Miguel Ángel Granados Chapa
¿Por qué otras entidades no merecen del PT la misma consideración? En Hidalgo, por ejemplo, el PT se había comprometido a apoyar a Xóchitl Gálvez. La magnitud del compromiso era tal que ella fue presentada como precandidata por el propio PT y por el PAN
El Partido del Trabajo consumó el miércoles pasado su retiro de las coaliciones ya pactadas con el PAN, el PRD y Convergencia para participar en las elecciones de gobernador que se realizarán en julio próximo. Sólo permanecerá en la alianza que sostiene la candidatura de Gabino Cué, porque la comisión ejecutiva nacional estima que "el caso de Oaxaca es especial".
Explica la dirección del PT el porqué de esa excepción: "Primero, porque ahí se trata de enfrentar uno de los cacicazgos políticos más autoritarios y nocivos para el país. Ulises Ruiz ha sido señalado, incluso por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como golpeador del movimiento social oaxaqueño y como responsable de la represión de decenas de activistas y dirigentes sociales en esa entidad, ocurridos durante su mandato. Por eso consideramos estratégica, para la democratización del país, la derrota electoral del cacicazgo enraizado en Oaxaca, y contribuir a la alternancia de gobierno en ese estado".
Si uno creyera en la posibilidad de un mínimo contenido ético en estas decisiones, y sobre todo si lo expresara, podría considerarse ese diagnóstico como un acto de autocrítica, como una confesión de culpa. Pero el PT no tiene los arrestos para reconocerse cómplice en la instauración del gobierno de Ruiz, cuya candidatura apoyó el partido encabezado por Alberto Anaya. Ruiz fue presentado por la coalición Nueva Fuerza Oaxaqueña, compuesta por el PRI, el Partido Verde y el del Trabajo. Nadie ignoraba en Oaxaca quién era y cómo procedía Ruiz, heredero y continuador de los fines y los modos de José Murat. Tan era conocida la personalidad de Ruiz, que el temor a que encabezara el gobierno impulsó a crear la coalición Todos somos Oaxaca, formada por el PAN y el PRD, amén de Convergencia, el partido de Gabino Cué. Y si el PT habitara "un mundo raro" e ignorara quién era su candidato, el bárbaro asesinato del profesor Serafín García Contreras debería haberlo disuadido de mantener su postulación. El 27 de julio de 2004 una partida de bandoleros de la campaña de Ruiz tundió con tal furia a opositores a Ruiz, que mató a palos al profesor jubilado y lesionó a 17 personas más. Ese modo de reprimir anunciaba inequívocamente cuál sería el comportamiento, autoritario y represor, del candidato del PT, que semanas más tarde concluiría su gira en esa condición.
La descripción del gobierno de Ulises podría aplicarse, mutatis mutandis, con mayor o menor grado de exactitud a los gobiernos que en otras entidades el PT había convenido combatir a través de alianzas. Pero es más útil, en sentido; el párrafo explica por qué su compromiso con Cué, de quien fue adversario hace seis años (sin que osen recordarlo): "dado que desde mucho tiempo atrás habíamos comprometido nuestro apoyo a Gabino Cué, continuaremos participando en la coalición opositora que lo postula. Sobre todo porque, de no ser así, Ulises Ruiz podría utilizar nuestro retiro de la alianza para atacar y obstaculizar la candidatura de Gabino Cué. No queremos servir de pretexto para allanarle el camino al cacicazgo que mal gobierna Oaxaca y pretende perpetuarse en el poder, a través de su candidato Eviel Pérez".
¿Por qué otras entidades no merecen del PT la misma consideración? En Hidalgo, por ejemplo, el PT se había comprometido a apoyar a Xóchitl Gálvez. La magnitud del compromiso era tal que ella fue presentada como precandidata por el propio PT y por el PAN, que tanta repulsión suscita ahora en el partido. Y es claro que la nueva actitud del PT, como ese partido prevé que ocurriría si rompiera la coalición oaxaqueña, sería utilizada "para atacar y obstaculizar la candidatura de" Xóchitl Gálvez, pongamos como ejemplo, y serviría "de pretexto para allanarse el camino al cacicazgo que mal gobierna... y pretende perpetuarse en el poder a través de su candidato (Francisco Olvera)".
En estados como Oaxaca e Hidalgo, el único instrumento para derrotar al PRI es una alianza opositora de ancha base. Acceder a participar en ella y luego zafarse, mella la potencia del arma que los ciudadanos han impulsado para llegar a la alternancia. En otras palabras, negarse a las coaliciones después de haberlas admitido es favorecer al PRI. Es, de hecho votar por el PRI para que permanezca en gubernaturas de ejercicio cada vez peor.
El PT se cubre con la influencia y la reputación política de su candidato presidencial en 2006 para tomar esta decisión que "surgió a raíz del planteamiento que nos hizo Andrés Manuel López Obrador, a quien reconocemos como Presidente Legítimo y líder indiscutible de la izquierda mexicana, respecto a reconsiderar cualquier alianza con el PRI o el PAN". Por su parte, López Obrador insiste en decir que en materia electoral él solamente opina, que no impone "línea", y que las decisiones las toman los dirigentes de los partidos.
Más aun que con su propio partido, López Obrador mantiene con el PT una alianza estratégica. La propaganda electoral del PT lo conserva en el centro de sus mensajes ("estaríamos mejor con López Obrador"). Con el patrocinio de éste el PT obtuvo en 2009 la mayor votación de su historia e integró su mayor y mejor bancada en San Lázaro. La poderosa influencia del dirigente principal de la izquierda ha preferido dar curso a la inquina que provoca la usurpación, que a la visión estratégica de desplazar a gobiernos priistas y con ello impedir o lastrar su triunfo en 2012. De ese modo, López Obrador se da más que balazo en la pierna.
¿Por qué otras entidades no merecen del PT la misma consideración? En Hidalgo, por ejemplo, el PT se había comprometido a apoyar a Xóchitl Gálvez. La magnitud del compromiso era tal que ella fue presentada como precandidata por el propio PT y por el PAN
El Partido del Trabajo consumó el miércoles pasado su retiro de las coaliciones ya pactadas con el PAN, el PRD y Convergencia para participar en las elecciones de gobernador que se realizarán en julio próximo. Sólo permanecerá en la alianza que sostiene la candidatura de Gabino Cué, porque la comisión ejecutiva nacional estima que "el caso de Oaxaca es especial".
Explica la dirección del PT el porqué de esa excepción: "Primero, porque ahí se trata de enfrentar uno de los cacicazgos políticos más autoritarios y nocivos para el país. Ulises Ruiz ha sido señalado, incluso por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como golpeador del movimiento social oaxaqueño y como responsable de la represión de decenas de activistas y dirigentes sociales en esa entidad, ocurridos durante su mandato. Por eso consideramos estratégica, para la democratización del país, la derrota electoral del cacicazgo enraizado en Oaxaca, y contribuir a la alternancia de gobierno en ese estado".
Si uno creyera en la posibilidad de un mínimo contenido ético en estas decisiones, y sobre todo si lo expresara, podría considerarse ese diagnóstico como un acto de autocrítica, como una confesión de culpa. Pero el PT no tiene los arrestos para reconocerse cómplice en la instauración del gobierno de Ruiz, cuya candidatura apoyó el partido encabezado por Alberto Anaya. Ruiz fue presentado por la coalición Nueva Fuerza Oaxaqueña, compuesta por el PRI, el Partido Verde y el del Trabajo. Nadie ignoraba en Oaxaca quién era y cómo procedía Ruiz, heredero y continuador de los fines y los modos de José Murat. Tan era conocida la personalidad de Ruiz, que el temor a que encabezara el gobierno impulsó a crear la coalición Todos somos Oaxaca, formada por el PAN y el PRD, amén de Convergencia, el partido de Gabino Cué. Y si el PT habitara "un mundo raro" e ignorara quién era su candidato, el bárbaro asesinato del profesor Serafín García Contreras debería haberlo disuadido de mantener su postulación. El 27 de julio de 2004 una partida de bandoleros de la campaña de Ruiz tundió con tal furia a opositores a Ruiz, que mató a palos al profesor jubilado y lesionó a 17 personas más. Ese modo de reprimir anunciaba inequívocamente cuál sería el comportamiento, autoritario y represor, del candidato del PT, que semanas más tarde concluiría su gira en esa condición.
La descripción del gobierno de Ulises podría aplicarse, mutatis mutandis, con mayor o menor grado de exactitud a los gobiernos que en otras entidades el PT había convenido combatir a través de alianzas. Pero es más útil, en sentido; el párrafo explica por qué su compromiso con Cué, de quien fue adversario hace seis años (sin que osen recordarlo): "dado que desde mucho tiempo atrás habíamos comprometido nuestro apoyo a Gabino Cué, continuaremos participando en la coalición opositora que lo postula. Sobre todo porque, de no ser así, Ulises Ruiz podría utilizar nuestro retiro de la alianza para atacar y obstaculizar la candidatura de Gabino Cué. No queremos servir de pretexto para allanarle el camino al cacicazgo que mal gobierna Oaxaca y pretende perpetuarse en el poder, a través de su candidato Eviel Pérez".
¿Por qué otras entidades no merecen del PT la misma consideración? En Hidalgo, por ejemplo, el PT se había comprometido a apoyar a Xóchitl Gálvez. La magnitud del compromiso era tal que ella fue presentada como precandidata por el propio PT y por el PAN, que tanta repulsión suscita ahora en el partido. Y es claro que la nueva actitud del PT, como ese partido prevé que ocurriría si rompiera la coalición oaxaqueña, sería utilizada "para atacar y obstaculizar la candidatura de" Xóchitl Gálvez, pongamos como ejemplo, y serviría "de pretexto para allanarse el camino al cacicazgo que mal gobierna... y pretende perpetuarse en el poder a través de su candidato (Francisco Olvera)".
En estados como Oaxaca e Hidalgo, el único instrumento para derrotar al PRI es una alianza opositora de ancha base. Acceder a participar en ella y luego zafarse, mella la potencia del arma que los ciudadanos han impulsado para llegar a la alternancia. En otras palabras, negarse a las coaliciones después de haberlas admitido es favorecer al PRI. Es, de hecho votar por el PRI para que permanezca en gubernaturas de ejercicio cada vez peor.
El PT se cubre con la influencia y la reputación política de su candidato presidencial en 2006 para tomar esta decisión que "surgió a raíz del planteamiento que nos hizo Andrés Manuel López Obrador, a quien reconocemos como Presidente Legítimo y líder indiscutible de la izquierda mexicana, respecto a reconsiderar cualquier alianza con el PRI o el PAN". Por su parte, López Obrador insiste en decir que en materia electoral él solamente opina, que no impone "línea", y que las decisiones las toman los dirigentes de los partidos.
Más aun que con su propio partido, López Obrador mantiene con el PT una alianza estratégica. La propaganda electoral del PT lo conserva en el centro de sus mensajes ("estaríamos mejor con López Obrador"). Con el patrocinio de éste el PT obtuvo en 2009 la mayor votación de su historia e integró su mayor y mejor bancada en San Lázaro. La poderosa influencia del dirigente principal de la izquierda ha preferido dar curso a la inquina que provoca la usurpación, que a la visión estratégica de desplazar a gobiernos priistas y con ello impedir o lastrar su triunfo en 2012. De ese modo, López Obrador se da más que balazo en la pierna.
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