Francisco Rodríguez
HE SUBESTIMADO AL señor Felipe Calderón. He perdido tiempo personal y muy valiosos espacios periodísticos, bordando en torno a las zarandajas, necedades y fruslerías que cada vez más frecuentemente son la tónica de sus discursos públicos.
Hoy caigo en cuenta que no puede haber tanta lenidad en sus palabras… sin un objetivo político.
Lo hacía Vicente Fox en su momento. Hablaba de “lavadoras de dos patas” o de que nuestros migrantes en Estados Unidos hacían el trabajo que “no querían los negros”, calzaba botas vaqueras de charol y confundía el nombre del escritor universal que fuera Jorge Luis Borges, para que nos distrajéramos con sus estupideces y no atendiéramos sus enormes corruptelas.
Es esta una estrategia comunicacional, ahora lo veo, que les funciona a los encumbrados panistas.
La semana anterior, por ejemplo, se prestaba a servir como marco para analizar a profundidad las razones por las que el gobierno de Barack Obama finalmente se decidió a poner orden en el accionar del gabinete calderonista y en el gabinete mismo.
También para volver a discutir el papel que nuestras Fuerzas Armadas están desempeñando en la muy evidentemente fallida guerra en contra del narcotráfico, cobrando cada vez más víctimas civiles, como ahora fueron los estudiantes del Tecnológico de Monterrey cuyos cuerpos presentaron huellas de tortura y mutilación, y el presunto narcomenudista capturado por efectivos de la Marina, que apareciera ejecutado y también martirizado pocas horas después.
Pero muy hábilmente, debo reconocerlo, Calderón distrajo la atención del respetable con un discurso inusual --platicadito y, dicen algunos, muy bien entonadito-- sobre “ridículas minorías” que tienen en jaque a su fallida Administración.
Punto culminante de la maniobra de distracción fue una segunda intervención oratoria en la que, de nueva cuenta, exhortó a que los mexicanos hablen bien de México.
Y el análisis sobre el qué vinieron a hacer aquí Hillary Clinton y todo el equipo pesado del gobierno estadounidense se volvió a relegar.
Ahí tiene usted, por ejemplo, a los legisladores que, cada vez más, ya sólo son opinadores del discurso presidencial.
El priísta Carlos Jiménez Macías: "La imagen de México no puede cambiar, no es un asunto de que se hable mal de México, es que las cosas van mal en México. No se puede tapar el sol con un dedo, el tema de la inseguridad es terrible, el combate al narcotráfico no ha tenido los resultados que se ofrecieron…".
El también tricolor Adolfo Toledo: “"No es tanto llamar tanto a no hablar, yo le llamaría a él a actuar y a asumir su responsabilidad, no es tanto un llamado a no hablar, lo que se ve no se juzga, se debe actuar para dar seguridad, certeza en materia de empleo, eso es lo más importante y lo más fundamental".
El perredista Silvano Aureoles: “Percibo en el señalamiento de Calderón un poco de desesperación, aunque coincido en que los mexicanos deben evitar de criticar al país fuera de México”.
Helos ahí. Prestos a declarar ante los micrófonos cuanta zarandaja sale de la boca de Calderón… con lo que dejan a un lado los temas importantes y verdaderamente trascendentes.
Debo quitarme el (imaginario) sombrero ante el ocupante de Los Pinos.
Es todo un estratega. Experto en maniobras de diversión.
Debo forzarme a creer en eso, porque de otra suerte ganará en mí esa otra vocecita interior que me dice que, en realidad, estamos frente a un caso ya perdido. El caso del señor Calderón hablando estupideces un día sí, y el otro también.
Índice Flamígero: Un lector del Índice que firma como Luis Enrique me hace llegar un largo comentario del que destaco su inconformidad a que “se haga un ataque mediático del Sr. Calderón, creo que para hablar como se habla de él y para criticarlo como lo critican todos y echarle la culpa de todo lo que sucede en el país a él únicamente, se necesita estar en sus zapatos por lo que me parece que es incorrecto se le critique como si fuera un deporte nacional y una cosa, esto que hacen ustedes los que tienen a su alcance una columna y la facilidad de llegar a mucha gente, es ponerse (consciente o inconscientemente) del lado de los criminales, y lo pongo entre paréntesis porque, créame, ustedes los comunicadores también son unos ‘mercenarios’ que escriben de acuerdo a los intereses de alguien o de un grupo de personas…”
HE SUBESTIMADO AL señor Felipe Calderón. He perdido tiempo personal y muy valiosos espacios periodísticos, bordando en torno a las zarandajas, necedades y fruslerías que cada vez más frecuentemente son la tónica de sus discursos públicos.
Hoy caigo en cuenta que no puede haber tanta lenidad en sus palabras… sin un objetivo político.
Lo hacía Vicente Fox en su momento. Hablaba de “lavadoras de dos patas” o de que nuestros migrantes en Estados Unidos hacían el trabajo que “no querían los negros”, calzaba botas vaqueras de charol y confundía el nombre del escritor universal que fuera Jorge Luis Borges, para que nos distrajéramos con sus estupideces y no atendiéramos sus enormes corruptelas.
Es esta una estrategia comunicacional, ahora lo veo, que les funciona a los encumbrados panistas.
La semana anterior, por ejemplo, se prestaba a servir como marco para analizar a profundidad las razones por las que el gobierno de Barack Obama finalmente se decidió a poner orden en el accionar del gabinete calderonista y en el gabinete mismo.
También para volver a discutir el papel que nuestras Fuerzas Armadas están desempeñando en la muy evidentemente fallida guerra en contra del narcotráfico, cobrando cada vez más víctimas civiles, como ahora fueron los estudiantes del Tecnológico de Monterrey cuyos cuerpos presentaron huellas de tortura y mutilación, y el presunto narcomenudista capturado por efectivos de la Marina, que apareciera ejecutado y también martirizado pocas horas después.
Pero muy hábilmente, debo reconocerlo, Calderón distrajo la atención del respetable con un discurso inusual --platicadito y, dicen algunos, muy bien entonadito-- sobre “ridículas minorías” que tienen en jaque a su fallida Administración.
Punto culminante de la maniobra de distracción fue una segunda intervención oratoria en la que, de nueva cuenta, exhortó a que los mexicanos hablen bien de México.
Y el análisis sobre el qué vinieron a hacer aquí Hillary Clinton y todo el equipo pesado del gobierno estadounidense se volvió a relegar.
Ahí tiene usted, por ejemplo, a los legisladores que, cada vez más, ya sólo son opinadores del discurso presidencial.
El priísta Carlos Jiménez Macías: "La imagen de México no puede cambiar, no es un asunto de que se hable mal de México, es que las cosas van mal en México. No se puede tapar el sol con un dedo, el tema de la inseguridad es terrible, el combate al narcotráfico no ha tenido los resultados que se ofrecieron…".
El también tricolor Adolfo Toledo: “"No es tanto llamar tanto a no hablar, yo le llamaría a él a actuar y a asumir su responsabilidad, no es tanto un llamado a no hablar, lo que se ve no se juzga, se debe actuar para dar seguridad, certeza en materia de empleo, eso es lo más importante y lo más fundamental".
El perredista Silvano Aureoles: “Percibo en el señalamiento de Calderón un poco de desesperación, aunque coincido en que los mexicanos deben evitar de criticar al país fuera de México”.
Helos ahí. Prestos a declarar ante los micrófonos cuanta zarandaja sale de la boca de Calderón… con lo que dejan a un lado los temas importantes y verdaderamente trascendentes.
Debo quitarme el (imaginario) sombrero ante el ocupante de Los Pinos.
Es todo un estratega. Experto en maniobras de diversión.
Debo forzarme a creer en eso, porque de otra suerte ganará en mí esa otra vocecita interior que me dice que, en realidad, estamos frente a un caso ya perdido. El caso del señor Calderón hablando estupideces un día sí, y el otro también.
Índice Flamígero: Un lector del Índice que firma como Luis Enrique me hace llegar un largo comentario del que destaco su inconformidad a que “se haga un ataque mediático del Sr. Calderón, creo que para hablar como se habla de él y para criticarlo como lo critican todos y echarle la culpa de todo lo que sucede en el país a él únicamente, se necesita estar en sus zapatos por lo que me parece que es incorrecto se le critique como si fuera un deporte nacional y una cosa, esto que hacen ustedes los que tienen a su alcance una columna y la facilidad de llegar a mucha gente, es ponerse (consciente o inconscientemente) del lado de los criminales, y lo pongo entre paréntesis porque, créame, ustedes los comunicadores también son unos ‘mercenarios’ que escriben de acuerdo a los intereses de alguien o de un grupo de personas…”
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