Jenaro Villamil
Así como los pecados católicos no pueden convertirse en delitos, como ha pretendido hacer la jerarquía eclesiástica en el caso de los matrimonios gay o la despenalización del aborto, tampoco le resultará a la Legión de Cristo el mea culpa tardío por los delitos cometidos por su fundador, Marcial Maciel, considerándolos simples pecados que se expían con una carta o con pedir perdón a cada una de las víctimas, según lo expresado por su actual director, Álvaro Corcuera. El exceso de astucia del comunicado de los Legionarios de Cristo, difundido el pasado viernes 26, no corrige ni resuelve la impunidad que rodea la historia en torno de Maciel y al imperio que fundó con el aval, la complicidad y el encubrimiento de las autoridades de El Vaticano.
Con toda claridad lo señaló José de Jesús Barba Martín, uno de los más tenaces y lúcidos denunciantes y víctimas de Maciel, al día siguiente de conocerse el comunicado.
“No pueden decir que exclusivamente se trató de un hombre que engañó a la sociedad, que engañó a la Iglesia y que los engañó a ellos. Pudo haber engañado a unas cuantas personas, que no lo conocían de cerca. Pero ellos fueron colaboradores cercanos”, afirmó Barba Martín.
Y señaló a los 16 colaboradores más cercanos de Maciel, que actualmente tienen en sus manos el manejo del imperio de la Legión, cuyo presupuesto asciende a unos 650 millones de dólares al año, tan sólo por las colegiaturas de los 176 colegios, 15 universidades y 50 institutos de educación superior donde atienden a 132 mil alumnos en 22 países donde tienen presencia.
De acuerdo con Barba, entre las personas que estaban en el primer círculo de Maciel figuran: Álvaro Corcuera, actual director de los Legionarios; Luis Garza, el vicario general, así como los consejeros generales Michael Ryan, Joseph Burtka y Francisco Mateos, además de Evaristo Sada, secretario general, y José Cárdenas, director territorial de Chile y Argentina, entre otros.
Por mucho que hayan sacado del clóset a Maciel, los corresponsables de mantener la simulación y la complicidad difícilmente podrán librarse de las consecuencias bajo señaladas:
1) El futuro de la Legión y el pleito con Ratzinger: No es una circunstancia fortuita la que obligó a los Legionarios a asumir que Maciel abusó sexualmente de seminaristas durante varias décadas. En el fondo, hay un pleito de sobrevivencia y de poder entre el papa Joseph Ratzinger, que también conoció y calló muchos de las denuncias en contra de Maciel cuando encabezó, durante el papado de Juan Pablo II, la Congregación para la Doctrina de la Fe, y las redes empresariales, eclesiásticas y mediáticas que poseen los Legionarios.
Antes de que su papado acabe señalado por la ola de escándalos que han salido a relucir en Berlín, Irlanda, Estados Unidos y en su propio entorno cercano, Benedicto XVI ha decidido enfrentar el “pecado” de la pederastia y de los abusos sexuales, intentando una mayor centralización de la Santa Sede para eliminar los “focos rojos” que existen en esta institución milenaria.
Uno de esos “focos rojos” es, sin duda, la Legión de Cristo, un poder dentro de otro poder. Tan sólo para dar una idea de las dimensiones de la empresa que fundó Marcial Maciel basta revisar las estadísticas propias de 2009: tienen 3 mil 400 miembros, de los cuales 800 son sacerdotes distribuidos en 22 países.
A través de su “brazo laico”, conocido como Regnum Christi, y de sus 75 mil miembros distribuidos en 45 países, reciben un promedio de 100 millones de dólares de donaciones anuales y administran una serie de “misiones”, clubes juveniles, etc.
Además, poseen la Fundación Altius, que recibe ingresos propios y tiene presencia en 13 países. Encabeza 48 proyectos, incluyendo un Centro Altius Integra para atender a inmigrantes en Europa.
Las redes de la Legión de Cristo también incluyen la administración de medios de comunicación, como la estación de radio Guadalupe, en California, Estados Unidos; las revistas National Catholic Register y Faith and Family Magazine, así como la agencia de noticias Zenit, con 615 mil 386 suscriptores en 19 países.
La auditoría a las cuentas de las empresas de la Legión de Cristo es el otro ángulo de la disputa entre El Vaticano y la orden.
2) La indemnización a las víctimas y a los herederos: Hasta antes de la muerte de Maciel, el escándalo de los abusos sexuales y de su narcodependencia era la preocupación central para la Legión de Cristo. Invirtieron dinero, poder y relaciones para amedrentar a los medios que documentaron las denuncias de las primeras víctimas que desde 1997 dieron su testimonio.
Ganaron tiempo, pero no pudieron evitar que El Vaticano iniciara una investigación en torno de estas denuncias.
Desde 2008 comenzó a ventilarse que Maciel no sólo abusó de sacerdotes y seminaristas, sino también tuvo una “doble vida”.
En la prensa española, y después en los medios mexicanos, se documentó que Mon Pérre tuvo, por lo menos, tres hijos –una mujer y dos varones– y dos relaciones de carácter marital, y abusó también de sus propios vástagos, incluyendo a uno adoptado.
Raúl y Omar González Lara, dos de los hijos de Maciel, junto con su madre Blanca Estela Lara, aparecieron en una extensa entrevista con Carmen Aristegui en MVS para denunciar la relación con el fundador de los Legionarios.
La respuesta de la institución no fue ni compasiva ni caritativa. Asumieron que Marcial Maciel tuvo una “doble vida” –eufemismo para negar el encubrimiento– y acusaron a los hijos de querer extorsionarlos cobrando 26 millones de dólares.
En este terreno la Legión no ha cambiado un ápice su discurso. Cuando se trata de resarcir el daño a las víctimas o de pagarles a sus hijos la parte correspondiente de su patrimonio, han reiterado que se trata de extorsión.
Emilio Bartolomé, vocero de la Asociación de Ayuda a Afectados por las Enseñanzas del Grupo Religioso Legionario de Cristo, inscrita en España, advirtió que no basta con reconocer los “pecados” de Maciel. Sólo queda un camino: “reparar el daño a las víctimas, según las exigencias de justicia y caridad cristiana, y luego convocar a un capítulo general para refundar o desaparecer la orden”.
3) La Legión y el escándalo mediático: Las innumerables preguntas sin respuesta generarán una dinámica de nuevos escándalos mediáticos. Querer sacrificar la figura de Maciel para salvar a la institución es una operación difícil de sostener por una sencilla razón: la institución era Maciel.
El grado de personalización, de control y de tiranía que llegó a tener el sacerdote de Cotija, Michoacán, en torno de la Legión de Cristo no nos habla de “renglones torcidos” ni de la posibilidad de “dar vuelta a la página”. El renglón torcido se sigue escribiendo y Maciel no era una página más, era el libro, la doctrina y la esencia de la orden religiosa.
La dinámica mediática ha vencido a los propios intentos de censura: desde las presiones de anunciantes vinculados a la Legión que recibieron en 1997 La Jornada y CNI-Canal 40, hasta el empeño de la jerarquía mexicana por minimizar, excusar o excomulgar a quienes se atrevan a indagar más allá del guión que han escrito sobre la marcha.
El escándalo mediático ha resultado ser una medida no deseable, pero eficaz, ante el ambiente de impunidad que rodea las historias legionarias.
“Cuando los representantes de los dioses y de los césares cenan en la misma mesa, la sociedad busca la salida por otras vías. Una de ellas son los medios”, escribió Diego Pettersen Farah en El Informador, para explicar la delicada trama que se ha tejido en torno de Maciel.
La última perla del escándalo la acaba de proporcionar el obispo legionario de Cancún, Pedro Elizondo. Para este prelado, los curas pederastas, incluido Maciel, “lo hicieron por ignorancia, a lo mejor no lo sabían. En tal medida puede aplicárseles el precepto de Jesucristo: ‘perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
La justificación resulta grosera y es pólvora para otros escándalos. Si tan inocentes o ignorantes de su propio delito fueron, ¿por qué presionaron para acallar los testimonios de las víctimas? ¿Por qué ignoraron durante décadas el punto de vista de los propios abusados? ¿Por qué insiste la jerarquía católica en minimizar lo que a todas luces resulta ser un problema consustancial a las reglas de sumisión, silencio y simulación que no tiene nada qué ver con la genuina doctrina cristiana?
El verdadero escándalo mediático no es que la Legión haya decidido sacar del clóset a su fundador. Marcial Maciel no era Ricky Martin ni hubo valentía en su papel de cabeza visible de una teología a favor de los ricos, poderosos y blancos. El verdadero escándalo es tratar de reducir un problema de poder, de fe y de justicia a una pequeña temporada en el infierno.
Así como los pecados católicos no pueden convertirse en delitos, como ha pretendido hacer la jerarquía eclesiástica en el caso de los matrimonios gay o la despenalización del aborto, tampoco le resultará a la Legión de Cristo el mea culpa tardío por los delitos cometidos por su fundador, Marcial Maciel, considerándolos simples pecados que se expían con una carta o con pedir perdón a cada una de las víctimas, según lo expresado por su actual director, Álvaro Corcuera. El exceso de astucia del comunicado de los Legionarios de Cristo, difundido el pasado viernes 26, no corrige ni resuelve la impunidad que rodea la historia en torno de Maciel y al imperio que fundó con el aval, la complicidad y el encubrimiento de las autoridades de El Vaticano.
Con toda claridad lo señaló José de Jesús Barba Martín, uno de los más tenaces y lúcidos denunciantes y víctimas de Maciel, al día siguiente de conocerse el comunicado.
“No pueden decir que exclusivamente se trató de un hombre que engañó a la sociedad, que engañó a la Iglesia y que los engañó a ellos. Pudo haber engañado a unas cuantas personas, que no lo conocían de cerca. Pero ellos fueron colaboradores cercanos”, afirmó Barba Martín.
Y señaló a los 16 colaboradores más cercanos de Maciel, que actualmente tienen en sus manos el manejo del imperio de la Legión, cuyo presupuesto asciende a unos 650 millones de dólares al año, tan sólo por las colegiaturas de los 176 colegios, 15 universidades y 50 institutos de educación superior donde atienden a 132 mil alumnos en 22 países donde tienen presencia.
De acuerdo con Barba, entre las personas que estaban en el primer círculo de Maciel figuran: Álvaro Corcuera, actual director de los Legionarios; Luis Garza, el vicario general, así como los consejeros generales Michael Ryan, Joseph Burtka y Francisco Mateos, además de Evaristo Sada, secretario general, y José Cárdenas, director territorial de Chile y Argentina, entre otros.
Por mucho que hayan sacado del clóset a Maciel, los corresponsables de mantener la simulación y la complicidad difícilmente podrán librarse de las consecuencias bajo señaladas:
1) El futuro de la Legión y el pleito con Ratzinger: No es una circunstancia fortuita la que obligó a los Legionarios a asumir que Maciel abusó sexualmente de seminaristas durante varias décadas. En el fondo, hay un pleito de sobrevivencia y de poder entre el papa Joseph Ratzinger, que también conoció y calló muchos de las denuncias en contra de Maciel cuando encabezó, durante el papado de Juan Pablo II, la Congregación para la Doctrina de la Fe, y las redes empresariales, eclesiásticas y mediáticas que poseen los Legionarios.
Antes de que su papado acabe señalado por la ola de escándalos que han salido a relucir en Berlín, Irlanda, Estados Unidos y en su propio entorno cercano, Benedicto XVI ha decidido enfrentar el “pecado” de la pederastia y de los abusos sexuales, intentando una mayor centralización de la Santa Sede para eliminar los “focos rojos” que existen en esta institución milenaria.
Uno de esos “focos rojos” es, sin duda, la Legión de Cristo, un poder dentro de otro poder. Tan sólo para dar una idea de las dimensiones de la empresa que fundó Marcial Maciel basta revisar las estadísticas propias de 2009: tienen 3 mil 400 miembros, de los cuales 800 son sacerdotes distribuidos en 22 países.
A través de su “brazo laico”, conocido como Regnum Christi, y de sus 75 mil miembros distribuidos en 45 países, reciben un promedio de 100 millones de dólares de donaciones anuales y administran una serie de “misiones”, clubes juveniles, etc.
Además, poseen la Fundación Altius, que recibe ingresos propios y tiene presencia en 13 países. Encabeza 48 proyectos, incluyendo un Centro Altius Integra para atender a inmigrantes en Europa.
Las redes de la Legión de Cristo también incluyen la administración de medios de comunicación, como la estación de radio Guadalupe, en California, Estados Unidos; las revistas National Catholic Register y Faith and Family Magazine, así como la agencia de noticias Zenit, con 615 mil 386 suscriptores en 19 países.
La auditoría a las cuentas de las empresas de la Legión de Cristo es el otro ángulo de la disputa entre El Vaticano y la orden.
2) La indemnización a las víctimas y a los herederos: Hasta antes de la muerte de Maciel, el escándalo de los abusos sexuales y de su narcodependencia era la preocupación central para la Legión de Cristo. Invirtieron dinero, poder y relaciones para amedrentar a los medios que documentaron las denuncias de las primeras víctimas que desde 1997 dieron su testimonio.
Ganaron tiempo, pero no pudieron evitar que El Vaticano iniciara una investigación en torno de estas denuncias.
Desde 2008 comenzó a ventilarse que Maciel no sólo abusó de sacerdotes y seminaristas, sino también tuvo una “doble vida”.
En la prensa española, y después en los medios mexicanos, se documentó que Mon Pérre tuvo, por lo menos, tres hijos –una mujer y dos varones– y dos relaciones de carácter marital, y abusó también de sus propios vástagos, incluyendo a uno adoptado.
Raúl y Omar González Lara, dos de los hijos de Maciel, junto con su madre Blanca Estela Lara, aparecieron en una extensa entrevista con Carmen Aristegui en MVS para denunciar la relación con el fundador de los Legionarios.
La respuesta de la institución no fue ni compasiva ni caritativa. Asumieron que Marcial Maciel tuvo una “doble vida” –eufemismo para negar el encubrimiento– y acusaron a los hijos de querer extorsionarlos cobrando 26 millones de dólares.
En este terreno la Legión no ha cambiado un ápice su discurso. Cuando se trata de resarcir el daño a las víctimas o de pagarles a sus hijos la parte correspondiente de su patrimonio, han reiterado que se trata de extorsión.
Emilio Bartolomé, vocero de la Asociación de Ayuda a Afectados por las Enseñanzas del Grupo Religioso Legionario de Cristo, inscrita en España, advirtió que no basta con reconocer los “pecados” de Maciel. Sólo queda un camino: “reparar el daño a las víctimas, según las exigencias de justicia y caridad cristiana, y luego convocar a un capítulo general para refundar o desaparecer la orden”.
3) La Legión y el escándalo mediático: Las innumerables preguntas sin respuesta generarán una dinámica de nuevos escándalos mediáticos. Querer sacrificar la figura de Maciel para salvar a la institución es una operación difícil de sostener por una sencilla razón: la institución era Maciel.
El grado de personalización, de control y de tiranía que llegó a tener el sacerdote de Cotija, Michoacán, en torno de la Legión de Cristo no nos habla de “renglones torcidos” ni de la posibilidad de “dar vuelta a la página”. El renglón torcido se sigue escribiendo y Maciel no era una página más, era el libro, la doctrina y la esencia de la orden religiosa.
La dinámica mediática ha vencido a los propios intentos de censura: desde las presiones de anunciantes vinculados a la Legión que recibieron en 1997 La Jornada y CNI-Canal 40, hasta el empeño de la jerarquía mexicana por minimizar, excusar o excomulgar a quienes se atrevan a indagar más allá del guión que han escrito sobre la marcha.
El escándalo mediático ha resultado ser una medida no deseable, pero eficaz, ante el ambiente de impunidad que rodea las historias legionarias.
“Cuando los representantes de los dioses y de los césares cenan en la misma mesa, la sociedad busca la salida por otras vías. Una de ellas son los medios”, escribió Diego Pettersen Farah en El Informador, para explicar la delicada trama que se ha tejido en torno de Maciel.
La última perla del escándalo la acaba de proporcionar el obispo legionario de Cancún, Pedro Elizondo. Para este prelado, los curas pederastas, incluido Maciel, “lo hicieron por ignorancia, a lo mejor no lo sabían. En tal medida puede aplicárseles el precepto de Jesucristo: ‘perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
La justificación resulta grosera y es pólvora para otros escándalos. Si tan inocentes o ignorantes de su propio delito fueron, ¿por qué presionaron para acallar los testimonios de las víctimas? ¿Por qué ignoraron durante décadas el punto de vista de los propios abusados? ¿Por qué insiste la jerarquía católica en minimizar lo que a todas luces resulta ser un problema consustancial a las reglas de sumisión, silencio y simulación que no tiene nada qué ver con la genuina doctrina cristiana?
El verdadero escándalo mediático no es que la Legión haya decidido sacar del clóset a su fundador. Marcial Maciel no era Ricky Martin ni hubo valentía en su papel de cabeza visible de una teología a favor de los ricos, poderosos y blancos. El verdadero escándalo es tratar de reducir un problema de poder, de fe y de justicia a una pequeña temporada en el infierno.
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