Miguel Ángel Granados Chapa
Un quintacolumnista, conocido por su trato frecuente con el gobierno de Hidalgo, pretende dinamitar la alianza Hidalgo nos une, y puede contar con la colaboración de las autoridades electorales de la entidad: el diputado perredista Napoleón González Pérez presentó el sábado un recurso para invalidar la participación del partido al que pertenece en la coalición que muy probablemente postule a la ingeniera Xóchitl Gálvez a la gubernatura del estado.
Acudir a este recurso de mala fe ilustra el género de argucias a que apelará el gobierno del estado ante la potencia creciente de la candidatura opositora. Por un lado, ha reforzado el propósito de José Guadarrama de estorbar y diferir la designación de la ex comisionada para el desarrollo de los pueblos indígenas. Por otro lado, ahora se tira a fondo para invalidar la alianza. El dolo que anima al diputado González Pérez se percibe en el modo en que ha procedido ante la autoridad electoral. Como había ya transcurrido con exceso el término de cuatro días para impugnar, como miembro del PRD, la participación de su partido en la coalición, simuló no saber de la firma del convenio de coalición (que fue un hecho público y notorio, y del conocimiento de los ciudadanos hidalguenses en general y con mayor razón, se presume, de un legislador), el viernes 26 solicitó información al respecto al instituto estatal electoral, que inusualmente se la ofreció de inmediato. De esa manera como recién notificado inició el trámite que denuncia la suplantación, por Jesús Ortega, de funciones que sólo el consejo nacional de su partido puede ejercer. Le falta razón también en el fondo al impugnador, pero su recurso puede convertirse en un obstáculo para el avance de la coalición convenida por PAN, PRD, Convergencia y PT.
Esa alianza está en trance de designar a quien los abandere en la elección constitucional del 4 de julio. Quienes aspiran a serlo, Xóchitl Gálvez y José Guadarrama, realizan ahora actos de precampaña, antes de que se realicen encuestas que sean un insumo para la decisión que tomen las direcciones de los partidos. Salvo una escandalosa insensatez (que merecería otra denominación, porque otra cosa sería), la designación correspondiente deberá recaer en Xóchitl, que invariablemente ha estado a la cabeza de las preferencias electorales. Para que no permanezca en ese lugar en los sondeos, redundantes en mi opinión, que se efectúen la próxima semana, se juega sucio en su contra, y en esa dolosa manera de enfrentarla se reúnen el gobierno del estado y su contendiente interno. El domingo, por ejemplo, la televisión estatal concedió amplio espacio a Guadarrama, que había comenzado de modo deslucido su precampaña, y lo negó a Gálvez, que en Ixmiquilpan y en Pachuca ofreció una muestra del empuje ciudadano y partidario que caracterizará a su campaña. El argumento con que se respondió a su reclamo fue que ella no ostenta cargo oficial ni es candidata, de donde se desprende que Guadarrama apareció ante las cámaras en su condición de senador (que no ha solicitado licencia), como si la precampaña no fuera una fase legal del proceso electoral practicada conforme a la ley por partidos con registro. Aunque la inequidad que de ese modo beneficia a quien ya fue candidato a gobernador y perdió los comicios hace cinco años puede ser revertida en su contra a la hora en que la alianza tome su decisión, lo cierto es que la aparición del senador y la ausencia de su contrincante revelan a qué está apostando el gobierno.
Su propia sucesión se le ha enredado al gobernador Miguel Ángel Osorio Chong. Según los enterados de los movimientos palaciegos, su primera opción era su amigo Ramón Ramírez, que hasta el año pasado fue su más estrecho colaborador y ahora es diputado federal. Pero otros aspirantes que tienen esa misma posición -Alma Carolina Viggiano, Omar Fayad, Jorge Romero, Jorge Rojo- tienen una trayectoria más amplia que Ramírez, cuyo mérito único es su proximidad a Osorio. Por ello el gobernador mudó su preferencia hacia el alcalde de Pachuca, Francisco Olvera, que el lunes pidió licencia para inscribirse como precandidato. Los diputados federales se sometieron a la decisión que ello implicaba. Pero apareció un grano en el arroz.
Aunque no ha decidido si se inscribe o no en el proceso interno, el hecho mismo de que José Antonio Rojo no se allane a la designación de Olvera ha tensado la situación en los círculos dirigentes locales. No necesariamente se rebelará contra el designio de Osorio y si lo hace tampoco necesariamente implicará una ruptura en la cúpula del poder hidalguense. Pero mientras no anuncie que se abstendrá de participar en el proceso interno, es seguro que Osorio y sus allegados no las tengan todas consigo.
A diferencia de su hermano Jorge, uno de los diputados federales ya sometidos, José Antonio Rojo no forma parte del grupo cercano al gobernador. Hijo como es del ex gobernador de la entidad Jorge Rojo Lugo, que sintetizó en los años setenta el poderío político de esa familia, José Antonio Rojo ha desarrollado su propia trayectoria, a causa de la independencia que han ido cobrando núcleos de políticos que antaño dependieron de su padre. El potencial disidente interno fue secretario de Desarrollo Regional y secretario de Gobernación, con los gobernadores Jesús Murillo Karam y Manuel Ángel Núñez Soto. Fue después líder del Congreso local, para no depender directamente del gobernador y hasta ahora ha sido delegado del PRI en varios estados.
Cajón de Sastre
Recibí de Carlos Tello Macías una amable nota aclaratoria sobre el momento en que su padre, Manuel Tello Baurraud, ingresó al servicio exterior mexicano. No fue, como erróneamente dije en este lugar ayer, en 1935: "Mi padre ingresó al servicio exterior el 11 de agosto de 1924 como vicecónsul, después de aprobar el examen (abierto) de oposición. En Ginebra, cuando nació Manuel mi hermano en 1935, representó a México en la Sociedad de las Naciones, durante seis años. Los últimos tres, al frente de la delegación. Como dato curioso, en 1923 Luis Padilla Nervo ingresa al servicio exterior; en 1924 mi padre lo hace; en 1927 José Gorostiza y en 1929 Jaime Torres Bodet. Alfonso García Robles y Jorge Castañeda lo harían en la siguiente década. Todos ellos, destacados secretarios de relaciones exteriores y todos ellos después de pasar en su momento el examen de oposición".
Un quintacolumnista, conocido por su trato frecuente con el gobierno de Hidalgo, pretende dinamitar la alianza Hidalgo nos une, y puede contar con la colaboración de las autoridades electorales de la entidad: el diputado perredista Napoleón González Pérez presentó el sábado un recurso para invalidar la participación del partido al que pertenece en la coalición que muy probablemente postule a la ingeniera Xóchitl Gálvez a la gubernatura del estado.
Acudir a este recurso de mala fe ilustra el género de argucias a que apelará el gobierno del estado ante la potencia creciente de la candidatura opositora. Por un lado, ha reforzado el propósito de José Guadarrama de estorbar y diferir la designación de la ex comisionada para el desarrollo de los pueblos indígenas. Por otro lado, ahora se tira a fondo para invalidar la alianza. El dolo que anima al diputado González Pérez se percibe en el modo en que ha procedido ante la autoridad electoral. Como había ya transcurrido con exceso el término de cuatro días para impugnar, como miembro del PRD, la participación de su partido en la coalición, simuló no saber de la firma del convenio de coalición (que fue un hecho público y notorio, y del conocimiento de los ciudadanos hidalguenses en general y con mayor razón, se presume, de un legislador), el viernes 26 solicitó información al respecto al instituto estatal electoral, que inusualmente se la ofreció de inmediato. De esa manera como recién notificado inició el trámite que denuncia la suplantación, por Jesús Ortega, de funciones que sólo el consejo nacional de su partido puede ejercer. Le falta razón también en el fondo al impugnador, pero su recurso puede convertirse en un obstáculo para el avance de la coalición convenida por PAN, PRD, Convergencia y PT.
Esa alianza está en trance de designar a quien los abandere en la elección constitucional del 4 de julio. Quienes aspiran a serlo, Xóchitl Gálvez y José Guadarrama, realizan ahora actos de precampaña, antes de que se realicen encuestas que sean un insumo para la decisión que tomen las direcciones de los partidos. Salvo una escandalosa insensatez (que merecería otra denominación, porque otra cosa sería), la designación correspondiente deberá recaer en Xóchitl, que invariablemente ha estado a la cabeza de las preferencias electorales. Para que no permanezca en ese lugar en los sondeos, redundantes en mi opinión, que se efectúen la próxima semana, se juega sucio en su contra, y en esa dolosa manera de enfrentarla se reúnen el gobierno del estado y su contendiente interno. El domingo, por ejemplo, la televisión estatal concedió amplio espacio a Guadarrama, que había comenzado de modo deslucido su precampaña, y lo negó a Gálvez, que en Ixmiquilpan y en Pachuca ofreció una muestra del empuje ciudadano y partidario que caracterizará a su campaña. El argumento con que se respondió a su reclamo fue que ella no ostenta cargo oficial ni es candidata, de donde se desprende que Guadarrama apareció ante las cámaras en su condición de senador (que no ha solicitado licencia), como si la precampaña no fuera una fase legal del proceso electoral practicada conforme a la ley por partidos con registro. Aunque la inequidad que de ese modo beneficia a quien ya fue candidato a gobernador y perdió los comicios hace cinco años puede ser revertida en su contra a la hora en que la alianza tome su decisión, lo cierto es que la aparición del senador y la ausencia de su contrincante revelan a qué está apostando el gobierno.
Su propia sucesión se le ha enredado al gobernador Miguel Ángel Osorio Chong. Según los enterados de los movimientos palaciegos, su primera opción era su amigo Ramón Ramírez, que hasta el año pasado fue su más estrecho colaborador y ahora es diputado federal. Pero otros aspirantes que tienen esa misma posición -Alma Carolina Viggiano, Omar Fayad, Jorge Romero, Jorge Rojo- tienen una trayectoria más amplia que Ramírez, cuyo mérito único es su proximidad a Osorio. Por ello el gobernador mudó su preferencia hacia el alcalde de Pachuca, Francisco Olvera, que el lunes pidió licencia para inscribirse como precandidato. Los diputados federales se sometieron a la decisión que ello implicaba. Pero apareció un grano en el arroz.
Aunque no ha decidido si se inscribe o no en el proceso interno, el hecho mismo de que José Antonio Rojo no se allane a la designación de Olvera ha tensado la situación en los círculos dirigentes locales. No necesariamente se rebelará contra el designio de Osorio y si lo hace tampoco necesariamente implicará una ruptura en la cúpula del poder hidalguense. Pero mientras no anuncie que se abstendrá de participar en el proceso interno, es seguro que Osorio y sus allegados no las tengan todas consigo.
A diferencia de su hermano Jorge, uno de los diputados federales ya sometidos, José Antonio Rojo no forma parte del grupo cercano al gobernador. Hijo como es del ex gobernador de la entidad Jorge Rojo Lugo, que sintetizó en los años setenta el poderío político de esa familia, José Antonio Rojo ha desarrollado su propia trayectoria, a causa de la independencia que han ido cobrando núcleos de políticos que antaño dependieron de su padre. El potencial disidente interno fue secretario de Desarrollo Regional y secretario de Gobernación, con los gobernadores Jesús Murillo Karam y Manuel Ángel Núñez Soto. Fue después líder del Congreso local, para no depender directamente del gobernador y hasta ahora ha sido delegado del PRI en varios estados.
Cajón de Sastre
Recibí de Carlos Tello Macías una amable nota aclaratoria sobre el momento en que su padre, Manuel Tello Baurraud, ingresó al servicio exterior mexicano. No fue, como erróneamente dije en este lugar ayer, en 1935: "Mi padre ingresó al servicio exterior el 11 de agosto de 1924 como vicecónsul, después de aprobar el examen (abierto) de oposición. En Ginebra, cuando nació Manuel mi hermano en 1935, representó a México en la Sociedad de las Naciones, durante seis años. Los últimos tres, al frente de la delegación. Como dato curioso, en 1923 Luis Padilla Nervo ingresa al servicio exterior; en 1924 mi padre lo hace; en 1927 José Gorostiza y en 1929 Jaime Torres Bodet. Alfonso García Robles y Jorge Castañeda lo harían en la siguiente década. Todos ellos, destacados secretarios de relaciones exteriores y todos ellos después de pasar en su momento el examen de oposición".
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