Bicentenario y Centenario como pasado muerto

Álvaro Cepeda Neri

También la mala suerte, la mala fortuna, acompaña a los actos políticos. Y a los calderonistas les ha ido como en feria. Demostraron que no estaban hechos para el trabajo de gobernar ni de administrar. Lo han probado en las presidencias municipales, en los cargos de gobernadores y qué decir, que no se haya dicho ya, en la Presidencia... ¿será todavía de la República?. Los dos panistas han fracasado, en el entendido de que si dura tres años más el que vive en Los Pinos, de todos modos su sexenio ha terminado en un total desastre. A los de esa derecha que nunca se modernizó, les ha tocado inclinarse para recordar la Independencia y la Revolución. Una ocurrida hace 200 años. La otra hace apenas 100 años.

Los conservadores, padres de los actuales derechozos, combatieron esos movimientos. Y ahora los obliga el calendario a rendirles homenaje. Aunque el calderonismo, siguiendo al foxismo, se ha doblegado ante una mayor dependencia estadounidense. Y no ha sabido cómo resolver los problemas más urgentes de la Nación. El desempleo, la pobreza, la inseguridad y el militarismo nos agobian. Y lo único que sabemos es que continúa la impunidad para los funcionarios sumidos en la corrupción y que los millonarios se aprovechan de la crisis para impedir el crecimiento económico.

Éste es, sucintamente, el panorama nacional. Los calderonistas hacen arreglos para un desfile de supuestos restos de exhumados de la columna de la Independencia, protagonistas de 1810 y que serán, dice el historicista (porque no es historiador, sino autor de librillos para ganar dinero al por mayor): Villalpando, once urnas. Éstas las harán desfilar por la avenida de la Reforma y Juárez hasta el Zócalo con la mira de exponerlas en Palacio Nacional. Así celebrarán los panistas dos Revoluciones que se detonaron por desempleo, pobreza, inseguridad y militarismo. Buscan los calderonistas hacer creer que sólo tenemos un pasado muerto y no una Historia de la cual han pasado por alto la Revolución de 1854, que echó a la calle a Santa Anna. Éste creó desempleo, pobreza, alza de impuestos y de precios... como ahora.

Los festejos calderonistas son para apaciguar los ánimos de quienes vayan a mirar fotos, bustos, pinturas y las urnas con el polvo de los cadáveres, supuestamente, de Hidalgo y Morelos; quizá de Madero, pero no de Villa y Zapata. De este luchador social acaba de tener lugar la fecha de su vil asesinato y nadie de Calderón, menos él, recordaron con una ceremonia el hecho histórico. Los conservadores combatieron a los dirigentes y al pueblo que hicieron la Independencia y la lucha antiporfirista. A sus descendientes les toca ahora celebrar las dos fechas. Son las ironías de la historia, en las que siempre hay, dijo Lenin, un elemento de sorpresa. Y la sorpresa puede ser que hasta asistiendo al desfile macabro y a mirar las exposiciones, aumente la inconformidad contra el mal gobierno actual. No se trata de recordar un pasado muerto, sino de vivir una historia que se hizo como respuesta revolucionaria.

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