Francisco Rodríguez / Índice Político
HAY QUIENES, COMO el profesor Juan Ramón Jiménez, han interpretado la negativa a registrar sus datos de muchísimos usuarios de la telefonía celular, cual una manifestación de resistencia civil.
Ha escrito Jiménez –a quien muchos conocemos cual Oikos-- que “México está entrando en una etapa álgida de desobediencia civil. Este movimiento del gobierno para registrar los celulares, parece una jugada totalmente policiaca y corrupta, pues pronto van a vender la base de datos a los políticos y a los medios, amén de que Calderón quiere comunicar sus ‘logros’, --18% de caída real del PIB, 1 millón de desempleados solo en el 2010, 30 mil muertos en su ‘guerrita’ contra los carteles enemigos y todo el apoyo al Chapo y a Zambada, y ahora quiere entregar el mercado de celulares que quede suspendido a Telefónica de España. ¿En que país del mundo moderno pretenden cancelar 25 millones de celulares? Sólo en el fascista llamado México…”
Es muy posible, en efecto, que ese 32 por ciento de mexicanos que no acataron la disposición legal de inscribirse en el Renaut, lo hayan hecho conscientes de que su actitud, en el conjunto social, bien puede representar una presión ejercida desde abajo, para desafiar no sólo leyes injustas o restrictivas, incluso para poner en jaque a la fallida Administración de Felipe Calderón y a la obsecuente Legislatura que así actuó en contra de quienes teóricamente –y sólo teóricamente-- son sus representados.
Estamos hablando de una cifra nada desdeñable –como sí lo fue un 0.6% para el IFE, en 2006-- de prácticamente un tercio de los usuarios de telefonía móvil. Una tercera parte inconforme y, además, dispuesta a enfrentar las consecuencias de su actitud contestataria, pues está amenazada de perder su conexión. Súmese a ello que, en algún momento de la peculiar campaña de “convencimiento”, también fueron “advertidos” de que perderían sus saldos a favor o, para quienes tienen contrato, deberían seguir pagando la cuota mensual.
La resistencia civil es lo que se conoce como boicots, huelgas, plantones, o acciones no violentas. Es una resistencia contra el poderío gubernamental, que ha encontrado expresiones concretas que, en otros espacios geográficos, se hicieron patentes en los cientos de miles de personas que en las calles enfrentaron e hicieron colapsar a la dictadura de Ferdinand Marcos en Filipinas, 1986, a los estados comunistas de Europa del Este en 1989, o ayudaron al fracaso del golpe de estado en la Unión Soviética de 1991.
Hay autores como el británico Michael Randle quienes consideran que "la defensa mediante resistencia civil tiene mucho en común con la guerra de guerrillas. Ambas utilizan una ‘estrategia indirecta’ (...) En la resistencia civil se lleva un paso más adelante la estrategia indirecta. En ella no existe un ataque directo a las fuerzas militares del adversario ni un intento de causarle bajas (...) se utilizan, sin embargo, otros métodos con la intención de socavar la moral del contrario, y en ellos ocupa un lugar neurálgico el ‘hostigamiento’ moral y político."
Bajo esos parámetros, bien podría decirse entonces que nuestro país ha sido escenario de este tipo de conflicto social, a partir de que el gobierno de Vicente Fox pretendiera invalidar la precandidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador impulsando su desafuero como jefe de Gobierno de la capital nacional.
Nunca antes, empero, la resistencia civil había alcanzado las proporciones que en esta ocasión se presentan. Una tercera parte de los usuarios de telefonía celular en contra de una ley nacida de botepronto, ante la demanda generalizada de la sociedad de que el aparato estatal cumpla con la primera de sus obligaciones: brindar seguridad a los mexicanos, en lo que ha fallado rotundamente.
El papel de esta modalidad de enfrentamiento civil, para Randle, estará vinculado intrínsecamente a la creación de valores democráticos, pues las autoridades tendrán la obligación de dar paso a la utilización de las vías constitucionales para derogar leyes objetables, como lo es sin duda la que dio origen al Renaut.
¿Cambiarán la ley o se acogerán a aquello de lex, dura lex: La ley es dura, pero es la ley?
Índice Flamígero: Escribe el psicoanalista social José Antonio Lara Peinado: “En México se está viviendo en el horror: Este horror engendra una realidad de la cual no se quiere saber y de la cual no se puede creer. Este horror está sostenido por sujetos que hacen del horror su religión y de los muertos dioses. Por eso hablan de guerra contra el narco, ocultan evidencias en un homicidio o dejan impune el caso de los niños asesinados en Hermosillo. No les importa el homicidio les importa el horror. El mexicano se siente impotente ante el horror y esa impotencia paraliza, de ahí que la sociedad mexicana permanezca quieta e inactiva. La corrupción en México ha desembocado en un trauma psíquico, que ha provocado que el ser humano quede cautivo en medio del asesinato, la corrupción y los medios masivos. La violencia de la ley perversa del actual sistema mexicano hiere tanto al cuerpo como el alma del individuo. En México hay una especie de traumatismo histórico, en donde la corrupción, el crimen y la tortura han dado lugar a una patología social, en donde por ejemplo, un luchador social es condenado a vivir en la cárcel más de cien años, mientras los asesinos de niños en Sonora o los curas pederastas, viven impunemente en el país sin ser tocados por la justicia. Es decir, se sigue promoviendo el horror.”
HAY QUIENES, COMO el profesor Juan Ramón Jiménez, han interpretado la negativa a registrar sus datos de muchísimos usuarios de la telefonía celular, cual una manifestación de resistencia civil.
Ha escrito Jiménez –a quien muchos conocemos cual Oikos-- que “México está entrando en una etapa álgida de desobediencia civil. Este movimiento del gobierno para registrar los celulares, parece una jugada totalmente policiaca y corrupta, pues pronto van a vender la base de datos a los políticos y a los medios, amén de que Calderón quiere comunicar sus ‘logros’, --18% de caída real del PIB, 1 millón de desempleados solo en el 2010, 30 mil muertos en su ‘guerrita’ contra los carteles enemigos y todo el apoyo al Chapo y a Zambada, y ahora quiere entregar el mercado de celulares que quede suspendido a Telefónica de España. ¿En que país del mundo moderno pretenden cancelar 25 millones de celulares? Sólo en el fascista llamado México…”
Es muy posible, en efecto, que ese 32 por ciento de mexicanos que no acataron la disposición legal de inscribirse en el Renaut, lo hayan hecho conscientes de que su actitud, en el conjunto social, bien puede representar una presión ejercida desde abajo, para desafiar no sólo leyes injustas o restrictivas, incluso para poner en jaque a la fallida Administración de Felipe Calderón y a la obsecuente Legislatura que así actuó en contra de quienes teóricamente –y sólo teóricamente-- son sus representados.
Estamos hablando de una cifra nada desdeñable –como sí lo fue un 0.6% para el IFE, en 2006-- de prácticamente un tercio de los usuarios de telefonía móvil. Una tercera parte inconforme y, además, dispuesta a enfrentar las consecuencias de su actitud contestataria, pues está amenazada de perder su conexión. Súmese a ello que, en algún momento de la peculiar campaña de “convencimiento”, también fueron “advertidos” de que perderían sus saldos a favor o, para quienes tienen contrato, deberían seguir pagando la cuota mensual.
La resistencia civil es lo que se conoce como boicots, huelgas, plantones, o acciones no violentas. Es una resistencia contra el poderío gubernamental, que ha encontrado expresiones concretas que, en otros espacios geográficos, se hicieron patentes en los cientos de miles de personas que en las calles enfrentaron e hicieron colapsar a la dictadura de Ferdinand Marcos en Filipinas, 1986, a los estados comunistas de Europa del Este en 1989, o ayudaron al fracaso del golpe de estado en la Unión Soviética de 1991.
Hay autores como el británico Michael Randle quienes consideran que "la defensa mediante resistencia civil tiene mucho en común con la guerra de guerrillas. Ambas utilizan una ‘estrategia indirecta’ (...) En la resistencia civil se lleva un paso más adelante la estrategia indirecta. En ella no existe un ataque directo a las fuerzas militares del adversario ni un intento de causarle bajas (...) se utilizan, sin embargo, otros métodos con la intención de socavar la moral del contrario, y en ellos ocupa un lugar neurálgico el ‘hostigamiento’ moral y político."
Bajo esos parámetros, bien podría decirse entonces que nuestro país ha sido escenario de este tipo de conflicto social, a partir de que el gobierno de Vicente Fox pretendiera invalidar la precandidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador impulsando su desafuero como jefe de Gobierno de la capital nacional.
Nunca antes, empero, la resistencia civil había alcanzado las proporciones que en esta ocasión se presentan. Una tercera parte de los usuarios de telefonía celular en contra de una ley nacida de botepronto, ante la demanda generalizada de la sociedad de que el aparato estatal cumpla con la primera de sus obligaciones: brindar seguridad a los mexicanos, en lo que ha fallado rotundamente.
El papel de esta modalidad de enfrentamiento civil, para Randle, estará vinculado intrínsecamente a la creación de valores democráticos, pues las autoridades tendrán la obligación de dar paso a la utilización de las vías constitucionales para derogar leyes objetables, como lo es sin duda la que dio origen al Renaut.
¿Cambiarán la ley o se acogerán a aquello de lex, dura lex: La ley es dura, pero es la ley?
Índice Flamígero: Escribe el psicoanalista social José Antonio Lara Peinado: “En México se está viviendo en el horror: Este horror engendra una realidad de la cual no se quiere saber y de la cual no se puede creer. Este horror está sostenido por sujetos que hacen del horror su religión y de los muertos dioses. Por eso hablan de guerra contra el narco, ocultan evidencias en un homicidio o dejan impune el caso de los niños asesinados en Hermosillo. No les importa el homicidio les importa el horror. El mexicano se siente impotente ante el horror y esa impotencia paraliza, de ahí que la sociedad mexicana permanezca quieta e inactiva. La corrupción en México ha desembocado en un trauma psíquico, que ha provocado que el ser humano quede cautivo en medio del asesinato, la corrupción y los medios masivos. La violencia de la ley perversa del actual sistema mexicano hiere tanto al cuerpo como el alma del individuo. En México hay una especie de traumatismo histórico, en donde la corrupción, el crimen y la tortura han dado lugar a una patología social, en donde por ejemplo, un luchador social es condenado a vivir en la cárcel más de cien años, mientras los asesinos de niños en Sonora o los curas pederastas, viven impunemente en el país sin ser tocados por la justicia. Es decir, se sigue promoviendo el horror.”
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