Defensa o Gobernación, ¿a quién creerle?

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Antier nos desayunamos leyendo que el General secretario de la Defensa Nacional alertó a los coordinadores de las diferentes fracciones parlamentarias del Senado de la República, sobre las resistencias de algunos generales a participar en la guerra al narcotráfico, porque carecen de protección jurídica, de normativa legal. Claro que han de estar inquietos, porque don Guillermo Galván Galván por el momento tiene fuero, aunque éste concluye el 30 de noviembre de 2012.

Mientras el general Galván Galván se la rifa, y al menos tiene la valentía de dar una opinión ante los líderes senatoriales y los miembros del gabinete de seguridad, los últimos no se atreven a decir esta boca es mía, porque no tienen ni voz ni voto, porque son sumisos y carecen de criterio e ideas propias. Por ello una única voz, la del General secretario, señaló que se requiere la permanencia del Ejército en las calles para combatir el tráfico de drogas, por lo menos 10 años, a pesar de los daños colaterales en vidas humanas, económicos, políticos y sociales. Desconozco los motivos que lo impulsan a precisar esas fechas, cuando estoy seguro de que don Guillermo Galván Galván está consciente de que el delito del narcotráfico es de los que no desaparecen, como la prostitución, la trata de personas -moderno vocablo para la esclavitud en sus diferentes manifestaciones-, el lavado de dinero, el robo, la extorsión, el fraude, etcétera… Lo que no precisó, es qué persiguen y qué intentan lograr después de 10 o 12 años de violencia generalizada.

El General secretario de la Defensa Nacional sostuvo también en esa reunión con los senadores, su disposición para limitar el fuero de guerra, condicionado a que no se relajen la disciplina y la obediencia castrenses, lo que de inmediato me alerta y me obliga a una introspección íntima, casi de secreto de confesión, para saber, determinar si es cierto que estamos en guerra, por qué nos lo informan así y hasta hoy, y en qué condiciones y bajo qué convenciones internacionales enfrentamos esa guerra, y qué tipo de guerra enfrentamos. El único que lo sabe es él.

Una última aseveración. Dijo que las Fuerzas Armadas acatarán la recomendación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la cual exigió que los militares que violen las garantías sean sancionados por tribunales civiles; incluso anunció que el instituto armado elabora una iniciativa de reformas a dicho fuero.

Está bien, él es el responsable de las acciones militares. Supongo que está informado y es perfectamente responsable de su toma de decisiones.

Sin embargo, ayer tomamos café con el desmentido a la resistencia de mandos militares para continuar en la lucha contra el narcotráfico, pues Fernando Gómez Mont, secretario de la gobernación, aseveró que todos los miembros del Ejército están al pie del cañón para cumplir a cabalidad con las instrucciones que reciben del comandante supremo de las fuerzas armadas.

Todo indica que hacer pública la resistencia de algunos mandos militares a continuar en la guerra contra el narco sin apoyo legislativo, legal y jurídico dentro de la norma constitucional, incomodó al gobierno tanto, que el enojo motivó a Gómez Mont a convocar a una conferencia de prensa, durante la cual admitió que el General secretario solicitó a los legisladores mejorar el marco jurídico sobre el cual actúan las fuerzas armadas, pero que en ningún momento fue hecha pública dicha resistencia.

No sé a quién creerle, me queda la sensación de que la oportunidad de la transición pasó como un tren bala. El solo hecho de estar transitando lo desconocido es una situación incómoda para los que estudian los desafíos económicos, las trampas políticas, las sujeciones internacionales.

Me quedo con el conocimiento de los hombres de experiencia. Cito: “De su juventud en un régimen totalitario, Tzvetan Todorov conservó el pavor por la mala fe y una pasión por la democracia que lo incita a criticarla, porque se trata de un bien perecedero. “Los totalitarios se nutren con la noción de enemigo. Y cuando no hay nadie más para ocupar ese sitio, se coloca allí a la gente que se viste o que baila de manera diferente, que cuenta historias que hacen reír, que es insolente con un superior o con un policía…”

Hoy, el narco es el enemigo. Espero que la nación no se deslice hacia la tentación totalitaria.

Comentarios