Guadalupe Cruz Jaimes (CIMAC)
Con la crisis económica internacional, las naciones afectadas pasarán del deterioro de las condiciones de vida de la población más vulnerable, a la exclusión de lo mínimamente necesario para vivir. Esta circunstancia afectará sobre todo a las madres solteras, a las mujeres mayores de 65 años que carecen de una pensión, y a las que se ocupan en trabajos sin garantías sociales como las empleadas del hogar.
Así lo refirió a Cimacnoticias Amaia Pérez Orozco, doctora en Economía por la Universidad Complutense de Madrid, España, e investigadora asociada al Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación de las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer (UN-INSTRAW)
Entrevistada al término del seminario internacional “La economía feminista como un derecho”, convocado aquí por organismos defensores de Derechos Humanos y sindicales, la investigadora explicó que ello se debe, a que no ha habido una respuesta del Estado, ni de las redes sociales, por lo que “cada vez más la gente se las tiene que arreglar frente a las complicaciones del mercado laboral”.
-¿Cuál ha sido el impacto de la crisis económica en el empleo y en la calidad de vida de las mujeres?
-El problema es que no sólo se trata del colapso financiero de ahora sino que es una crisis económica de antes y que va a continuar aunque se recupere este colapso.
El impacto es directo a las condiciones de vida, sobre todo para quienes están en posiciones más vulnerables en el mercado de trabajo y sobre las mujeres será superior.
En países como España, el desempleo no afecta más a las mujeres, porque el sector más golpeado ha sido el de la construcción, y ellas están principalmente en los servicios. Sin embargo, en este último las condiciones laborales se degradan mucho más.
Además la afectación puede no ser a corto sino a largo plazo, porque el impacto donde están las mujeres no es tan inmediato sino que va a venir con el tiempo.
Las consecuencias de la crisis más que mirarse en el empleo de las mujeres o de los hombres debe centrarse en los hogares y en cómo van a reaccionar ante una pérdida de salarios y de prestaciones sociales.
-Desde los hogares ¿qué papel están jugando las mujeres frente a la recesión?
-En esta crisis como en otras anteriores, quienes reaccionan más son las mujeres, es decir, que si ahora se necesitan más ingresos se multiplican los trabajos, tanto formales como informales. Y se sustituyen cosas en el hogar que se compraban, por trabajo no remunerado.
Lo que vamos a ver son tres impactos importantes que observamos más desde la visión feminista: un proceso precarización de la vida, no sólo de precariedad en el mercado laboral sino en las condiciones de vida.
De la precariedad a la exclusión
Y es que si antes de la recesión, las personas no tenían control sobre cómo iban a vivir mañana porque todo dependía de lo que ocurriera en el mercado laboral, que está fuera de su control y que no les daba estabilidad, ahora las cosas empeoran todavía más.
Antes de esta crisis había una fina línea entre precariedad y exclusión, lo que vamos a ver ahora el paso de la precariedad a la exclusión, que afecta sobre todo a madres solas, empleadas de hogar, a mujeres mayores de 65 años de edad que no tienen una pensión contributiva, ni redes familiares.
En un momento de crisis no está habiendo una respuesta del Estado, ni de redes sociales, cada vez más la gente se las tiene que arreglar sola frente a las complicaciones del mercado laboral, en el que no tienen posibilidades de encontrar soluciones económicas.
Esta circunstancia refuerza el incremento de exclusión y de vulnerabilidad que tiene que ver con esa ausencia del Estado y de redes y con el nexo cada vez más individual de tu calidad de vida en función de tus capacidades de inserción en el mercado.
-¿Un aumento en la economía informal?
-Sí, este es un fenómeno enorme que no se da sólo en América Latina. En España la economía sumergida representa más de un tercio del Producto Interno Bruto. El crecimiento de ésta ocurre porque la crisis implica pérdida del trabajo formal, del contrato, y esta población se va a esta economía.
Entonces la recesión trae consigo: economía sumergida, multiplicación de los trabajos no remunerados y un proceso en general de intensificación y flexibilización de los trabajos de las mujeres, porque las que reaccionan frente a los momentos de crisis son las mujeres, no los hombres.
Si ellos pierden un empleo en el mercado se quedan sin saber que hacer, en cambio, a las mujeres se les ocurren mil cosas para poder generar condiciones de vida mínimamente aceptables, dentro de lo que cabe.
-Organismos internacionales han señalado que con la crisis las mujeres jóvenes serán las más afectadas para conservar o conseguir un empleo ¿qué opinión le merece?
-Si se tiene que destruir empleo, pues el primero que se va a destruir es el que sale más barato y ese va a ser el empleo precario, temporal, con ‘contratos basura’, los cuales están mayoritariamente ocupados por mujeres y jóvenes en general, pues son quienes se han insertado en el mercado a cambio de insertarse en condiciones de discriminación.
El problema es que ante esto se dice: para que no se destruya más el empleo de mujeres y jóvenes vamos a abaratar el despido de todo el mundo, lo que se da es una igualación a la baja.
No se trata sólo de que quienes ya están en situación precaria lo vayan a sufrir primero, sino de que se va a generalizar más la precariedad y la economía sumergida.
-Ante esta situación ¿cuál debiera ser la respuesta del Estado?
-Considero que la respuesta del Estado requiere que detrás venga una fuerza social grande, pues por ahora lo único que tiene fuerza son los capitales especulativos transnacionales y son los que están imponiendo su lógica y su forma de funcionamiento en la mayoría de los países en crisis, en vez de que la población en general esté imponiendo las condiciones de vida y la reproducción como prioridad social.
El Estado debería replantearse el sistema capitalista de principio a fin, pero eso parece ser mucho pedir, por lo que de momento al menos tendría que creerse que el Estado es un agente crucial en la defensa de las condiciones de vida de la población y por lo tanto negarse rotundo a precarizar más el mercado laboral y degradar prestaciones sociales.
Y en consecuencia debe asumir más responsabilidades, por un lado, poner límites al funcionamiento libre de las empresas y sobre todo del capital financiero, regular los mercados financieros es clave.
Además de desempeñar un papel de generador de empleo y de actividad económica tradicional con gasto público, asumiendo una gran parte de responsabilidad de la reproducción social.
Me parece que es el momento justo en el que el Estado empiece a asumir más responsabilidades en los cuidados en vez de deshacerse de ellas, por tanto debe invertir más ingresos en gasto social en salud, educación, en servicios de cuidados.
Contrario a lo que estamos viviendo, necesitamos una reforma fiscal progresiva, que signifique más impuestos a quien más tiene y al capital, porque no es posible cobrar lo mismo a una microempresa y a un grandísimo empresario.
Con la crisis económica internacional, las naciones afectadas pasarán del deterioro de las condiciones de vida de la población más vulnerable, a la exclusión de lo mínimamente necesario para vivir. Esta circunstancia afectará sobre todo a las madres solteras, a las mujeres mayores de 65 años que carecen de una pensión, y a las que se ocupan en trabajos sin garantías sociales como las empleadas del hogar.
Así lo refirió a Cimacnoticias Amaia Pérez Orozco, doctora en Economía por la Universidad Complutense de Madrid, España, e investigadora asociada al Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación de las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer (UN-INSTRAW)
Entrevistada al término del seminario internacional “La economía feminista como un derecho”, convocado aquí por organismos defensores de Derechos Humanos y sindicales, la investigadora explicó que ello se debe, a que no ha habido una respuesta del Estado, ni de las redes sociales, por lo que “cada vez más la gente se las tiene que arreglar frente a las complicaciones del mercado laboral”.
-¿Cuál ha sido el impacto de la crisis económica en el empleo y en la calidad de vida de las mujeres?
-El problema es que no sólo se trata del colapso financiero de ahora sino que es una crisis económica de antes y que va a continuar aunque se recupere este colapso.
El impacto es directo a las condiciones de vida, sobre todo para quienes están en posiciones más vulnerables en el mercado de trabajo y sobre las mujeres será superior.
En países como España, el desempleo no afecta más a las mujeres, porque el sector más golpeado ha sido el de la construcción, y ellas están principalmente en los servicios. Sin embargo, en este último las condiciones laborales se degradan mucho más.
Además la afectación puede no ser a corto sino a largo plazo, porque el impacto donde están las mujeres no es tan inmediato sino que va a venir con el tiempo.
Las consecuencias de la crisis más que mirarse en el empleo de las mujeres o de los hombres debe centrarse en los hogares y en cómo van a reaccionar ante una pérdida de salarios y de prestaciones sociales.
-Desde los hogares ¿qué papel están jugando las mujeres frente a la recesión?
-En esta crisis como en otras anteriores, quienes reaccionan más son las mujeres, es decir, que si ahora se necesitan más ingresos se multiplican los trabajos, tanto formales como informales. Y se sustituyen cosas en el hogar que se compraban, por trabajo no remunerado.
Lo que vamos a ver son tres impactos importantes que observamos más desde la visión feminista: un proceso precarización de la vida, no sólo de precariedad en el mercado laboral sino en las condiciones de vida.
De la precariedad a la exclusión
Y es que si antes de la recesión, las personas no tenían control sobre cómo iban a vivir mañana porque todo dependía de lo que ocurriera en el mercado laboral, que está fuera de su control y que no les daba estabilidad, ahora las cosas empeoran todavía más.
Antes de esta crisis había una fina línea entre precariedad y exclusión, lo que vamos a ver ahora el paso de la precariedad a la exclusión, que afecta sobre todo a madres solas, empleadas de hogar, a mujeres mayores de 65 años de edad que no tienen una pensión contributiva, ni redes familiares.
En un momento de crisis no está habiendo una respuesta del Estado, ni de redes sociales, cada vez más la gente se las tiene que arreglar sola frente a las complicaciones del mercado laboral, en el que no tienen posibilidades de encontrar soluciones económicas.
Esta circunstancia refuerza el incremento de exclusión y de vulnerabilidad que tiene que ver con esa ausencia del Estado y de redes y con el nexo cada vez más individual de tu calidad de vida en función de tus capacidades de inserción en el mercado.
-¿Un aumento en la economía informal?
-Sí, este es un fenómeno enorme que no se da sólo en América Latina. En España la economía sumergida representa más de un tercio del Producto Interno Bruto. El crecimiento de ésta ocurre porque la crisis implica pérdida del trabajo formal, del contrato, y esta población se va a esta economía.
Entonces la recesión trae consigo: economía sumergida, multiplicación de los trabajos no remunerados y un proceso en general de intensificación y flexibilización de los trabajos de las mujeres, porque las que reaccionan frente a los momentos de crisis son las mujeres, no los hombres.
Si ellos pierden un empleo en el mercado se quedan sin saber que hacer, en cambio, a las mujeres se les ocurren mil cosas para poder generar condiciones de vida mínimamente aceptables, dentro de lo que cabe.
-Organismos internacionales han señalado que con la crisis las mujeres jóvenes serán las más afectadas para conservar o conseguir un empleo ¿qué opinión le merece?
-Si se tiene que destruir empleo, pues el primero que se va a destruir es el que sale más barato y ese va a ser el empleo precario, temporal, con ‘contratos basura’, los cuales están mayoritariamente ocupados por mujeres y jóvenes en general, pues son quienes se han insertado en el mercado a cambio de insertarse en condiciones de discriminación.
El problema es que ante esto se dice: para que no se destruya más el empleo de mujeres y jóvenes vamos a abaratar el despido de todo el mundo, lo que se da es una igualación a la baja.
No se trata sólo de que quienes ya están en situación precaria lo vayan a sufrir primero, sino de que se va a generalizar más la precariedad y la economía sumergida.
-Ante esta situación ¿cuál debiera ser la respuesta del Estado?
-Considero que la respuesta del Estado requiere que detrás venga una fuerza social grande, pues por ahora lo único que tiene fuerza son los capitales especulativos transnacionales y son los que están imponiendo su lógica y su forma de funcionamiento en la mayoría de los países en crisis, en vez de que la población en general esté imponiendo las condiciones de vida y la reproducción como prioridad social.
El Estado debería replantearse el sistema capitalista de principio a fin, pero eso parece ser mucho pedir, por lo que de momento al menos tendría que creerse que el Estado es un agente crucial en la defensa de las condiciones de vida de la población y por lo tanto negarse rotundo a precarizar más el mercado laboral y degradar prestaciones sociales.
Y en consecuencia debe asumir más responsabilidades, por un lado, poner límites al funcionamiento libre de las empresas y sobre todo del capital financiero, regular los mercados financieros es clave.
Además de desempeñar un papel de generador de empleo y de actividad económica tradicional con gasto público, asumiendo una gran parte de responsabilidad de la reproducción social.
Me parece que es el momento justo en el que el Estado empiece a asumir más responsabilidades en los cuidados en vez de deshacerse de ellas, por tanto debe invertir más ingresos en gasto social en salud, educación, en servicios de cuidados.
Contrario a lo que estamos viviendo, necesitamos una reforma fiscal progresiva, que signifique más impuestos a quien más tiene y al capital, porque no es posible cobrar lo mismo a una microempresa y a un grandísimo empresario.
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