Francisco Rodríguez
PERIÓDICAMENTE, DESDE LOS Pinos y a través de diversos representantes de los poderes fácticos, se echan a andar campañas de desprestigio al Poder Legislativo que abonan sobre el de que, de suyo, ya cargan los integrantes del Congreso. Ahora mismo, en una maniobra que recuerda a la que en 2003 desató el sindicato de patrones afiliados a la Coparmex –uno de los pilares del PAN--, en Facebook se ha lanzado una cruzada para que los ciudadanos "adopten a un diputado”, o a un senador, para dar seguimiento a sus actividades de todo tipo.
La iniciativa no es mala. Involucra a la sociedad con sus representantes. Obliga a éstos a la rendición de cuentas. Impulsa la politización –que no la partidización-- de la población, ahora dividida en cuando menos dos bandos.
Pero también se presta a que personajes controvertidos, como Alejandro Martí, se monten en la ola ciudadana para obtener –cual ya lo ha hecho-- prebendas personales. Martí es en el 2010, lo que el entonces presidente de la Coparmex José Luis Barraza –ahora cuestionado “propietario” de AeroMéxico— fue en el 2003 y, sobre todo, en el 2006, cuando volvió a ser instrumento de los poderes fácticos y acuñó aquella frase del supuesto “peligro para México”.
Hoy Martí, de acuerdo a Ciro Gómez Leyva, va contra el Legislativo, defendiendo la cuestionada iniciativa de reforma política del Ejecutivo: Tenemos un sistema político que no conduce a nada, que nos tiene en el estancamiento en todas las cosas sustantivas”. “Es un sistema político que genera impunidad”. “¡Ya estamos hartos de ellos!”. “La partidocracia nos tiene enfermos”. “Si a alguien se le ocurre una buena idea para mejorar al país, lo boicotean de inmediato”. “No hay nadie en México que diga ‘qué maquinaria gubernamental tenemos, qué legisladores tan ligados a la ciudadanía’”. “Aquí parece que cambiar a la modernidad es un crimen”. “Son políticos que secuestran las decisiones”.
Bien que la sociedad, reitero, vigile a los diputados y senadores. Pudiera decir, también, que hasta no está mal que lo hagan los interesados voceros –cual lo es Martí-- de los multicitados poderes fácticos –empresariales, clericales, mediáticos, extranjeros.
Pero ya que estamos encarrerados en la adopción de políticos, ¿dónde está la propuesta para adoptar al ocupante de Los Pinos, Felipe Calderón?
¿Dónde está, aquí en México, el seguidor o seguidora de la cantante Madonna, quien en 2007 adoptó al Presidente de Malawi –le habían puesto objeciones a que lo hiciera con un infante--, ante lo cual un tribunal de aquella nación no sólo la autorizó, incluso la felicitó porque, con ello, “puede contribuir grandemente a la mejora general de las condiciones de vida no sólo de nuestro presidente, sino de todos los habitantes del país”.
¿Quién adopta a Calderón?
¿Quién le da seguimiento a sus actividades?
Bien, repito, que se dé seguimiento a los congresistas. Pero el nuestro no es un sistema parlamentario, sino eminentemente presidencialista –exacerbado por el señor Calderón--, por lo que a quien había que seguir y hasta perseguir es al ocupante de Los Pinos.
Sus decisiones –equívocas, las más de las veces--, son las que han llevado al país a la peor de las situaciones que aquí hemos vivido en décadas: las económicas, que nos arrastraron a ser el cabús de la materia en toda América Latina, Haití incluido… las sanitarias, que dieron el tiro de gracia a su errática conducción de los asuntos mercantiles… las políticas, que han polarizado todavía más a la sociedad… y un largo etcétera, en prácticamente todos los demás rubros, como el incremento de la corrupción, la protección a los intereses creados, la superposición del alto clero católico en la vida pública del país…
Hay quien hay que adoptar es a Calderón.
¿Quién se atreve?
Índice Flamígero: Divertidísimos los debates --¿o vodeviles?— de priístas y panistas en San Lázaro. Lo rescatable es la confesión de César Augusto Santiago de que en 2006 los tricolores acordaron con el PAN el ascenso de Calderón a “La Silla”. El voto les valió… queso. Más interesante, todavía, que el diputado chiapaneco –hoy metido a impulsor de la candidatura oaxaqueña de Eviel Pérez-- haya anunciado que en mes y medio dará a la luz pública los detalles del acuerdo de hace tres años. ¿Qué pactaron los priístas con Calderón? Será interesante conocerlo, a menos que Santiago se eche para atrás, cual ha sucedido en otras ocasiones. Por lo pronto ya oficializó lo que muchos sabíamos: que Calderón recibió un empujón por parte del PRI para trepar al cargo que ocupa.
PERIÓDICAMENTE, DESDE LOS Pinos y a través de diversos representantes de los poderes fácticos, se echan a andar campañas de desprestigio al Poder Legislativo que abonan sobre el de que, de suyo, ya cargan los integrantes del Congreso. Ahora mismo, en una maniobra que recuerda a la que en 2003 desató el sindicato de patrones afiliados a la Coparmex –uno de los pilares del PAN--, en Facebook se ha lanzado una cruzada para que los ciudadanos "adopten a un diputado”, o a un senador, para dar seguimiento a sus actividades de todo tipo.
La iniciativa no es mala. Involucra a la sociedad con sus representantes. Obliga a éstos a la rendición de cuentas. Impulsa la politización –que no la partidización-- de la población, ahora dividida en cuando menos dos bandos.
Pero también se presta a que personajes controvertidos, como Alejandro Martí, se monten en la ola ciudadana para obtener –cual ya lo ha hecho-- prebendas personales. Martí es en el 2010, lo que el entonces presidente de la Coparmex José Luis Barraza –ahora cuestionado “propietario” de AeroMéxico— fue en el 2003 y, sobre todo, en el 2006, cuando volvió a ser instrumento de los poderes fácticos y acuñó aquella frase del supuesto “peligro para México”.
Hoy Martí, de acuerdo a Ciro Gómez Leyva, va contra el Legislativo, defendiendo la cuestionada iniciativa de reforma política del Ejecutivo: Tenemos un sistema político que no conduce a nada, que nos tiene en el estancamiento en todas las cosas sustantivas”. “Es un sistema político que genera impunidad”. “¡Ya estamos hartos de ellos!”. “La partidocracia nos tiene enfermos”. “Si a alguien se le ocurre una buena idea para mejorar al país, lo boicotean de inmediato”. “No hay nadie en México que diga ‘qué maquinaria gubernamental tenemos, qué legisladores tan ligados a la ciudadanía’”. “Aquí parece que cambiar a la modernidad es un crimen”. “Son políticos que secuestran las decisiones”.
Bien que la sociedad, reitero, vigile a los diputados y senadores. Pudiera decir, también, que hasta no está mal que lo hagan los interesados voceros –cual lo es Martí-- de los multicitados poderes fácticos –empresariales, clericales, mediáticos, extranjeros.
Pero ya que estamos encarrerados en la adopción de políticos, ¿dónde está la propuesta para adoptar al ocupante de Los Pinos, Felipe Calderón?
¿Dónde está, aquí en México, el seguidor o seguidora de la cantante Madonna, quien en 2007 adoptó al Presidente de Malawi –le habían puesto objeciones a que lo hiciera con un infante--, ante lo cual un tribunal de aquella nación no sólo la autorizó, incluso la felicitó porque, con ello, “puede contribuir grandemente a la mejora general de las condiciones de vida no sólo de nuestro presidente, sino de todos los habitantes del país”.
¿Quién adopta a Calderón?
¿Quién le da seguimiento a sus actividades?
Bien, repito, que se dé seguimiento a los congresistas. Pero el nuestro no es un sistema parlamentario, sino eminentemente presidencialista –exacerbado por el señor Calderón--, por lo que a quien había que seguir y hasta perseguir es al ocupante de Los Pinos.
Sus decisiones –equívocas, las más de las veces--, son las que han llevado al país a la peor de las situaciones que aquí hemos vivido en décadas: las económicas, que nos arrastraron a ser el cabús de la materia en toda América Latina, Haití incluido… las sanitarias, que dieron el tiro de gracia a su errática conducción de los asuntos mercantiles… las políticas, que han polarizado todavía más a la sociedad… y un largo etcétera, en prácticamente todos los demás rubros, como el incremento de la corrupción, la protección a los intereses creados, la superposición del alto clero católico en la vida pública del país…
Hay quien hay que adoptar es a Calderón.
¿Quién se atreve?
Índice Flamígero: Divertidísimos los debates --¿o vodeviles?— de priístas y panistas en San Lázaro. Lo rescatable es la confesión de César Augusto Santiago de que en 2006 los tricolores acordaron con el PAN el ascenso de Calderón a “La Silla”. El voto les valió… queso. Más interesante, todavía, que el diputado chiapaneco –hoy metido a impulsor de la candidatura oaxaqueña de Eviel Pérez-- haya anunciado que en mes y medio dará a la luz pública los detalles del acuerdo de hace tres años. ¿Qué pactaron los priístas con Calderón? Será interesante conocerlo, a menos que Santiago se eche para atrás, cual ha sucedido en otras ocasiones. Por lo pronto ya oficializó lo que muchos sabíamos: que Calderón recibió un empujón por parte del PRI para trepar al cargo que ocupa.
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