Jacobo Zabludovsky / Bucareli
No se puede “contravenir a la orden de la naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante”. Cervantes describió hace 400 años lo ocurrido el miércoles en la Cámara de Diputados de México. Engendrada por una generación de políticos que han hecho de su oficio un paño de mercaderes, la sesión de cinco sobradas horas fue lo que era de prever: una olla de grillos, en el estricto sentido del sustantivo, donde jamás apareció una idea ni por milagro y sí amenazas, insultos, recriminaciones, injurias, quejas y confesiones más propias de un pleito pulquero que de un grupo pensante.
Es inaceptable que Enrique Peña Nieto haya sido acusado “por haber matado a su mujer”, según denigró María Elena Pérez de Tejada, diputada del PAN. Es una aseveración gravísima sobre todo cuando no se basó en pruebas irrebatibles y muestra, en medio de un lodazal de disparates, los abismos donde llegó la sesión.
Junto a esa cúspide de la irresponsabilidad se acuñó la metáfora: “La alianza PAN-PRD es casi gay, pervertida de tan extraña” y amenazas de exámenes de la verdad y de alcoholemia, alusiones a Pinocho y la Chimoltrufia, lanzamiento de monedas a la cara de un semejante, se calificaron unos a otros de mentirosos, de espurios, de tres veces putos, de armarse los putazos, de borrachos vespertinos, de lesbianismo confesado, afuera te espero para partirnos la madre, buitres y vendidos. En el mismo lodo todos revolcados. Cuarenta millones de muertos de hambre los contemplaban.
El más largo debate de los últimos años en una cámara vacía de preocupaciones. Locos por el micrófono, delirantes de la foto, incapaces de elevar su pensamiento a la altura de las angustias sociales, los padres y madres conscriptos creyeron que por una vez en sus vidas estaban a la altura del arte. No los culpo, no dan para más. Si algo debe reconocérseles es la franqueza.
Alguien debía poner orden, pero al mariachi le falta la trompeta. El presidente Felipe Calderón tampoco perdió esta oportunidad de opinar y declaró su repudio a quienes “en lugar de debatir insultan, ofenden y denigran la política”. Muy oportuno, muy acertado pero, también muy débil por sus recientes declaraciones sobre el matrimonio de homosexuales (“la Constitución define específicamente el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer”. Falso.) y sobre los jóvenes asesinados en Ciudad Juárez a quienes calificó de pandilleros. Hay algo que se llama desgaste y afecta a la credibilidad. Nos estamos quedando sin voces, para no hablar de figuras.
Al día siguiente del campeonato de tonterías los participantes sufrían una cruda moral más intensa que la alcohólica. Don Fernando Gómez Mont, por ejemplo, rechazó someterse al detector de mentiras porque “…a mí nadie me ha imputado que mienta” y se aferró a su investidura” de Testigo de honor. Es el secretario de Gobernación. El señor César Nava, mentiroso confeso, admitió su error al “firmar un convenio para no hacer alianzas en el estado de México a cambio de aprobar la Ley de Ingresos 2010”. Es el presidente del PAN. El señor Óscar Levín se quedó corto por su característica modestia: “Ayer tuve una mala tarde, dije una tontería… soy un liberal… me ofrezco como gestor (de los gays)…” y alcanzó niveles socráticos al sentenciar: “Debemos cuidar un poco más el nivel del Congreso”. Es veterano del PRI a quien el pueblo ha obligado a saltar de una cámara a otra. Eduardo Robles explicó que arrojó monedas por “el desborde de una pasión”. Es diputado del PAN. Y la señora Pérez de Tejada sostuvo su acusación de uxoricida a Peña Nieto. Es una dama.
Esta es la cámara que apoya la reelección de los diputados, es decir, de sí mismos. La que rechaza (PRI) las candidaturas ciudadanas, es decir, fuera de su monopolio. La que se prepara al gran combate patriótico para dotarnos de un programa de reforma política “que aspira a transparentar la actividad de los partidos”. En manos de ellos estamos.
No del todo. La exhibición parlamentaria tuvo un aspecto positivo. Nos recordó que no podemos dejarlos solos. Eso que llaman la sociedad civil, usted y yo, ciudadanos sin partido, debe participar en foros populares o académicos, usar las tribunas posibles, ejercer la libertad de opinar, presionar en todos los niveles para que no estampen en la ley el sello soez que usaron en la sesión ordinaria (ordinaria, sí) del miércoles.
El estilo va a corresponder al fondo si no hacemos algo ahora. La ley esperada y necesaria no puede ser a su imagen y semejanza. Eso debemos impedirlo.
No se puede “contravenir a la orden de la naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante”. Cervantes describió hace 400 años lo ocurrido el miércoles en la Cámara de Diputados de México. Engendrada por una generación de políticos que han hecho de su oficio un paño de mercaderes, la sesión de cinco sobradas horas fue lo que era de prever: una olla de grillos, en el estricto sentido del sustantivo, donde jamás apareció una idea ni por milagro y sí amenazas, insultos, recriminaciones, injurias, quejas y confesiones más propias de un pleito pulquero que de un grupo pensante.
Es inaceptable que Enrique Peña Nieto haya sido acusado “por haber matado a su mujer”, según denigró María Elena Pérez de Tejada, diputada del PAN. Es una aseveración gravísima sobre todo cuando no se basó en pruebas irrebatibles y muestra, en medio de un lodazal de disparates, los abismos donde llegó la sesión.
Junto a esa cúspide de la irresponsabilidad se acuñó la metáfora: “La alianza PAN-PRD es casi gay, pervertida de tan extraña” y amenazas de exámenes de la verdad y de alcoholemia, alusiones a Pinocho y la Chimoltrufia, lanzamiento de monedas a la cara de un semejante, se calificaron unos a otros de mentirosos, de espurios, de tres veces putos, de armarse los putazos, de borrachos vespertinos, de lesbianismo confesado, afuera te espero para partirnos la madre, buitres y vendidos. En el mismo lodo todos revolcados. Cuarenta millones de muertos de hambre los contemplaban.
El más largo debate de los últimos años en una cámara vacía de preocupaciones. Locos por el micrófono, delirantes de la foto, incapaces de elevar su pensamiento a la altura de las angustias sociales, los padres y madres conscriptos creyeron que por una vez en sus vidas estaban a la altura del arte. No los culpo, no dan para más. Si algo debe reconocérseles es la franqueza.
Alguien debía poner orden, pero al mariachi le falta la trompeta. El presidente Felipe Calderón tampoco perdió esta oportunidad de opinar y declaró su repudio a quienes “en lugar de debatir insultan, ofenden y denigran la política”. Muy oportuno, muy acertado pero, también muy débil por sus recientes declaraciones sobre el matrimonio de homosexuales (“la Constitución define específicamente el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer”. Falso.) y sobre los jóvenes asesinados en Ciudad Juárez a quienes calificó de pandilleros. Hay algo que se llama desgaste y afecta a la credibilidad. Nos estamos quedando sin voces, para no hablar de figuras.
Al día siguiente del campeonato de tonterías los participantes sufrían una cruda moral más intensa que la alcohólica. Don Fernando Gómez Mont, por ejemplo, rechazó someterse al detector de mentiras porque “…a mí nadie me ha imputado que mienta” y se aferró a su investidura” de Testigo de honor. Es el secretario de Gobernación. El señor César Nava, mentiroso confeso, admitió su error al “firmar un convenio para no hacer alianzas en el estado de México a cambio de aprobar la Ley de Ingresos 2010”. Es el presidente del PAN. El señor Óscar Levín se quedó corto por su característica modestia: “Ayer tuve una mala tarde, dije una tontería… soy un liberal… me ofrezco como gestor (de los gays)…” y alcanzó niveles socráticos al sentenciar: “Debemos cuidar un poco más el nivel del Congreso”. Es veterano del PRI a quien el pueblo ha obligado a saltar de una cámara a otra. Eduardo Robles explicó que arrojó monedas por “el desborde de una pasión”. Es diputado del PAN. Y la señora Pérez de Tejada sostuvo su acusación de uxoricida a Peña Nieto. Es una dama.
Esta es la cámara que apoya la reelección de los diputados, es decir, de sí mismos. La que rechaza (PRI) las candidaturas ciudadanas, es decir, fuera de su monopolio. La que se prepara al gran combate patriótico para dotarnos de un programa de reforma política “que aspira a transparentar la actividad de los partidos”. En manos de ellos estamos.
No del todo. La exhibición parlamentaria tuvo un aspecto positivo. Nos recordó que no podemos dejarlos solos. Eso que llaman la sociedad civil, usted y yo, ciudadanos sin partido, debe participar en foros populares o académicos, usar las tribunas posibles, ejercer la libertad de opinar, presionar en todos los niveles para que no estampen en la ley el sello soez que usaron en la sesión ordinaria (ordinaria, sí) del miércoles.
El estilo va a corresponder al fondo si no hacemos algo ahora. La ley esperada y necesaria no puede ser a su imagen y semejanza. Eso debemos impedirlo.
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