinadores de las bancadas tricolores en las Cámaras: Manlio Fabio Beltrones y Francisco Rojas.
Pero aún con estas notables diferencias en la participación política de uno y otro candidato, tampoco deberíamos sacar de ahí conclusión alguna en cuanto al resultado que se obtendrá en las urnas.
Lo que nos dicen los propios especialistas electorales es que la elección se definirá el mismísimo 4 de julio y tendrá como piedra angular a los “operadores” de las campañas. Es decir, el resultado dependerá en buena medida de la capacidad de movilización de cada partido y de la presencia y capacidad de sus representantes en casilla.
Ambos candidatos, obviamente, apuestan a ganar. Pero además, la coalición de panistas-perredistas intentará llevar la elección a tribunales y se están preparando para ello. Javier Corral, desde ahora, toma nota. Los priistas lo saben y se están cuidando lo más que pueden para evitar llegar a ello, incluso corre la broma de que, “por vez primera ganarán una elección legítimamente”.
Y por lo que toca a los operadores, del lado de Gabino Cué está trabajando un perredista de Michoacán apodado “El Cara-sucia” y del lado de Eviel Pérez Magaña nada menos que César Augusto Santiago.
Así que esa elección no sólo será, como declaró Beltrones, “interesante e intensa” sino que “nadie tiene la garantía de triunfo ni de derrota”.
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