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Los muralistas produjeron el mayor arte público popular revolucionario del siglo XX, y su influencia ha perdurado en toda América Latina y, alrededor de los años treinta, en Europa y los Estados Unidos.
El muralismo mexicano no era solamente un compromiso de los artistas con los problemas sociales y políticos de la realidad mexicana, ni la adopción de un estilo “realista socialista”, sino brindar un arte alejado de las elites, de la especulación, de los problemas museográficos, en resumen, un arte para el pueblo. En este arte, así como en la llamada Escuela Mexicana de Pintura y en la obra del Taller De la Gráfica Popular, aparece una tendencia al indigenismo y al realismo social. En aquellos años también hicieron su aparición en nuestro país las vanguardias europeas, sin embargo, cada uno de los artistas mexicanos imprimió su sello personal a esta búsqueda de un arte nacional.
Al llegar Alvaro Obregón a la presidencia en 1921, se reinstaló la desaparecida Secretaría de Educación Pública con José Vasconcelos como rector de la universidad. El muralismo nació gracias a la política del filósofo y escritor Vasconcelos quien, como ministro de Educación y presidente de la Universidad, decidió dotar a los artistas de grandes muros en los edificios gubernamentales para que pintaran la epopeya histórica y social del pueblo mexicano, haciendo énfasis en sus raíces comunes, para de esta manera --y esto era una política del presidente en turno, Alvaro Obregón--, crear una identidad nacional fuerte y dar por terminada la etapa armada de la Revolución Mexicana.
Vasconcelos había elaborado un plan de “salvación y regeneración de México por medio de la cultura”, esta idea era representada en la palabra “Espíritu”, por lo que instituyó el lema que la Universidad Autónoma de México lleva hasta hoy. Con Vasconcelos nace la Escuela Mexicana de Pintura, que en su primera fase crea el Muralismo Mexicano. Aunque estos artistas proclamaban la concientización de las masas, la defensa de sus derechos y otras ideas de corte marxista, cada pintor fue buscando su camino propio. Al principio de los años treinta era indispensable pertenecer al Partido Comunista Mexicano si se pretendía obtener comisiones para realización de murales o participar en exposiciones de importancia,
Sin embargo, puede concederse también el mérito de ideólogo del muralismo a Gerardo Murillo, el Dr. Atl, quien ya desde 1914 expresaba: “Los arquitectos, pintores y escultores no deben trabajar pensando en una exposición o en un título, sino en hacer o decorar un edificio”.
Aunque en justicia puede decirse que la tradición del muralismo puede extenderse hasta la época prehispánica.
El ideario del muralismo buscaba erradicar el arte burgués, o sea, la pintura de caballete, para buscar la tradición india, ensalzar la historia patria desde la perspectiva de los indígenas y los proletarios, hacer realidad un arte socialista y nacionalista, “un arte luchadoramente educativo para todos”. Sin embargo, todos los pintores mexicanos, así como los muralistas más radicales siguieron practicando la pintura de caballete en las siguientes etapas de la Escuela Mexicana de Pintura.
Los primeros murales del Dr. Atl, Roberto Montenegro y Diego Rivera presentan un estilo alegórico, dulzón, muy al gusto de Vasconcelos. David Alfaro Siqueiros reacciona ante esto, llevando a los murales su estilo dinámico, mucho más impactante y acorde a los tiempos. Esto desató la creatividad de los otros artistas. Y aunque siguen siendo considerados los tres grandes del muralismo Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, existen excelentes trabajos de Jean Charlot, Fernando Leal, Ramón Alva de la Canal, Fermín Revueltas, etc. La primera fase del muralismo termina cuando dimite José Vasconcelos en 1924. Los muralistas, algunos enfrentados entre sí por diferencias de opinión en cuanto a temas políticos y estéticos, emigran a diferentes lugares, donde continúan sus obras murales y, a pesar de declararse en contra de ello, su vastísima obra de caballete. Y no solamente los muralistas realizaron una significativa obra en lienzo, sino otros muchos artistas que conformarían la Escuela Mexicana de Pintura.
Mientras en Europa las revistas que editaban los representantes de las diferentes vanguardias se circunscribían en general a asuntos estéticos y artísticos, las publicaciones mexicanas como El Machete o Actual, manifestaban una lucha artística y política a la vez, ya que la primera era la voz gráfica del Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores, integrado a fines de 1922 bajo el liderazgo de Siqueiros, pero que publicó su primer número hacia 1924, poco antes de que José Vasconcelos abandonara su puesto a instancias de Plutarco Elías Calles. Ya para entonces el muralismo había desarrollado su propia dinámica: Ya estaban decoradas grandes extensiones de muros públicos con la vasta epopeya del pasado y el presente mexicanos. Pintaron pirámides, imágenes de códices, alegorías de la vida prehispánica, serpientes emplumadas y otras representaciones de los dioses indígenas, caballeros tigre, el suplicio de Cuauhtémoc, los avatares de la conquista, el Grito de Hidalgo, las hazañas de los héroes, y todo esto desembocaba en una toma de consciencia del pasado en un presente revolucionario que llevaría a un futuro utópico a través de la fuerza de las máquinas, de las teorías del materialismo dialéctico en el más puro estilo marxista, hasta hacer realidad una sociedad sin clases, de fusión de las distintos rostros del México actual. Sin embargo, la fuerza del muralismo, que indudablemente representó y sigue siendo una muy relevante manifestación del arte mexicano a nivel universal.
Los muralistas produjeron el mayor arte público popular revolucionario del siglo XX, y su influencia ha perdurado en toda América Latina y, alrededor de los años treinta, en Europa y los Estados Unidos.
El muralismo mexicano no era solamente un compromiso de los artistas con los problemas sociales y políticos de la realidad mexicana, ni la adopción de un estilo “realista socialista”, sino brindar un arte alejado de las elites, de la especulación, de los problemas museográficos, en resumen, un arte para el pueblo. En este arte, así como en la llamada Escuela Mexicana de Pintura y en la obra del Taller De la Gráfica Popular, aparece una tendencia al indigenismo y al realismo social. En aquellos años también hicieron su aparición en nuestro país las vanguardias europeas, sin embargo, cada uno de los artistas mexicanos imprimió su sello personal a esta búsqueda de un arte nacional.
Al llegar Alvaro Obregón a la presidencia en 1921, se reinstaló la desaparecida Secretaría de Educación Pública con José Vasconcelos como rector de la universidad. El muralismo nació gracias a la política del filósofo y escritor Vasconcelos quien, como ministro de Educación y presidente de la Universidad, decidió dotar a los artistas de grandes muros en los edificios gubernamentales para que pintaran la epopeya histórica y social del pueblo mexicano, haciendo énfasis en sus raíces comunes, para de esta manera --y esto era una política del presidente en turno, Alvaro Obregón--, crear una identidad nacional fuerte y dar por terminada la etapa armada de la Revolución Mexicana.
Vasconcelos había elaborado un plan de “salvación y regeneración de México por medio de la cultura”, esta idea era representada en la palabra “Espíritu”, por lo que instituyó el lema que la Universidad Autónoma de México lleva hasta hoy. Con Vasconcelos nace la Escuela Mexicana de Pintura, que en su primera fase crea el Muralismo Mexicano. Aunque estos artistas proclamaban la concientización de las masas, la defensa de sus derechos y otras ideas de corte marxista, cada pintor fue buscando su camino propio. Al principio de los años treinta era indispensable pertenecer al Partido Comunista Mexicano si se pretendía obtener comisiones para realización de murales o participar en exposiciones de importancia,
Sin embargo, puede concederse también el mérito de ideólogo del muralismo a Gerardo Murillo, el Dr. Atl, quien ya desde 1914 expresaba: “Los arquitectos, pintores y escultores no deben trabajar pensando en una exposición o en un título, sino en hacer o decorar un edificio”.
Aunque en justicia puede decirse que la tradición del muralismo puede extenderse hasta la época prehispánica.
El ideario del muralismo buscaba erradicar el arte burgués, o sea, la pintura de caballete, para buscar la tradición india, ensalzar la historia patria desde la perspectiva de los indígenas y los proletarios, hacer realidad un arte socialista y nacionalista, “un arte luchadoramente educativo para todos”. Sin embargo, todos los pintores mexicanos, así como los muralistas más radicales siguieron practicando la pintura de caballete en las siguientes etapas de la Escuela Mexicana de Pintura.
Los primeros murales del Dr. Atl, Roberto Montenegro y Diego Rivera presentan un estilo alegórico, dulzón, muy al gusto de Vasconcelos. David Alfaro Siqueiros reacciona ante esto, llevando a los murales su estilo dinámico, mucho más impactante y acorde a los tiempos. Esto desató la creatividad de los otros artistas. Y aunque siguen siendo considerados los tres grandes del muralismo Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, existen excelentes trabajos de Jean Charlot, Fernando Leal, Ramón Alva de la Canal, Fermín Revueltas, etc. La primera fase del muralismo termina cuando dimite José Vasconcelos en 1924. Los muralistas, algunos enfrentados entre sí por diferencias de opinión en cuanto a temas políticos y estéticos, emigran a diferentes lugares, donde continúan sus obras murales y, a pesar de declararse en contra de ello, su vastísima obra de caballete. Y no solamente los muralistas realizaron una significativa obra en lienzo, sino otros muchos artistas que conformarían la Escuela Mexicana de Pintura.
Mientras en Europa las revistas que editaban los representantes de las diferentes vanguardias se circunscribían en general a asuntos estéticos y artísticos, las publicaciones mexicanas como El Machete o Actual, manifestaban una lucha artística y política a la vez, ya que la primera era la voz gráfica del Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores, integrado a fines de 1922 bajo el liderazgo de Siqueiros, pero que publicó su primer número hacia 1924, poco antes de que José Vasconcelos abandonara su puesto a instancias de Plutarco Elías Calles. Ya para entonces el muralismo había desarrollado su propia dinámica: Ya estaban decoradas grandes extensiones de muros públicos con la vasta epopeya del pasado y el presente mexicanos. Pintaron pirámides, imágenes de códices, alegorías de la vida prehispánica, serpientes emplumadas y otras representaciones de los dioses indígenas, caballeros tigre, el suplicio de Cuauhtémoc, los avatares de la conquista, el Grito de Hidalgo, las hazañas de los héroes, y todo esto desembocaba en una toma de consciencia del pasado en un presente revolucionario que llevaría a un futuro utópico a través de la fuerza de las máquinas, de las teorías del materialismo dialéctico en el más puro estilo marxista, hasta hacer realidad una sociedad sin clases, de fusión de las distintos rostros del México actual. Sin embargo, la fuerza del muralismo, que indudablemente representó y sigue siendo una muy relevante manifestación del arte mexicano a nivel universal.
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