Álvaro Cepeda Neri
Puesto que ninguna historia como recuento es una recopilación sólo de hechos (salvo para los que amontonan el pretérito con “tijeras y engrudo”), ¿se podrán enriquecer con nuevos hallazgos la interpretación y/o reinterpretación de esos sucesos, como en el caso de las celebraciones oficiales por el inicio de la Independencia de hace 200 años? Pero existen hechos que no tienen vuelta de hoja, como que en el estallido de 1810 hubo dos bandos de mexicanos que tomaron parte muy activa en la lucha política y popular, muy del pueblo: mestizos y nativos en su mayoría indígenas por una parte.
Y españoles y gachupines en el bando de los adictos y leales a la península de España y a Fernando VII, en ese entonces destronado, cuando con otros reyes absolutistas fueron arrasados por el Napoleón que derrumbó al antiguo régimen de Francia, pasó por las armas las viejas monarquías y dio paso a las de apellidos constitucionales. Esa crisis provocó que los Hidalgo, los Allende, las Josefas Ortiz de Domínguez y la generación que termina con los Morelos, iniciaran la Independencia de la Nueva España para conquistar la soberanía mexicana a través del naciente Estado que se consolida en 1821.
La parte proespañola y la contraparte antiespañola se enfrentaron. Desigualmente en armas, soldados y dinero, salvo que la contraparte tenía a su favor el naciente patriotismo frente a los gachupines (Hidalgo gritó en Dolores “¡Mueran los gachupines!”) y que el pueblo indígena se sumó a la lucha hasta cortar el cordón umbilical y esclavista de la España que dominó, por la fuerza de las armas y la religión, a quienes lejos de la “madre patria” hicieron de este territorio su naciente nación. Es irrefutable que los enemigos y adversarios de la Independencia mexica-mexicana, se convirtieron en los reaccionarios y conservadores que una corriente de mestizos y españoles prolongaron hasta la Revolución de Ayutla para combatir, apoyando la invasión francesa con Maximiliano, lo que culminó con la República Restaurada, la Reforma, la Constitución de 1857.
Los descendientes históricos de esos reaccionarios se convirtieron en la derecha mexicana (“reaccionarios que al fin son mexicanos”, sentenció Juárez), hasta nuestro tiempo panista. Aquellos combatieron a sangre y fuego, hasta decapitar a los héroes de 1810, y en sus textos de interpretación del pasado, que no de la historia, heredan a los actuales el odio a la separación de España. No han hecho una rectificación. Pero convocan, desde Los Pinos, a voluntarios para ciertos actos que tienen como finalidad celebrar el Bicentenario, cuando el pueblo de ahora busca en los Hidalgo, los Morelos, los Juárez, nueva inspiración para dejar a un lado las fiestas sin sentido, estando la Nación en otra crisis ante la cual es necesario tomar decisiones en contra, otra vez, del mal gobierno. Para esto sí hay millones de voluntarios con la mira de deshacerse de los malos gobernantes que se comportan como los gachupines y reaccionarios que devinieron conservadores y ahora son la derecha.
Puesto que ninguna historia como recuento es una recopilación sólo de hechos (salvo para los que amontonan el pretérito con “tijeras y engrudo”), ¿se podrán enriquecer con nuevos hallazgos la interpretación y/o reinterpretación de esos sucesos, como en el caso de las celebraciones oficiales por el inicio de la Independencia de hace 200 años? Pero existen hechos que no tienen vuelta de hoja, como que en el estallido de 1810 hubo dos bandos de mexicanos que tomaron parte muy activa en la lucha política y popular, muy del pueblo: mestizos y nativos en su mayoría indígenas por una parte.
Y españoles y gachupines en el bando de los adictos y leales a la península de España y a Fernando VII, en ese entonces destronado, cuando con otros reyes absolutistas fueron arrasados por el Napoleón que derrumbó al antiguo régimen de Francia, pasó por las armas las viejas monarquías y dio paso a las de apellidos constitucionales. Esa crisis provocó que los Hidalgo, los Allende, las Josefas Ortiz de Domínguez y la generación que termina con los Morelos, iniciaran la Independencia de la Nueva España para conquistar la soberanía mexicana a través del naciente Estado que se consolida en 1821.
La parte proespañola y la contraparte antiespañola se enfrentaron. Desigualmente en armas, soldados y dinero, salvo que la contraparte tenía a su favor el naciente patriotismo frente a los gachupines (Hidalgo gritó en Dolores “¡Mueran los gachupines!”) y que el pueblo indígena se sumó a la lucha hasta cortar el cordón umbilical y esclavista de la España que dominó, por la fuerza de las armas y la religión, a quienes lejos de la “madre patria” hicieron de este territorio su naciente nación. Es irrefutable que los enemigos y adversarios de la Independencia mexica-mexicana, se convirtieron en los reaccionarios y conservadores que una corriente de mestizos y españoles prolongaron hasta la Revolución de Ayutla para combatir, apoyando la invasión francesa con Maximiliano, lo que culminó con la República Restaurada, la Reforma, la Constitución de 1857.
Los descendientes históricos de esos reaccionarios se convirtieron en la derecha mexicana (“reaccionarios que al fin son mexicanos”, sentenció Juárez), hasta nuestro tiempo panista. Aquellos combatieron a sangre y fuego, hasta decapitar a los héroes de 1810, y en sus textos de interpretación del pasado, que no de la historia, heredan a los actuales el odio a la separación de España. No han hecho una rectificación. Pero convocan, desde Los Pinos, a voluntarios para ciertos actos que tienen como finalidad celebrar el Bicentenario, cuando el pueblo de ahora busca en los Hidalgo, los Morelos, los Juárez, nueva inspiración para dejar a un lado las fiestas sin sentido, estando la Nación en otra crisis ante la cual es necesario tomar decisiones en contra, otra vez, del mal gobierno. Para esto sí hay millones de voluntarios con la mira de deshacerse de los malos gobernantes que se comportan como los gachupines y reaccionarios que devinieron conservadores y ahora son la derecha.
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