A Puerta Cerrada / Marcela Gómez Zalce
• El daño colateral del cochinero fronterizo
• ¿Estabilizar o desestabilizar…?
La enemistad oculta, mi estimado, es la más peligrosa. Interesante el giro político-diplomático-policial que está tomando el delicado caso de los asesinatos de tres ciudadanos estadunidenses, que fueron ejecutados el sábado pasado en Ciudad Juárez, tomando en cuenta que es una de las más vigiladas, custodiadas y es centro de la atención bilateral.
Interesante, my friend, por las señales enviadas desde Washington, donde la administración de Barack Obama emitió curiosita declaración de “indignación” por los hechos, en momentos donde la relación bilateral no es miel sobre hojuelas. Y no la es por la sencilla razón de que en esta temeraria y absurda guerra contra el organizado crimen sin estrategia integral ni control, los daños colaterales alcanzaron ya a nuestros agobiados vecinos, quienes llevan una loza de responsabilidad por ser el mercado más grande y cotizado de drogas en el mundo, sin mencionar su falta de atención y corrupción en su frontera por donde circulan linduras de armas y dinero que abastecen el parque financiero y armamentista de los revoltosos cárteles mexicanos.
Hoy, Estados Unidos puede manifestar públicamente su “indignación” y echar a andar la maquinaria colocando en el spot de la nota roja el calderón del Vive México, pero eso no los exime de su compromiso fallido de fiscalizar lo que sucede en oficinas fronterizas y en las calles de sus ciudades. Sufrir la muerte de sus funcionarios, dos de ellos clave en simpáticas indagaciones, los mete de lleno en la mezcla explosiva donde se dan algunos interesantes paralelismos con el (des)gobierno de Felipe Calderón.
Ahí donde la descoordinación, los choques y la antipatía hacen su nido entre las agencias norteamericanas, que distan mucho de ser modelos de colaboración en equipo. Y aquí la marcada distancia, la disonancia y desconfianza entre las dependencias federales que conforman el gabinete de seguridad, incluyendo el oficioso rol jugado por el Cisen, que trae divertida agenda en contra del verde olivo.
Por si le faltaran atractivos ingredientes a la mezcla bilateral, Washington presiona para mantener y ampliar sus márgenes de maniobra para operar con su dosis de impunidad en territorio nacional. Las balas que asesinaron a los funcionarios del consulado en Juárez terminaron por ser misiles en la línea de flotación calderonista, que ahora enfrentará la distintiva presión —como esa de anunciar que siete agencias indagarán (porque eso de la colaboración is total bullshit) el homicidio, aunque ya encarrerados, ¿por qué no mejor esta bola de sátrapas se concentran en limpiar a fondo su cochinero fronterizo?—, y doble discurso que caracterizan al gobierno demócrata.
El mismo que se aventó el tiro de colocar como embajador en nuestro país no a un diplomático de carrera sino a un personaje con un perfil para analizar el quid de países en crisis y estados fallidos. Ese perfil, my friend, que sólo lo puede dar el conocimiento de la mierda en las cañerías para estabilizar y/o desestabilizar, yes?
Y México es en estas frágiles circunstancias un gran laboratorio, perdón, candidato para desarrollar fórmulas nuevas y maravillosas. Pero no por el simple hecho de ser vecinos (let’s not be naive), sino porque México es grande en recursos naturales y estratégicos para los intereses geopolíticos de Washington. Y esas balas en Ciudad Juárez, mi estimado, han dado la justificación para suavizar su “indignación” de los lamentables hechos… aunque ésta no alcance a dimensionar los 18,500 muertos de esta temeraria aventura bélica aplaudida por (go figure)… Washington, cuyas empresas no dejan de hacer negocio en la industria de la guerra.
El embajador Carlos Pascual puede gruñir repetidamente, enviando señales de su jefecito en la Casa Blanca y darse el lujo poco diplomático de no ocultar esa contrariedad en encerronas con Felipe Calderón. La más reciente originó la entrega fast track del célebre junior Vicentillo Zambada… como ficha de cambio y “buena voluntad” ante el fracaso de la promesa de captura del popular Ignacio Nacho Coronel…
Caso que sumó otra gotita ácida al vasito bilateral que se derramó en Ciudad Juárez —adonde viaja Felipe hoy—, que más allá de la coyuntura, volverá a estar en el epicentro del narcotráfico y sus inéditos reacomodos. Y el mapa (y aumento) de la violencia está por dar un delicado giro en un timing que no podría ser más desafortunado.
Y para bailar al son de la guerra, my friend, se necesitan dos…
• El daño colateral del cochinero fronterizo
• ¿Estabilizar o desestabilizar…?
La enemistad oculta, mi estimado, es la más peligrosa. Interesante el giro político-diplomático-policial que está tomando el delicado caso de los asesinatos de tres ciudadanos estadunidenses, que fueron ejecutados el sábado pasado en Ciudad Juárez, tomando en cuenta que es una de las más vigiladas, custodiadas y es centro de la atención bilateral.
Interesante, my friend, por las señales enviadas desde Washington, donde la administración de Barack Obama emitió curiosita declaración de “indignación” por los hechos, en momentos donde la relación bilateral no es miel sobre hojuelas. Y no la es por la sencilla razón de que en esta temeraria y absurda guerra contra el organizado crimen sin estrategia integral ni control, los daños colaterales alcanzaron ya a nuestros agobiados vecinos, quienes llevan una loza de responsabilidad por ser el mercado más grande y cotizado de drogas en el mundo, sin mencionar su falta de atención y corrupción en su frontera por donde circulan linduras de armas y dinero que abastecen el parque financiero y armamentista de los revoltosos cárteles mexicanos.
Hoy, Estados Unidos puede manifestar públicamente su “indignación” y echar a andar la maquinaria colocando en el spot de la nota roja el calderón del Vive México, pero eso no los exime de su compromiso fallido de fiscalizar lo que sucede en oficinas fronterizas y en las calles de sus ciudades. Sufrir la muerte de sus funcionarios, dos de ellos clave en simpáticas indagaciones, los mete de lleno en la mezcla explosiva donde se dan algunos interesantes paralelismos con el (des)gobierno de Felipe Calderón.
Ahí donde la descoordinación, los choques y la antipatía hacen su nido entre las agencias norteamericanas, que distan mucho de ser modelos de colaboración en equipo. Y aquí la marcada distancia, la disonancia y desconfianza entre las dependencias federales que conforman el gabinete de seguridad, incluyendo el oficioso rol jugado por el Cisen, que trae divertida agenda en contra del verde olivo.
Por si le faltaran atractivos ingredientes a la mezcla bilateral, Washington presiona para mantener y ampliar sus márgenes de maniobra para operar con su dosis de impunidad en territorio nacional. Las balas que asesinaron a los funcionarios del consulado en Juárez terminaron por ser misiles en la línea de flotación calderonista, que ahora enfrentará la distintiva presión —como esa de anunciar que siete agencias indagarán (porque eso de la colaboración is total bullshit) el homicidio, aunque ya encarrerados, ¿por qué no mejor esta bola de sátrapas se concentran en limpiar a fondo su cochinero fronterizo?—, y doble discurso que caracterizan al gobierno demócrata.
El mismo que se aventó el tiro de colocar como embajador en nuestro país no a un diplomático de carrera sino a un personaje con un perfil para analizar el quid de países en crisis y estados fallidos. Ese perfil, my friend, que sólo lo puede dar el conocimiento de la mierda en las cañerías para estabilizar y/o desestabilizar, yes?
Y México es en estas frágiles circunstancias un gran laboratorio, perdón, candidato para desarrollar fórmulas nuevas y maravillosas. Pero no por el simple hecho de ser vecinos (let’s not be naive), sino porque México es grande en recursos naturales y estratégicos para los intereses geopolíticos de Washington. Y esas balas en Ciudad Juárez, mi estimado, han dado la justificación para suavizar su “indignación” de los lamentables hechos… aunque ésta no alcance a dimensionar los 18,500 muertos de esta temeraria aventura bélica aplaudida por (go figure)… Washington, cuyas empresas no dejan de hacer negocio en la industria de la guerra.
El embajador Carlos Pascual puede gruñir repetidamente, enviando señales de su jefecito en la Casa Blanca y darse el lujo poco diplomático de no ocultar esa contrariedad en encerronas con Felipe Calderón. La más reciente originó la entrega fast track del célebre junior Vicentillo Zambada… como ficha de cambio y “buena voluntad” ante el fracaso de la promesa de captura del popular Ignacio Nacho Coronel…
Caso que sumó otra gotita ácida al vasito bilateral que se derramó en Ciudad Juárez —adonde viaja Felipe hoy—, que más allá de la coyuntura, volverá a estar en el epicentro del narcotráfico y sus inéditos reacomodos. Y el mapa (y aumento) de la violencia está por dar un delicado giro en un timing que no podría ser más desafortunado.
Y para bailar al son de la guerra, my friend, se necesitan dos…
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