El extraño lance de Ramírez Acuña

Miguel Ángel Granados Chapa

Francisco Javier Ramírez Acuña bajó el miércoles de la presidencia de la Mesa Directiva hasta la tribuna de la Cámara para leer una iniciativa de reforma constitucional que pretende suprimir las diputaciones de representación proporcional y reducir a 300 el número de legisladores en San Lázaro y a 64 el de senadores.

Por su autoría y por el momento de su exposición ante el pleno estamos en presencia de un lance extraño, que no busca seriamente la modificación constitucional propuesta. Es absurdo presentarla al cuarto para las doce, es decir cuando falta un puñado de sesiones para que este periodo concluya. También es inoportuna porque en el Senado está en curso un dictamen sobre diversos proyectos de reforma política que se refieren al tema. Si se llega a aprobar ese dictamen y la minuta resultante es enviada a San Lázaro, allí podría el presidente de la Mesa Directiva incorporar su proyecto a la discusión. Pero eso ocurriría sólo la próxima semana y nadie, salvo los panistas que acompañaron a Ramírez Acuña en su iniciativa, estaría dispuesto a prolongar el debate respectivo hasta el próximo periodo de sesiones con una propuesta radical como la presentada por el ex gobernador de Jalisco.

El proyecto de Ramírez Acuña es distinto y aun opuesto al que inició el presidente Felipe Calderón el 15 de diciembre, y que no ha corrido con buena fortuna. En el punto abordado por el ex secretario de Gobernación el Ejecutivo propuso sí reducir el número de legisladores, pero de modo que se vuelva enteramente pasado, con sólo diputados de mayoría y con sólo dos senadores por cada entidad federativa. El proyecto presidencial fija en 400 el número de diputados, 240 de mayoría y 160 de representación proporcional. Y en el Senado elimina por completo a los de esta última condición y mantiene la representación de la primera minoría, para un total de 96.

Ramírez Acuña enmienda la plana a Calderón también en el razonamiento para llegar a su propuesta. En este punto, como a lo largo de su iniciativa de 10 capítulos, Calderón apela a la ciudadanía, como peticionaria de esta disminución parcial de miembros del Congreso. Pero Ramírez Acuña atribuye al mismo origen una petición diferente: "es demanda de la ciudadanía la desaparición de los diputados plurinominales; por diversos canales y en distintos foros ha pedido que sólo prevalezca en la ley la manera de elegir a sus representantes a través del sistema de mayoría relativa".

¿Ramírez Acuña se pasó a la oposición desde dentro de su partido? O su proyecto es sólo una medida preventiva, un control de daños anticipado. Se buscaría trasladar el costo del fracaso de la reforma política a una iniciativa impertinente, que desde el momento de su lectura generó rechiflas de diputados de representación proporcional, la mayor parte de los cuales no estaría allí si prevaleciera sólo la elección mayoritaria por distrito. A favor de esta versión, que haría de la presentación del proyecto una simulación, está el hecho de que lo firmó un buen número de sus compañeros panistas y contó con la anuencia de la coordinadora de la fracción albiazul Josefina Vázquez Mota. A favor de la posibilidad de que Ramírez Acuña se haya saltado las trancas y quiera al menos estorbar la propuesta presidencial en materia de integración de las Cámaras puede recordarse su biografía reciente. En un periodo apenas mayor que un lustro, Ramírez Acuña y Calderón pasaron de la amistad política más clara a por lo menos una relación tirante, si no a la ruptura.

Cuando era gobernador de Jalisco, Ramírez Acuña recibió en mayo de 2004 al secretario de Energía en un fiestón a las afueras de Guadalajara. Allí "lo destapó" y lo señaló como "su gallo" para la sucesión presidencial. El desplante irritó al presidente Fox, quien se lo reprochó a Calderón y lo forzó a renunciar, lanzándolo a la intemperie política desde la cual el antiguo líder panista se erigió en el candidato de su partido.

Inmediatamente después de asumir la Presidencia, Calderón designó secretario de Gobernación al jalisciense con quien, sin embargo, no se entendió. Apenas 13 meses después de haberlo atraído a la capital, Calderón despidió a Ramírez Acuña, a quien ni siquiera se refirió elogiosamente al momento de cesarlo, como ha sido una contradictoria costumbre del Ejecutivo. El enojo del secretario obligado a renunciar se hizo público y si bien le fue permitido que parte de su personal de alto nivel permaneciera en sus puestos -señaladamente el subsecretario de Gobierno Abraham González- el nexo que los unió tres años atrás quedó diluido.

Pudo comprobarse así el año pasado, cuando Ramírez Acuña decidió de manera autónoma volver al nivel nacional de la política. Ganó sin dificultad su curul en el décimo distrito, uno de los cinco de la capital jalisciense, y enseguida se dispuso a contender por la coordinación de sus compañeros en la Cámara. Creyó tener en su favor el compromiso que el líder panista Germán Martínez, quien juró que sería cabeza de la fracción un diputado elegido por mayoría. Sin embargo, esa promesa se olvidó cuando fue necesario abrir un lugar a Josefina Vázquez Mota, cuya relación con Elba Ester Gordillo empeoraba ostensiblemente. Ramírez Acuña fue postergado y sólo como un premio de consolación se le concedió la presidencia de la Cámara durante el periodo que termina con agosto próximo. No es un cargo de rango menor, pero dura sólo un año, aunque tenga un alto sitial.

Cajón de Sastre

Aunque nada mitiga el dolor provocado por la muerte de un ser querido, y cercanísimo, la multitud de condolencias expresadas a José Woldenberg por la pérdida de su señora madre, doña Rosa Karakowsky, ha de mitigar su quebranto. Hace ya siete años que concluyó su actuación como consejero presidente del Consejo General de Instituto Federal Electoral. No sólo es impecable la memoria de su actuación al frente de ese organismo, sino que su trayectoria posterior ha acrecentado su respetabilidad. Muy activo en tareas docentes y de creación artística, se le expresan condolencias en ese papel, rememorando su actuación entre 1996 y 2003, pero también la solvencia moral de que ha dado muestras desplegada en sus labores posteriores, como cabal conocedor del sistema electoral mexicano.

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