Internet se ha desarrollado en un relativo vacío de regulación y control. Su diseño es resistente a la creación de fronteras y de esquemas de autoridad tradicionales
Oscar Howell
En internet no hay clara pertenencia a soberanía de Estado, no hay ciudadanía del ciberespacio. No hay métodos concretos de identificación de individuos ni de filiación. De ahí que el ambiente en línea ha sido nutriente para el desarrollo acelerado y la innovación. Internet puede bien ser el último espacio de las utopías sociales, y de los que pretenden que la tecnología determina el arreglo social. Pero también ha sido tierra fértil para abusos y sabotaje. Estamos en el umbral en que la regulación de internet parece convertirse en una necesidad política. Por eso nos ocupa la libertad de internet, es decir, la libertad de su uso y de su arquitectura misma.
En el ambiente actual de lucha contra enemigos invisibles se dan los comentarios de la secretaria de Estado de EU, Hillary Clinton, sobre la libertad de internet (21 de enero pasado en el Newseum de Washington). Clinton se apoya en la analogía con los derechos humanos, la libertad de expresión y de acceso a información, para postular que el internet debe permanecer libre y que existe el “internet freedom.” Término por demás difícil de catalogar. ¿De qué tipo de “libertad” estamos hablando aquí? ¿Es una libertad positiva, donde el Estado debe implementar garantías, o una libertad negativa y se debe abstener de censurar? Se hace necesaria una lectura entre líneas. Pienso que la política que busca el gobierno de los EU es para un internet abierto siempre y cuando se sigan ciertas reglas; reglas aún no dictadas. Deviene en una libertad positiva que requiere un marco legal internacional.
Un punto interesante al hablar de libertad de internet es el anonimato. La capacidad de ser un ciudadano anónimo es un derecho que garantiza la libertad de expresión. El mismo concepto llevado a internet tiene diferentes matices. Los países que bloquean acceso a contenido han construido barreras tecnológicas que son fácilmente burladas por herramientas que permiten acceder a los sitios prohibidos usando direcciones e identidades de internet que obscurecen información sobre el usuario. El punto aquí es con qué facilidad se logra ser anónimo en internet. ¿Qué pasa si este anonimato se usa no para circunvenir los filtros de estados totalitarios sino para agredir a estados democráticos u organizaciones internacionales con fines perversos? ¿Nos conviene mantener la falta de identidad en internet como un valor de libertad positiva en sí mismo? No es lo mismo ser anónimo en un ambiente basado en papel, que un ambiente electrónico que potencia las acciones de cualquier persona.
Otro caso son las redes sociales en línea. Se ha dado en pensar que la participación ciudadana en línea generará cambios políticos, o por lo menos una ciudadanía con fuerza política. Que la libre expresión en blogs o en Twitter es comunicación efectiva de masas frente a las élites políticas. También que el reporteo civil puede ayudar a difundir información sobre catástrofes y violaciones a los derechos humanos, haciendo difícil que los culpables se puedan esconder tras del velo del bloqueo de medios. Si bien ha habido casos de verdadero éxito, y Clinton menciona varios de ellos, hay por lo menos igual número de casos en que lo opuesto ha sucedido. Estados que han usado las mismas herramientas para infiltrar redes sociales en línea, para espiar y difundir información falsa. Hay que recordar que la eficiencia de las herramientas de redes y comunicaciones no conoce filiaciones políticas. Es igual de fácil implementar un control total en línea. ¿Entonces, la libertad, ahora negativa, de internet debe proteger el uso de estas herramientas como un derecho?
Por otra parte, ¿de qué forma se puede adscribir a una multitud anónima en línea alguna forma de pensamiento o voluntad política? Es cierto que muchas personas participan en los medios sociales, pero son masas de anónimos. Es información agregada de varias fuentes y separada de su autor, vista fuera de contexto. Además, no debemos asignarle características de grupos humanos bien definidos, como los votantes registrados, a grupos de personas que pueden no ser ciudadanos del país en que pretenden expresar su voluntad. De esta forma no se da el proceso de expresión de voluntad política. ¿La libertad de internet debe formularse para que proteja esta nueva forma de expresión? Sí, pero con reservas sobre su verdadero significado y peso.
La libertad de internet debe garantizar el libre acceso a la información. Para lograr este fin Clinton habla de un “internet único” y de definir reglas en foros internacionales. De esta forma, se plantea entender
Internet como una plataforma sujeta a regulación por una entidad formal. Un ente regulador y posiblemente legislador de la libertad de internet. Algunas posibilidades ya podemos preverlas. Estaría bien el acceso a información y publicación, pero con anonimato restringido. El uso libre de métodos de control en línea, pero para organizaciones certificadas. La formación de grupos políticos en línea bajo uso de identificación ciudadana. Restricciones al uso masivo de direcciones de correo públicas. Controles de exportación de tecnología. ¿Es esta regulación deseable? Debemos ser parte de la discusión sobre la libertad de internet.
Oscar Howell
En internet no hay clara pertenencia a soberanía de Estado, no hay ciudadanía del ciberespacio. No hay métodos concretos de identificación de individuos ni de filiación. De ahí que el ambiente en línea ha sido nutriente para el desarrollo acelerado y la innovación. Internet puede bien ser el último espacio de las utopías sociales, y de los que pretenden que la tecnología determina el arreglo social. Pero también ha sido tierra fértil para abusos y sabotaje. Estamos en el umbral en que la regulación de internet parece convertirse en una necesidad política. Por eso nos ocupa la libertad de internet, es decir, la libertad de su uso y de su arquitectura misma.
En el ambiente actual de lucha contra enemigos invisibles se dan los comentarios de la secretaria de Estado de EU, Hillary Clinton, sobre la libertad de internet (21 de enero pasado en el Newseum de Washington). Clinton se apoya en la analogía con los derechos humanos, la libertad de expresión y de acceso a información, para postular que el internet debe permanecer libre y que existe el “internet freedom.” Término por demás difícil de catalogar. ¿De qué tipo de “libertad” estamos hablando aquí? ¿Es una libertad positiva, donde el Estado debe implementar garantías, o una libertad negativa y se debe abstener de censurar? Se hace necesaria una lectura entre líneas. Pienso que la política que busca el gobierno de los EU es para un internet abierto siempre y cuando se sigan ciertas reglas; reglas aún no dictadas. Deviene en una libertad positiva que requiere un marco legal internacional.
Un punto interesante al hablar de libertad de internet es el anonimato. La capacidad de ser un ciudadano anónimo es un derecho que garantiza la libertad de expresión. El mismo concepto llevado a internet tiene diferentes matices. Los países que bloquean acceso a contenido han construido barreras tecnológicas que son fácilmente burladas por herramientas que permiten acceder a los sitios prohibidos usando direcciones e identidades de internet que obscurecen información sobre el usuario. El punto aquí es con qué facilidad se logra ser anónimo en internet. ¿Qué pasa si este anonimato se usa no para circunvenir los filtros de estados totalitarios sino para agredir a estados democráticos u organizaciones internacionales con fines perversos? ¿Nos conviene mantener la falta de identidad en internet como un valor de libertad positiva en sí mismo? No es lo mismo ser anónimo en un ambiente basado en papel, que un ambiente electrónico que potencia las acciones de cualquier persona.
Otro caso son las redes sociales en línea. Se ha dado en pensar que la participación ciudadana en línea generará cambios políticos, o por lo menos una ciudadanía con fuerza política. Que la libre expresión en blogs o en Twitter es comunicación efectiva de masas frente a las élites políticas. También que el reporteo civil puede ayudar a difundir información sobre catástrofes y violaciones a los derechos humanos, haciendo difícil que los culpables se puedan esconder tras del velo del bloqueo de medios. Si bien ha habido casos de verdadero éxito, y Clinton menciona varios de ellos, hay por lo menos igual número de casos en que lo opuesto ha sucedido. Estados que han usado las mismas herramientas para infiltrar redes sociales en línea, para espiar y difundir información falsa. Hay que recordar que la eficiencia de las herramientas de redes y comunicaciones no conoce filiaciones políticas. Es igual de fácil implementar un control total en línea. ¿Entonces, la libertad, ahora negativa, de internet debe proteger el uso de estas herramientas como un derecho?
Por otra parte, ¿de qué forma se puede adscribir a una multitud anónima en línea alguna forma de pensamiento o voluntad política? Es cierto que muchas personas participan en los medios sociales, pero son masas de anónimos. Es información agregada de varias fuentes y separada de su autor, vista fuera de contexto. Además, no debemos asignarle características de grupos humanos bien definidos, como los votantes registrados, a grupos de personas que pueden no ser ciudadanos del país en que pretenden expresar su voluntad. De esta forma no se da el proceso de expresión de voluntad política. ¿La libertad de internet debe formularse para que proteja esta nueva forma de expresión? Sí, pero con reservas sobre su verdadero significado y peso.
La libertad de internet debe garantizar el libre acceso a la información. Para lograr este fin Clinton habla de un “internet único” y de definir reglas en foros internacionales. De esta forma, se plantea entender
Internet como una plataforma sujeta a regulación por una entidad formal. Un ente regulador y posiblemente legislador de la libertad de internet. Algunas posibilidades ya podemos preverlas. Estaría bien el acceso a información y publicación, pero con anonimato restringido. El uso libre de métodos de control en línea, pero para organizaciones certificadas. La formación de grupos políticos en línea bajo uso de identificación ciudadana. Restricciones al uso masivo de direcciones de correo públicas. Controles de exportación de tecnología. ¿Es esta regulación deseable? Debemos ser parte de la discusión sobre la libertad de internet.
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