Eduardo Ibarra Aguirre
Nada ilustra mejor los extraordinarios éxitos conquistados con las políticas y programas de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, resumidos en el machacón y agraviante eslogan de Vivir mejor, que la lista dada a conocer la semana pasada por la revista Forbes.
Por primera vez en la historia de las mediciones de las riquezas individuales, un mexicano encabeza la lista con la suma de 53 mil 500 millones de dólares, los que convertidos a pesos --en base a la cotización del mismo día del anuncio de la revista y que fue la mejor obtenida en 17 meses--, arroja la cifra de 673 mil 565 millones de pesos de Carlos Slim Helú. Le acompañan en la exclusiva lista del millar de dueños de la aldea global, ocho mexicanos más. Entre todos acumulan 90 mil 300 millones de dólares. Es decir, el mexicano de padres libaneses posee más de la mitad de la riqueza acumulada por los más distinguidos propietarios de México, entre los que destaca en último lugar, el 937, Joaquín Guzmán Loera y Alfredo Harp Helú, primo hermano del primero.
El segundo lugar en la novena mexicana y 63 global lo ocupa Ricardo Salinas Pliego, afamado por “los abonos chiquitos” para los clientes de Elektra y para sus presuntos socios “préstamos a la palabra” hasta por 30 millones de dólares, como los facilitados a Raúl Salinas de Gortari, amén de la convocatoria televisiva a hacer a un lado al Legislativo y las elecciones.
La contraparte de las mismas políticas o la otra cara de la misma moneda, son los seis millones de mexicanos que fueron lanzados a la pobreza durante 2006-2009 --para acumular 47.5 millones de pobres y de ellos 19.1 millones en pobreza extrema-- por un grupo que no alteró sus rutinas gubernamentales y fue presa de la abulia y el optimismo desbordados frente al tsunami que cimbró la economía y las finanzas del planeta.
Los resultados brindados por Forbes muestran que la crisis que devastó economías y sociedades ni siquiera despeinó a los magnates locales, que en el caso de Slim incrementó su fortuna en 18 mil 500 millones de dólares. Tampoco afectó sustancialmente al club del millar de propietarios de la aldea. Aunque sin duda influyó para que William Henry Gates III fuera desplazado al segundo lugar por disponer de 500 millones de dólares menos que el mexicano.
Cierto, se alteró en alguna medida la brutal correlación de pobreza extrema y riqueza desmedida que, en 1994, en pleno ingreso al primer mundo prometido por Carlos Salinas de Gortari, arrojó 24 millones de mexicanos en pobreza extrema, en la miseria, y 24 multimillonarios acreditados por la revista estadunidense que, recientemente, abrió sus registros a los hombres y mujeres del narcotráfico y el crimen organizado, pero aún los cierra a los políticos y gobernantes amasa fortunas.
Teléfonos de México es desde su privatización en 1991, la indiscutible joya de la corona del magnate número uno de la aldea, pero no puede subestimarse la diversificación en los ramos energético, financiero, comercial y de infraestructura que lo hace aparecer hasta en la sopa, como en la colocación de alarmas y cámaras en las calles del Distrito Federal.
No se trata de regatearle méritos y olfato empresariales al ingeniero, esa capacidad –dicen sus seguidores-- para convertir el excremento en oro. Mas como bien señala la organización Al Consumidor: son los usuarios cautivos del gigante de las comunicaciones y su indefensión ante las prácticas monopólicas los que financiaron la expansión del Grupo Carso que, desde hace seis años, posee la mayor empresa de telecomunicaciones de Brasil y otras de Centro y Suramérica.
Nada ilustra mejor los extraordinarios éxitos conquistados con las políticas y programas de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, resumidos en el machacón y agraviante eslogan de Vivir mejor, que la lista dada a conocer la semana pasada por la revista Forbes.
Por primera vez en la historia de las mediciones de las riquezas individuales, un mexicano encabeza la lista con la suma de 53 mil 500 millones de dólares, los que convertidos a pesos --en base a la cotización del mismo día del anuncio de la revista y que fue la mejor obtenida en 17 meses--, arroja la cifra de 673 mil 565 millones de pesos de Carlos Slim Helú. Le acompañan en la exclusiva lista del millar de dueños de la aldea global, ocho mexicanos más. Entre todos acumulan 90 mil 300 millones de dólares. Es decir, el mexicano de padres libaneses posee más de la mitad de la riqueza acumulada por los más distinguidos propietarios de México, entre los que destaca en último lugar, el 937, Joaquín Guzmán Loera y Alfredo Harp Helú, primo hermano del primero.
El segundo lugar en la novena mexicana y 63 global lo ocupa Ricardo Salinas Pliego, afamado por “los abonos chiquitos” para los clientes de Elektra y para sus presuntos socios “préstamos a la palabra” hasta por 30 millones de dólares, como los facilitados a Raúl Salinas de Gortari, amén de la convocatoria televisiva a hacer a un lado al Legislativo y las elecciones.
La contraparte de las mismas políticas o la otra cara de la misma moneda, son los seis millones de mexicanos que fueron lanzados a la pobreza durante 2006-2009 --para acumular 47.5 millones de pobres y de ellos 19.1 millones en pobreza extrema-- por un grupo que no alteró sus rutinas gubernamentales y fue presa de la abulia y el optimismo desbordados frente al tsunami que cimbró la economía y las finanzas del planeta.
Los resultados brindados por Forbes muestran que la crisis que devastó economías y sociedades ni siquiera despeinó a los magnates locales, que en el caso de Slim incrementó su fortuna en 18 mil 500 millones de dólares. Tampoco afectó sustancialmente al club del millar de propietarios de la aldea. Aunque sin duda influyó para que William Henry Gates III fuera desplazado al segundo lugar por disponer de 500 millones de dólares menos que el mexicano.
Cierto, se alteró en alguna medida la brutal correlación de pobreza extrema y riqueza desmedida que, en 1994, en pleno ingreso al primer mundo prometido por Carlos Salinas de Gortari, arrojó 24 millones de mexicanos en pobreza extrema, en la miseria, y 24 multimillonarios acreditados por la revista estadunidense que, recientemente, abrió sus registros a los hombres y mujeres del narcotráfico y el crimen organizado, pero aún los cierra a los políticos y gobernantes amasa fortunas.
Teléfonos de México es desde su privatización en 1991, la indiscutible joya de la corona del magnate número uno de la aldea, pero no puede subestimarse la diversificación en los ramos energético, financiero, comercial y de infraestructura que lo hace aparecer hasta en la sopa, como en la colocación de alarmas y cámaras en las calles del Distrito Federal.
No se trata de regatearle méritos y olfato empresariales al ingeniero, esa capacidad –dicen sus seguidores-- para convertir el excremento en oro. Mas como bien señala la organización Al Consumidor: son los usuarios cautivos del gigante de las comunicaciones y su indefensión ante las prácticas monopólicas los que financiaron la expansión del Grupo Carso que, desde hace seis años, posee la mayor empresa de telecomunicaciones de Brasil y otras de Centro y Suramérica.
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