El avión del presidente

Fausto Pretelín / Globali…¿qué?

Bajo la inercia de la geografía, Polonia pertenece a la Unión Europea, pero para la memoria nacionalista, Estados Unidos está mucho más cerca de sus intereses políticos.

El presidente polaco Lech Kaczynski tenía en su agenda del pasado sábado un evento con el que se abreva a la memoria nacionalista: los homenajes. 70 años atrás una matanza secreta de oficiales polacos, 22,000, cometida por soviéticos en el bosque de Katyn bajo la estela de un pacto firmado por Hitler y Stalin catalizó el nihilismo de la civilización. Más allá de lo sucedido entre la Unión Soviética y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, los polacos quedaron desolados frente a ambas potencias.

Kaczynski viajaba al bosque de Katyn para conmemorar un aniversario más de la matanza, sin embargo, la posible terquedad de un piloto le impidió llegar a la cita. Fue terquedad porque intentó bajar la nave en tres ocasiones y no lo pudo como consecuencia de una espesa neblina extendida por toda la pista. Las agendas de los presidentes son inamovibles y están hechas para ser obedecidas por zalameros. Distraer y cambiar el horario de la agenda al presidente polaco al ser llevado a otro aeropuerto no pasó por la mente del piloto de avión y, probablemente, en la de algún funcionario cercano a Kaczynski.

Kaczynski braceó en contra de la Unión Europea. Nunca fue partidario de los modelos políticos que “desmontan” gramos de soberanía. Él acentuaba los rasgos profundos del pueblo polaco: católico, nacionalista, etnocéntrico y enemigo de los rusos y alemanes. No sorprende su posición frente al Tratado de Lisboa en el que veía en su contenido a un serrucho con el que se rebanaría escaños en Estrasburgo. Simpatizaba con el concepto que Donald Rumsfeld colocó entre las piezas más sonadas después del 11 de septiembre: La nueva Europa y la vieja Europa. Para Kaczynski, Francia y Alemania representaban a la última, mientras que Polonia representaba a la primera. Kaczynski fue un apóstol de su partido, Paz y Justicia, partido gobernado por una doctrina ultraconservadora. El propio Lech junto a su hermano Jaroslaw, cuando hicieron mancuerna como presidente y primer ministro, respectivamente en 2005, mencionó que se encargarían de realizar una purificación a su país. Tal vez como parte de tal estrategia, a los hermanos Kaczynski se les ocurrió censurar la caricatura de los Teletubbies por considerar a uno de sus personajes como homosexual.

Los símbolos nacionalistas se nutren a través de tragedias. La sangre incita al orgullo. Durante muchos años Rusia no quiso aceptar la autoría de la matanza de los 22,000 soldados polacos. Putin no era partidario de inclinar su columna hacia el frente para reconocerlo. 70 años después y la caída del avión Tupolev, la diplomacia rusa se encarga de cicatrizar la acción vergonzosa ocurrida en Katyn. Uno de los gestos inmediatos fue la exhibición en la televisión rusa, ordenada por el gobierno de Medvédev, de la película Katyn dirigida por el polaco Andrzej Wajda. Sobra decir que la película narra la historia de la matanza.

Los magnicidios recuerdan a la población que la estabilidad es sinónimo de presente y futuro. La muerte de Kaczynski conmocionó a todo un país y a la conciencia de Putin. Lo anterior es un ejemplo de que la historia puede reinterpretarse.

Comentarios