¡¡Gracias!! Honorable Congreso de la (des)Unión

A Puerta Cerrada / Marcela Gómez Zalce

• ¿El IVA es un “error”?
• El nuevo testigo de honor


Jamás se ha dado a un hombre el don de mentir con tanta audacia, mi estimado, como pueden hacerlo los políticos. Nada como terminar la agitada semanita, primero, con las atinadas declaraciones de Sor Beatriz dando por concluida la discusión del arreglón firmado en octubre del año pasado. La presidenta del PRI debe estar bajo la influencia de algún simpático psicotrópico para aventarse semejante estupidez como si el reciente cochinero en San Lázaro pudiera ser borrado con el poder de su desacreditado discurso.

En segundo lugar, no podía faltar la incontinencia verbal de César Nava al justificarse con la bancada de senadores blanquiazules —soltando varios jabs y golpes bajos contra Josefina Vázquez Mota— y salir a aclarar, también, que fue un “error” haber firmado semejante idiotez con las lacritas tricolores.

Lo interesante, my friend, ahora que andan de castos arrepentidos, sería preguntarle a esta dupla de cínicos mentirosos ¿qué deben hacer millones de mexicanos para enmendar el divertido “error” que (nos) empinó con las linduras fiscales, incluido el cacareado IVA? Porque como broma para enrollarse en la bandera ante el micrófono es de pésimo gusto cuando la crisis arrecia, se siente y le tupe al bolsillo de familias que siguen sin ver la salida de la emocionante adversidad.

Y para ponerle el listón de despejar las extraordinarias dudas sobre el control de daños partidista-legislativo del pleito en el Coliseo San Lázaro, salió, of course, Calderón a escupir que se debe redignificar (?) la política. Cierto. Pero no te me aceleres, mi Felipe, primero habría que darle flit a toda esta... clase política.

Aunque el mordaz respetable quiere agradecerles a los diputados(as) de tan Honorable legislatura antes de que se vayan a un merecido puente vacacional, el circo, espectáculo y la fiesta democrática protagonizada en estos últimos días. Fue de lo más ilustrativo, educativo, persuasivo, formativo y pedagógico haber sido, con el perdón del cadáver de Bucareli Gómez Mont, testigos de honor de la caída de las máscaras.

Correcto.

Desde la más alta tribuna de la Nación, mi estimado, los legisladores representantes electos por el pueblo mexicano, se denunciaron, acusaron, difamaron y evidenciaron el arte de hacer mierda la política… que hoy se busca redignificar. Ahí, ante la vista de los privilegiados, se denunció a borrachos, mentirosos, espurios, maricones, asesinos, rateros y demás exquisitas tenebras de pactos infames y arreglones perversos en la entretela del 2006. Se pintaron de cuerpo entero, se quitaron las caretas, se soltaron los demonios y las pasiones y eso, my friend, es un gran esfuerzo que debe agradecerse. Aplaudirse.

Lamentable y catastrófico que un porcentaje importante de la población no haya tenido acceso a que estas categóricas sesiones legislativas entraran en sus hogares por un canal abierto y no restringido, como lo es el del Congreso de la (des)Unión, yes?

Sólo así se podría caer la venda de los ojos de millones de mexicanos a los que les caería el veinte del nivel de la putrefacción y contaminado hedor que emiten estas lacras que dicen defender los intereses de todos. Y así esbozar el país, que con todo y sus millonarios de Forbes, navega a la deriva en manos de unos cuántos que se arreglan bajo la mesa (para joder a los mexicanos) y arriba se surten de descalificaciones, ofensas e insultos.

Por eso, una vez más, ¡gracias señores diputados(as)!

Gracias por enseñar que sí se puede caer al fondo del descrédito sin (paracaídas), máscaras ni simulaciones. Gracias por mostrarse y mostrarnos que también el show, después del peligroso derrumbe, puede, y por las joyas declarativas escuchadas ayer, y debe continuar…

Aunque con un pequeño detallín. Lo pasado no es ni será pasado, aunque se apueste por la desmemoria colectiva. Lo dicho entre ustedes, no quedó entre ustedes. Y para que viajen y duerman tranquilos, sólo resta decirles, con todo el merecido respeto, aquella frase a la que honran a plenitud:

No tienen madre.

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