Jamás pudo brillar en la administración pública, donde Lázaro Cárdenas la corrió del gobierno de Michoacán y Marcelo Ebrard se deshizo de ella en cuanto pudo para abrirle espacio a su amigo Alejandro Rojas.
Es una política arribista, sin territorio, sin base propia, de circunstancia y que vive de prestado, pues no ha ganado elecciones; es más, ha perdido hasta las internas, excepto la presidencia local del PRD, donde el trabajo lo hicieron las tribus y no ella.
Compitió por la Benito Juárez y fue apaleada; cuantas veces intentó ir por la Venustiano Carranza, que fue donde se crió, no pasó ni siquiera en las internas; en todos los casos tuvo que ser cobijada con una plurinominal.
Alejandra Barrales tiene una concepción muy personal de la lealtad y de la congruencia, cuestión de preguntarle a sus jefes Lázaro, René Bejarano, Martí Batres y ahora dizque Marcelo, aunque dice que la que manda en Donceles es ella y que no recibe línea de nadie, que es autónoma.
Cree, o le hicieron creer, que será la próxima candidata a jefa de Gobierno… y en una de esas puede ser, pues la caballada del PRD está bien raquítica.
Como ya se vio despachando en el Antiguo Ayuntamiento en 2012, no respeta jerarquías. Dicen que tiene una pésima relación con la gente del GDF y que incluso ha desconocido a la consejera Leticia Bonifaz y del propio secretario de Gobierno, José Ávila, con quienes tiene una pésima relación.
Eso, y la falta de un buen operador político del GDF, han hecho que la interlocución entre el gobierno de la ciudad y la Asamblea Legislativa esté hecha talco; siempre tiene que entrar Marcelo de bombero para sacar la chamba.
Sobre Barrales corren muchas anécdotas, que con su actuar parecieran cobrar fuerza, pues se dice que no le dedica el tiempo suficiente a la política, que no tiene la cabeza puesta al 100 por ciento ahí, que no está metida, pues.
Su vida está marcada más por el glamour, las cremas, el bótox, los zapatos y la ropa. Que le dedica mucho tiempo al SPA, más de lo que debería, y menos a la articulación de estrategias, lo cual ha lastimado mucha a la ALDF.
Quizá piense que por ser presidenta de la Comisión de Gobierno –a donde llegó en un acuerdo de las tribus con Marcelo- en automático irá al Zócalo.
Claro que el puesto que tiene es una excelente plataforma, con toda la lana que dispone a su favor, pero no cuenta con asesores ni operadores políticos. Constantemente es rebasada por sus compañeros, que sacan el trabajo por su cuenta y como les da la gana.
Está rodeada por un séquito de vividores y aduladores, que no hacen la chamba y se la llevan de a muertito, porque no tienen estrategia ni línea clara a seguir.
Alejandra no tiene el control ni siquiera de “sus” 18 diputados, que ahora quizá son 14 ó 15 y cuatro de ellos que ni siquiera del PRD. Como sus compañeros no la pelan, desesperada manda a Maximiliano Reyes a negociar con ellos.
Por supuesto que los perredistas no aceptan que un panalista los quiera pastorear. Tan es así que nadie atendió las indicaciones que mandó Barrales y cada quien votó como quiso en los últimos dictámenes, sobre todo en de Establecimientos Mercantiles que hoy subirá a tribuna.
La ALDF está al garete, sin conducción, sin entregar buenas cuentas y legislando al vapor, sobre las rodillas. No existe un acuerdo mínimo entre las fuerzas sobre asuntos torales de la ciudad.
Se la pasan dando tumbos y haciendo el ridículo. ¿A poco los diputados no se dan cuenta de cómo son vistos por los ciudadanos?
No hay operación mínima, Barrales no es confiable ni para sus propios compañeros, y si las cosas salen es porque la final el jefe de Gobierno tiene que meter la mano y sacar al buey de la barranca, a costa de ceder muchas cosas ante las tribus perredistas, sobre todo la de Bejarano.
Esa falta de operación ya se está volviendo un problema y una carga para la Asamblea Legislativa, para Marcelo y para el PRD, así que no sería extraño se reemplazo, aunque ello implique adelantar un arreglo mayor entre perredistas.
Aunque como dicen algunos maloras, quizá en el fondo Ebrard no esté tan preocupado e incluso tuvo buen tino al escoger a Barrales, pues si la ALDF no funciona, no es contrapeso del GDF, así que igual y eligió bien.
CENTAVITOS… Mala estrategia de los antreros al amenazar al gobierno de la ciudad con llevarse sus changarros al Edomex si la Asamblea Legislativa no les autoriza la ampliación de horarios hasta la cinco de la mañana. En primer lugar no es el GDF el que decide, sino los diputados. En segundo lugar, más de uno quisiera ver si los empresarios se atreven a dejar Polanco, Condesa, Roma, Insurgentes e irse a Naucalpan, Tlalnepantla y Neza; a ver quiénes los siguen. Estaban mejor sus primeros argumentos en el sentido de que el gobierno no debe actuar como papá de los ciudadanos, cada quien tendría que decidir si bebe, si fuma, si baila hasta que quiera, Es más, quizá se debería dejar libre el horario en los antros, pero endurecer las penas si hay relajos adentro y para los automovilistas, si ocasionan algún accidente en estado de ebriedad.
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