Pifias imperiales

John Saxe-Fernández

Horas antes de su reunión con la secretaria de Estado de EU, Hillary Clinton, con motivo de su reciente gira en América Latina, el presidente Lula y Celso Amorín, el canciller de Brasil, explicitaron ante los medios su convicción sobre la imprudencia que acarrea “…empujar a Irán contra la pared. Lo prudente es establecer negociaciones”. Expresión de una diplomacia preventiva (y precavida) es otro indicio de cambios en la ecuación mundial y hemisférica de poder que ocurre en medio de una crisis económico-financiera y estratégica de gran magnitud y cuyo manejo exige serenidad y apego a la normatividad internacional vigente.

En buena medida Lula e Itamaratí amortiguaron la intensa campaña diplo-militar y económico-financiera de Estados Unidos en América Latina y el mundo para promover otra ronda de sanciones contra Irán. Parte de un vasto y riesgoso esquema de desestabilización, encaminado a un "cambio de régimen" en Irán, es una beligerancia persistente desde el triunfo de la revolución iraní en 1979, con enorme potencial para inflamar Oriente Medio y más allá.

Otra muestra ominosa de la imprudencia imperial la protagonizó la semana anterior el Grupo de Acción Financiera (Gafi), instancia intergubernamental creada en 1989 y dedicada a combatir el lavado de dinero y la financiación de grupos terroristas, cuando ubicó a Ecuador "en situación de riesgo" por "deficiencias estratégicas" y supuestas "debilidades en la lucha contra el lavado de activos y financiación al terrorismo".

Arbitrariedad ante la que el canciller Ricardo Patiño replicó que su país había dado todas las muestras y hecho “todo lo que corresponde…para combatir el narcotráfico, el lavado de activos, el lavado de dinero de negocios ilícitos y, por supuesto, entre ellos, la financiación al terrorismo”. No sólo fue, dijo Patiño, un "gravísimo error y una ofensa a la dignidad y soberanía", sino también, a decir del presidente Correa, una decisión vinculada a la relación que su país tiene con Irán que data de 1973 y que se mantiene con "todas las precauciones que se haya que tomar en los temas financieros". Cuando se pidió explicación al FMI por su inacción ante ese agravio, argumentó con arrogancia y cara dura, que obedecía ¡al "no sometimiento" ecuatoriano a sus lineamientos !

La bancarrota de la diplomacia de Estados Unidos es patente: investigaciones de su Oficina Auditora General (GAO) muestran que entre 2003 y 2008 las 29 firmas del Pentágono con contratos mayores a mil millones de dólares aumentaron 26 por ciento la creación y uso de subsidiarias en paraísos fiscales (Islas Gran Caimán, Bahamas, Suiza, Antillas Holandesas, Bermuda, Luxemburgo, etcétera) para evadir impuestos, precarizar a los trabajadores de Estados Unidos y evitar el pago de seguro médico.

"Es altamente llamativo", dice un análisis político, "que estos grandes refugios globales para esconder la riqueza corporativa de la oficina de recaudación de impuestos, también hayan sido identificados por cuerpos policiales y otros investigadores, como puntos clave para el lavado de dinero en el comercio internacional de drogas". Según el informe GAO-10-327 en 2008 esos contratistas mantenían casi mil 200 subsidiarias en paraísos fiscales, sin que la Casa Blanca, el FMI o el Gafi digan ni pío, aunque el entonces senador Obama estaba bien enterado al respecto.

Dada la estrecha relación comprobada entre las operaciones encubiertas de la CIA, el tráfico de armas y de drogas, las actividades subversivas de la llamada "comunidad de inteligencia" y las actividades –y ganancias– de esos contratistas (bélico-industriales y de servicios de seguridad), es torpe embestir a Quito y otros miembros de ALBA con acusaciones infundadas: es pifia mayor, ante el escrutinio legislativo y de agencias como Interpol, lanzar esta ofensiva de cara al informe de GAO, circulado en enero de 2010, que apunta a un escándalo como el operativo Irán-contras para derrocar al sandinismo, pero ahora a la décima potencia.

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